El lastre de la guerra en Colombia: un origen para entender nuestro presente #ColumnistaInvitada

La violencia del conflicto armado en Colombia ha dejado heridas y secuelas profundas que han permeado las formas de relacionarnos unos con otros; la noción de violencia y conflicto se ha incrustado históricamente en los imaginarios colectivos de la sociedad, ocasionando una crisis de perpetuidad de la violencia en el país. Este fenómeno social y político ha permeado las estructuras sociales, los contextos culturales y ambientales de cada territorio, asumiendo y enfrentando muchas veces la crueldad y el sufrimiento que deja este conflicto interno.

Pero volquemos la mirada un poco a las causas del surgimiento de esta violencia armada prolongada, que ha desagarrado al país de muchas formas y que no ha podido ser resuelta. Colombia siempre ha sido un país con desigualdades sociales, políticas y económicas que genera profundos conflictos internos. El siglo XIX fue un periodo de muchas guerras civiles, algunas de ellas fueron: la Guerra de Los Supremos y la Guerra de los Mil Días, que duró tres años de un enfrentamiento letal y costoso que cobró la vida de alrededor de cien mil personas en todo el territorio colombiano, según Adolfo Meisel y Julio E. Romero en su publicación de La Mortalidad de la Guerra de los Mil Días del Banco de la República.

La Guerra de los Mil Días tuvo lugar en el periodo comprendido entre los años 1899 y 1902, centrándose en la confrontación por el poder político entre los partidos Liberal y Conservador, además, sumado al conflicto interno, se produjeron guerras entre los países vecinos con Perú, Venezuela y Bolivia por el control y soberanía de los territorios; de esta manera, se comienza a crear una cultura de guerra en el país con el derramamiento de sangre de miles de personas, además de sufrir una inestabilidad política y social.

El tiempo conocido como la era de La Violencia de los años 1948 a 1958, fue una época de confrontaciones entre la opresión del Estado y la violencia rural entre liberales y conservadores, que dejó como consecuencia el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán. Esto trajo la furia de muchos ciudadanos en trifulcas, disturbios, vandalismo y asesinatos que recrudeció la violencia interna de Colombia; además, surgen grupos armados de los sectores conservadores y liberales llamados los Chulavitas y Cachiporros, conocidos también como los pájaros y bandoleros; una oleada de violencia que dejó más de 300.000 personas asesinadas, además del desplazamiento forzado de los campesinos de sus territorios a las zonas urbanas del país.  

En respuesta a esta horda de violencia, se da un golpe de Estado a cargo del general Gustavo Rojas Pinilla en el año 1953, que quiso acabar con la guerra bipartidista y fue implacable con las guerrillas insurgentes, sin embargo, él renuncia en el año 1957 y se crea una coalición de los dos partidos políticos tradicionales, firmando una amnistía para turnarse el poder durante dieciséis años. Este pacto se llamó el Frente Nacional, que logró una estabilización política, pero excluyó movimientos políticos y sociales diversos que no tuvieron oportunidad de ser representados políticamente, además una nefasta concentración del poder en unas pocas élites del país.     

Por otra parte, hacia los años sesenta, el surgimiento del movimiento guerrillero en Colombia se agudiza y se crean varias organizaciones insurgentes como el ELN, las FARC -EP, el Quintín Lame y el M/19, todas ellas con una ideología política de corte comunista como se presentaba en otras partes del mundo, pero que rápidamente se desdibujó por actos delictivos cometidos como el secuestro, extorsión, asesinatos selectivos y toma violenta de territorios. Todo esto, con el fin de lograr sostener un modelo ideológico revolucionario y llegar al poder político colombiano, pero en contraposición a estos movimientos, emergen grupos armados de civiles llamados las Autodefensas de Colombia que fueron conformados por terratenientes y empresarios, respaldadas por el Estado. 

Como si no bastara con la carga de la guerra histórica hasta ese momento, se le sumó la creciente ola de narcotráfico que permeó todas las esferas de la sociedad colombiana, siendo el país uno de los mayores productores y distribuidores de cocaína en todo el mundo, principalmente a Estados Unidos y Europa. Este auge del tráfico de la coca se da más que, todo en los años ochenta y se generan las guerras por el control del mercado y de los territorios entre los grandes capos de la droga, producto de ello se han perdido la vida de líderes políticos, sociales, periodistas y todo aquel que esté en contra del crecimiento de este negocio. Un problema social que ha perjudicado a toda la humanidad y que aún los colombianos seguimos cargando con el estigma de la droga cuando salimos del país. 

Hoy por hoy los colombianos luchamos para revertir la violencia que nos ha dejado la historia, a través de nuevos mecanismos democráticos que nos proporciona la Constitución Política de 1991, con ella, hemos logrado la participación democrática de varios sectores vulnerados y excluidos históricamente por vías más incluyentes a través del diálogo que generan acuerdos y prácticas de reconciliación. Además, se intenta esclarecer la verdad del conflicto en el país, por medio de organismos jurídicos como la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), sin embargo, no hemos podido lograr una estabilidad total para lograr una paz duradera, sigue existiendo mucho dolor en nuestra sociedad y es una responsabilidad de nosotros como ciudadanas y ciudadanos, desde cada uno de nuestros roles, contribuir para que no perdamos esta memoria de conflicto en Colombia, que tengamos grados de empatía que nos lleven a ser más solidarios con las personas que han sido victimas de la guerra. Aunque todos lo hemos sido en algún grado.

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