
Este año han circulado noticias con discursos que alertan sobre los riesgos de la inteligencia artificial para la estabilidad laboral de los humanos. Podríamos cuestionarnos sobre los nuevos caminos que debemos recorrer para no quedarnos obsoletos.
Un ejemplo muy sonado ha sido la huelga de actores de Hollywood, la cual terminó tan sólo hasta el 9 de noviembre, después de 118 días, siendo la más larga en la historia de la actuación. Entre los acuerdos logrados por el sindicato de actores y artistas del cine, la radio y la televisión (SAG-AFTRA), uno de los más llamativos es la regulación de la inteligencia artificial.
Si bien esto no es un fenómeno nuevo, en el 2018 se dio una huelga de 29 días es en el sector hotelero por la incorporación de tecnología robótica; en años recientes se han acentuado los despidos en empresas del sector tecnológico como IBM, Dropbox y Turnitin. Es altamente probable que la conciencia del problema se haya ampliado con los recortes de personal experimentados en la pandemia generada por el Covid-19.
Desde una lógica de competitividad, podríamos preguntarnos qué podemos hacer los humanos que no pueda ser ejecutado por una inteligencia artificial o cómo podemos convertirnos en expertos para crear y mantener estas tecnologías disruptivas, como dice la frase cliché, viendo oportunidades donde otros ven problemas.
Para ganarle a la tecnología, podríamos pensar (o mejor sentir) considerando escenarios en los cuales las habilidades blandas, como la inteligencia emocional, se constituyen en elementos clave de competitividad. Aunque también podemos pensar en cómo ser competitivos creando, exportando y manteniendo estas tecnologías disruptivas.
En un libro de Andrés Oppenheimer, este periodista narra cómo una fábrica de automóviles, inaugurada con bombos y platillos en un país de América Latina, termina desencantando al presidente de turno por la escasa cantidad de puestos de trabajo que generó. Incluso desde antes de la pandemia, ya estábamos experimentando un crecimiento económico que no repercute en nuevos puestos de trabajo, lo cual ha explicado muy bien el economista Thomas Piketty.
Si se reconoce el concepto de inteligencias múltiples como válido (hay intelectuales que prefieren hablar de habilidades y mantener la idea de un solo tipo de inteligencia, digamos cognitiva), podríamos preguntarnos: ¿cuáles son los tipos de inteligencia que nos hacen más competitivos en el mundo contemporáneo ó si tenemos que repensarnos en una lógica diferente, donde el desarrollo emocional prime sobre el intelectual?