Sólo buenos y sinceros deseos para que culmine éste 2023 sin muertes, sin ataques, sin bodegas, sin peleas, sin envidias, sin resquemores, sin mentiras y sin personajes dañinos, serían las peticiones en la carta al Papá Noel y ahora a la espera que se nos concedan a partir del 1 de enero, porque pasaron 16 meses y desde las esferas del gobierno nacional quedaron en deuda con la región, con los cacareados cambios para bien y beneficio de todos-quedando en unos muy pocos- que llegaron a la maldición de ensayar y dejar pasar, con vergüenza de unos gobernantes locales que decepcionaron, que hasta ahí llegan sus ambiciones politiqueras y de familia y a multiplicar sus preocupaciones por los extramuros porque por los del entorno fueron incapaces e ineptos.
Y qué decir de las novenas dónde se escucharon los idénticos gritos de los estadios y que hacen alusión al “fuera, fuera, fuera”, pero ¿y qué culpa tiene el Divino Niño de tener que escuchar algo que él nunca pensó para nuestra nación? ¿para los vecinos? ¿para el mundo?; sí nos legó todo para hacer del entorno un paraíso, no una doble moral de rasgarse la vestiduras por un joven haciendo de las suyas, y con el erario para dar “pan y circo”, pero ahí se beneficiaron o sacaron provecho los mismos de siempre, los que usufructúan y luego lloran para que les vuelvan a dar y el resto: que esperen.
Nos declaramos en completas ascuas para las últimas horas del presente año y para las que nos depararán las 8.760 del que viene, y otras tantas para el que sigue, pero que seamos superiores a los errores cometidos, a esas brasas o rescoldos que se avivan con los aires malucos que ya se empiezan a respirar, pues es más de lo mismo y con ganas de incendiar los ánimos, los sectores y hasta los poderes… y no ser inferiores a nuestros talantes democráticos nos va a poner a prueba y error.
En alguna dijimos no querer o pretender ser aves de mal agüero, pero que las hay las hay, y se han dado y están las pruebas fehacientes de que por ser tan contemplativos siguen jugando con todos, con convocatorias, con trasparencias, con pulcritud y hasta con honestidad, juegan con las palabrejas y unos timadores que hacen ochas y panochas.; para luego decir o señalar qué o a quién.
Ya es hora de dejar los lamentos a un lado, de ponerle el pecho a la brisa, de asumir esos retos de frente y con argumentos, y empezar a desvencijar tantas estructuras malignas que ya son enfermedades, que nos exterminan, que arrasan con lo bueno (que sí que lo hay), pero para ello necesitamos voces fuertes, liderazgo, integración, hombres-mujeres, y pregonar lo que se hace, lo que se logra, y no dejarlo para finales inesperados, sorpresivos, y hasta abusivos, que ya se advierten, pues como es el desayuno se prevé el almuerzo y a veces ni cena habrá. Ojo, mucho ojo.
Gran tarea para medios de comunicación serios, responsables y alejados de activismos. Necesitamos ser permeados por las verdades, por los argumentos y por la credibilidad, pues no seremos consecuentes con nuestros principios si claudicamos a espirales, nuevas estrategias o súper bodegas
Que en las columnas o espacios del próximo año podamos reflejar lo que nos concedan el cooperativismo, la solidaridad y las buenas maneras, respetarnos mutuamente y no acabarnos por satisfacciones personalistas, que la institucionalidad no se vea inmersa en el caos de 5 o 6. Vamos a juntarnos para generar nuevas chispas, no cenizas, y la lumbre sea para guiarnos por la senda del bien. Entendido como bien común y no estratificado o pasado por populismos, nocivos y dolorosos.
Feliz Año, de verdad, que haya felices fiestas en familia y cohesionados por una ciudad, un Boyacá, y una Colombia grande, respetada y libre, pero dejar de rescoldos incendiarios y malignos. Salud!
*Por: Ricardo Gabriel Cipagauta Gómez. @ricardocipago