Un solo Ojo – Luzmila Bermúdez RamosUn solo Ojo #DomingosDeCuentoYPoesía

Cuando los pájaros llegaron a matarnos, ellos traían las sierras, y las pistolas. Eran como aves que lleva el viento.

Éramos parásitos sin cabeza ni cola, y entonces los que quedamos vivos juramos vengarnos.

Desaparecieron los trigos del campo. Las vacas la leche ya no daban, los perros no ladraban. Había un ambiente de cementerio, donde los muertos solo observan a través del cuerpo fantasmal que trasciende, que quieren hablarnos, pero no pueden.

Decididos día y noche en nuestro empeño, fabricamos unas escopetas que solo le salía aire, navajas a filo de espada.

Derribamos todos los árboles posibles para hacernos grandes. Hicimos flechas y estas se voltearon al revés, en contra de nosotros mismos. Éramos gigantes que veíamos por un solo ojo, éramos perros rabiosos que botábamos espuma por la boca. ¿Cómo vengarnos?, si ellos eran pájaros que volaban y no los podíamos ver, las mujeres preñadas abortaban; los niños con la lengua al suelo, los ancianos las canas perdieron.

Nuestro corazón se llenó de tanto odio, que solo veíamos a través de un ojo.

¡Venganza! ¡Venganza! Era lo único que nuestro corazón y espíritu quería.

Nos volvimos el gato y el ratón. A cada señal íbamos, pero no había rastro.

Construimos un barco gigante; pensamos que nos volvimos dioses y Dios sentiría celos. Y éste se apolilló; el agua entró hasta el fondo, las pirañas nos masticaban como boa que acorrala los cerdos, el mar nos tragó.

Derribamos las montañas con polvo anfo, y nos salió un gato gigante negro que nos arañó la piel hasta cambiarla por zorro. Moribundos andamos con un solo anteojo.

Fue tanta nuestra persistencia y resistencia que pensamos volar más alto. Así que decidimos enviar por toda la tierra y el universo aves que volarán más rápido que los pájaros. Entre las nubes volábamos buscando el rastro de los pájaros que nos mataron, que llevaba el viento y no había rastro. Rociamos sobre sus cabezas un perfume que olía a muerte; lo rociamos por todo la tierra y el universo.

Nuestras aves volaban cien veces más rápido que los pájaros negros. Llevaban eso que no sabemos, eso que era según dicen, el antídoto de la muerte, lo rociamos por toda la tierra, desde el universo, creíamos haber vencido. Caerían al fin los malditos pájaros negros. Pero ellos se negaban a morir. Tarde nos dimos cuenta de que estábamos matando a nuestra propia gente. Así que nos dimos hachazos y cuchillazos.

Cambiamos nuestra forma de pensar para un mal diferente.

Entonces; hastiados, cansados, decidimos crear un alimento que oliera a Dios. Que el que lo oliera y lo viera, lo quisiera comer. Nos vestimos de relámpagos y centellas; de estrellas negras. Usamos el trueque por las piedras; los obligamos a sentenciarse, a no pelear ni con la muerte, pudimos comprar las banderas del mundo nuevo que solo ve por un ojo.

Entramos casa por casa. A los que no querían, los obligamos a comerlo.

De pronto, una niña con cara de jirafa nos vomitó el veneno que le inundamos en los vientres y, con una sonrisa sarcástica nos espantó. Nos hizo comer la comida que olía a Dios. salimos despavoridos, como perros sin amo con dolor de muerte.

¡Maldita suerte, los pájaros asesinos que eran como aves que lleva el viento! No los encontraba ni la muerte. Maldita suerte. ¡No!, no nos rendiremos, nos vengaremos muerte por muerte. Estamos hastiados de su maldita suerte.

Hicimos sonar todos los tambores, prendimos todas las antorchas para avanzar, y avanzamos como leones heridos que no caen hasta ver su propia muerte.

Quisimos pelear contra Dios, vociferamos, pero él no nos dio la cara, le llamamos cobarde. Iracundos como el veneno que lleva la serpiente, golpeamos la tierra con nuestro bastón, la golpeamos hasta verla corrompida, herida, ensangrentada, y sólo salieron los mártires. Se estremeció la tierra, nos golpeó golpe a golpe, y no- desistimos. Se abrió, quiso tragarnos, pero no morimos, la vencimos, porque ella no nos parió, ella nos azotó con sus designios. La escupimos, y aunque nos vomitó, seguimos aquí, como perdidos no tan perdidos, porque aún la seguimos escupiendo hasta que nos entreguen los pájaros vivientes.

La envenenamos con morfina, le sacamos los dientes, la llenamos de piojos, le arrancamos los pulmones la hechizamos como serpiente- y ella- siempre nos mira con su sonrisa de estupefaciente. ¡No! ¡Ya basta! ¡ya basta!

Parecía injusto que ante tanta lucha nada nos salía bien. Los pájaros, que eran como aves que lleva el viento nada los vencía ni siquiera la muerte. ¿Por qué no había rastro de ellos si se movían sigilosamente?

¡Cuando venga la nieve, los venceremos! ¡Si los vencemos!

Nos vestiremos de hombres de nieve, esperamos el momento, ¡al fin los tendremos!

Los cazaremos en los días de fortuna. Cuando de pronto la nieve se convirtió en muchos pájaros, estaba helada, no se movían, pero eran pájaros, nuestros ojos se llenaron de osadía. Perdimos la conciencia, no teníamos alma, solo el odio nos mantuvo vivo hasta vengar la muerte.

No resistimos más, no respiramos y nos lanzamos como perros rabiosos, para enterrarles nuestros dientes, despedazarlos a pedazos, sacarles el corazón, comernos sus carnes, sacarles los ojos por matarnos una y otra vez, sin contemplación, porque ellos eran dioses. Por momentos, los malditos pájaros que llegaron a matarnos, que eran como aves que lleva el viento y no dejaban rastros, se convirtieron en pájaros de cristal donde se ve todo. Por momentos, nieve pura sangró nuestro corazón, las venas se dilataban, todo el veneno que mantuvimos por largos siglos se salía de nuestros cuerpos. Los acribillamos con bolas de sal y estos no se derretían no morían, nos mantuvieron cautivos y vendados los ojos. Queríamos llevarlos al infierno donde dice Dios es para los malos ¡No! Nosotros somos los buenos.

Nos encontramos frente a frente, al ver sorprendidos y extasiados que éramos nosotros mismos, que no nos perdonamos habernos perdido en el camino de las miserias y dichas, y bebimos el vino amargo, buscando a los responsables por tanto odio. ´´

©Luzmila Bermudez Ramos- Santa Marta Colombia.
Todos los derechos Reservados de la autora.
este relato estará pronto en mi nuevo libro de relatos.


Reseña biográfica literaria de la escritora y poetisa

Luzmila Bermúdez Ramos, nace en las tierras del Cacique Upar (Valledupar- Cesar) un 28 de abril del año 1967. Autodidacta. Gestora cultural.

2021- Participo en la Antología ‘Urdimbres” Las Mujeres Del Caribe Narran su Territorio de Colombia, Ministerio de Cultura.

2022- Lanzamiento de mi primer poemario Sembradora de Poesía.

2023- Nominada a los Premios Tayrona


Los escritores interesados en participar en este espacio dominical, deben enviar sus trabajos a nombre del escritor, Fabio José Saavedra Corredor, al correo: cuentopoesiaboyaca@gmail.com.

La extensión del trabajo no debe exceder una cuartilla en fuente Arial 12. El tema es libre y se debe incluir adicionalmente una biografía básica (un párrafo) del autor.

Los criterios de selección estarán basados en la creatividad e innovación temática, el valor literario, redacción y manejo del lenguaje y aporte de este a la cultural regional.

Todos los domingos serán de Cuento y poesía, porque siempre hay algo que contar.

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