El pensamiento que podría cambiar el destino de Colombia

El discurso interpreta el pensamiento, y este ha sido parte fundamental en la historia de Colombia, generando cambios, alianzas y divisiones, los cuales identifican al país que habitamos.

El pensamiento más nombrado y registrado corresponde a la libertad del ser humano, perpetuado por uno de los artículos de los derechos del hombre. En este, se establece que, como personas pertenecientes a la misma naturaleza racional, tenemos la garantía de ser respetados en todos nuestros derechos. 

Nada más lejos de la realidad, no solo en el tiempo presente, sino que ha sido característica de los tiempos que nos preceden. Puede identificarse con las noticias que aparecen en las redes sociales o los noticieros de turno, publicando delitos de todo tipo, castigados o recordados en una gran mayoría, por la impunidad, abriendo llagas de una sociedad dolida y apática. 

Dolida por las acciones que la atacan constantemente, y apática porque parece acostumbrada al dolor ajeno, rogando siempre que no suceda en su pellejo. Casos podríamos citar de forma individual, pero si observamos los problemas que como sociedad tenemos, nada más es abrir las puertas de la casa para ver cómo se vulneran los derechos, por los mismos amigos, vecinos y gobiernos que se jactan de respetarlos y exigirlos. 

Qué diferencia puede existir entre el incumplimiento de los derechos humanos hoy o de hace doscientos años, cuando Don Antonio Nariño, fue víctima de la opresión, no solo por parte de los representantes del Rey de España, sino por sus propios compatriotas. En la defensa que presentó en 1789, recurrió a sus derechos basado en los mismos que merecía, por ser parte de la raza humana e integrar un imperio que, no solo había autorizado la publicación de los derechos humanos en la Península, sino que, además, al traducir Nariño los derechos como parte de su compromiso con sus coterráneos, fue privado de su libertad, por simples calumnias. 

El precursor de la independencia y Libertador Nariño y Álvarez del Casal, en una sección de su escrito redacta: “En estos principios están cifrados el acierto de los gobiernos, ellos son los elementos de las leyes, el Monarca de la naturaleza los ha escrito sobre el hombre, sobre sus órganos y sobre su entendimiento y no sobre débiles pergaminos que pueden ser despedazados por el furor de la superstición o de la tiranía”, como parte de la argumentación que utiliza en su defensa de 1789, cuando se le somete a encarcelamiento, a juicio y menosprecio por la publicación de los derechos del hombre y del ciudadano, tildado, además, de revolucionario por compartirlo con la ciudadanía capitalina. Finalmente, quedó solo con el dolor y memoria de su familia.

En 1823, cuando ya se había proclamado la emancipación de España, leída y aprobada la Constitución de 1821 en Cúcuta, Nariño tuvo que defenderse nuevamente por acusaciones de sus propios compatriotas, que desconocieron sus derechos, y le atacaron para satisfacer unos deseos de venganza que el orgullo de la raza, manifiesta hasta nuestros días. Consciente Nariño de su inocencia, comunica calma ante la oportunidad que le otorga el Senado para limpiar su nombre. Es entonces cuando presenta la mejor lección de retórica, afirmando su compromiso al cumplimiento de los derechos humanos, iniciando por su propia humanidad. Por tanto, si el ser humano es libre, tiene completo derecho a defender su honor, de lo contrario, estaría incurriendo en la apatía y desdén que se encuentran por doquier. 

La libertad de pensamiento que expuso Nariño, demuestra la importancia que tiene la coherencia de las leyes, con los sentimientos, las palabras y las acciones. No es distintivo de una sociedad ilustrada, la contradicción de sus acciones con respecto a sus palabras. Como tampoco es de seres humanos pensantes e instruidos, arremeter contra un semejante por el simple hecho de satisfacer su ego y presunción. 

De acuerdo con los mismos derechos humanos y la nobleza que caracteriza al hombre, la falacia solo corresponde a quienes desprovistos de verdad y cualidades, deben recurrir a destruir la honra para encubrir sus propias limitaciones. La historia nos recuerda que, hace 200 años, Antonio Nariño recurrió a las leyes, la retórica y la ilustración para salvar su honra porque de acuerdo a su posición, tenía derecho a hacerlo, pero ¿cuántas personas que son vituperadas, tienen la oportunidad de limpiar su reputación?

Una de las propuestas hechas por Nariño, no solo en sus defensas fue que, era menester la unidad de una sociedad para superar las adversidades que traen los tiempos, el trabajo conjunto para el bien común es capaz de limpiar asperezas, acabar con mezquindades y construir una sociedad justa, igualitaria y deseosa de progreso sin pisotear a nadie. 

Se trata, simplemente, de permitir desarrollar los potenciales que cada ser humano posee para aportarlo desinteresadamente en la sociedad en donde es posible realizarse plenamente. La igualdad radica en el crecimiento personal, no en la malicia con que se alteran las normas y las leyes para acortar el camino que ha de recorrerse persiguiendo un propósito. La igualdad no corresponde en desconocer el esfuerzo y trabajo de otros, para acomodarse sin esfuerzo alguno en un ambiente de comodidad a partir de la negligencia. 

Los seres humanos vivimos en un constante cambio de acuerdo con las ideologías que se presentan en cada época, direccionado, en su mayoría, por personas en busca de objetivos, para el bien personal o comunitario. Sin embargo, por la misma naturaleza humana de incurrir en el error, el conocimiento y discusión, con argumentos, facilita el entendimiento y aclaración de aquellas cosas que algunos, creyéndose más listos o sabios, pueden presentar como acción de bien común, cuando en realidad manipulan a la población para bien particular. 

Es entonces cuando la lectura y la educación, revelan las alternativas de una sociedad que busca una verdadera democracia, con conocimiento y respeto, para construir una sana convivencia. Nariño insistía en la magnitud de la educación y producción de conocimiento como aspecto fundamental de la transformación humana. Solo de esa forma, es posible convivir en libertad y con dignidad.

Javier Hernández Salazar,

doctor en Historia y presidente Academia de Medios de Comunicación e Historia Monseñor José Joaquín Salcedo Guarín

Presidente de la Academia Patriótica Nariñista de Boyacá.

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