Tenemos lo que merecemos – Carlos David Martínez Ramírez #Columnista7días

Columnistas 7 dias Carlos David Martinez

La idea que plantea que no tenemos los gobernantes que necesitamos sino los que merecemos, se le suele atribuir al filósofo y diplomático francés del siglo XVIII Joseph de Maistre, quien en su tiempo fue un reaccionario (contrarrevolucionario); en la actualidad este concepto puede marcar una revolución necesaria en las formas de entender la política en nuestro país.

Desafortunadamente tenemos muchos ejemplos de malas prácticas en las formas de hacer política, es altamente probable que la práctica más enquistada en nuestro ADN es la repartija: clases medias y altas se reparten contratos; clases bajas tamales, lechonas, tejas, cemento, 100.000 pesos por un voto, incluso “favores” para acceder a servicios (que deberían ser derechos). Ya decía un político colombiano que ricos y pobres son clientelistas.

Es altamente probable que esta impronta venga desde el Frente Nacional, donde los dos grandes partidos del momento se repartieron el poder durante 16 años, de manera que en lugar de fortalecer la democracia se nos heredó una tradición de repartijas. Mientras en otras latitudes se entiende los cambios en el poder mediante las elecciones en las urnas como algo natural, acá decimos “dejemos que otros roben”, como aceptando que es “sano” que en cada periodo lleguen “otros” a “robar” para “que no roben los mismos de siempre”.

Precisamente, un problema gigantesco está en las formas en la que los ciudadanos validan las malas prácticas, por eso en Colombia aplica perfectamente esta idea que sugiere que no tenemos los gobernantes que necesitamos sino los que merecemos.

Quienes queramos cambiar esto tenemos la obligación de pensar en el corto y en el largo plazo, es posible que un cambio real en las formas de hacer política tarde toda una generación, es decir, aproximadamente de veinte a treinta años; posiblemente tengan que pasar todo este tiempo para no insultarnos tratándonos de izquierdosos o derechosos, guerrillos o paracos, mamertos o fachos.

Es altamente probable que tengamos que atravesar un camino largo para pasar del caudillismo (otrora militar, hoy “burocrático”) propio de una sociedad premoderna, para lograr una democracia real, donde se discutan ideas (lo cual suena romántico e ingenuo aún).

Para esto se requiere que la sociedad civil busque convertirse en una comunidad letrada, al menos con la cultura básica para desear leer un programa de gobierno, antes de tomar decisiones en una elección popular, al menos que no se conforme con un TikTok, o que no se deje guiar únicamente por el resentimiento de la generación anterior, traicionada por incumplimientos, asesinada, masacrada, desplazada, secuestrada por actores relacionados directa o indirectamente con un espectro político.

Acá juega un papel muy importante la educación, pero como decía Bernstein que la educación no puede suplir las fallas de la sociedad, ya que se da en función a las características de dicha sociedad en la que se lleva a cabo; ya recalcaba Freire, también, que la educación no cambia la sociedad sino a las personas que transforman la sociedad.

De la misma manera, la política no la cambiará únicamente los políticos, sino que dichas transformaciones partirán de cambios profundos en las formas de pensar de los ciudadanos, los cuales no serán promovidos por las élites que se benefician del statu quo. En nosotros comienza el cambio para entender que no tenemos lo que necesitamos sino lo que merecemos.

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