¿Amigo o enemigo?…  – José Ricardo Bautista Pamplona #ColumnistaInvitado

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El teléfono celular fue inventado por Martín Cooper, un ingeniero de Motorola, en abril de 1973.

El inventor realizó la primera llamada desde un teléfono celular en las calles de Nueva York, utilizando un dispositivo prototipo llamado Motorola DynaTAC 8000X, un teléfono que pesaba alrededor de 1 kilogramo y tenía un tamaño considerable, por lo que no se parecía en nada a los móviles que conocemos actualmente.

El novedoso DynaTAC 8000X fue comercializado y lanzado al público en el año 1983 y desde entonces, la tecnología de telefonía móvil ha avanzado descomunalmente, dando lugar a una amplia variedad de dispositivos inalámbricos, desde teléfonos inteligentes hasta tabletas y otros aparatos de conexión.

El teléfono celular ha tenido un alto impacto social por la forma en que los seres se comunican ahora y se relacionan desde la aparición de este invento que, a decir verdad, transformó y le dio un giro presuroso a las rutinas diarias de la humanidad.

Estos artefactos permiten la comunicación en tiempo real, lo que ha acelerado y facilitado la forma en que las personas se mantienen en contacto entre sí, ya sea a través de llamadas, recados de texto, correos electrónicos o aplicaciones de mensajería instantánea.

Los celulares brindan acceso momentáneo a una amplia gama de información y recursos en línea, cambiando la forma en que las personas buscan y obtienen información, desde la navegación, hasta la consulta académica y el entretenimiento.

Las redes sociales y las aplicaciones se han vuelto fundamentales en la vida diaria de millones de personas, permitiendo la conexión e interacción con amigos, familiares y comunidades de intereses afines.

Los teléfonos portátiles han facultado a las personas a laborar de forma remota y acceder a correos electrónicos, documentos y aplicaciones empresariales desde cualquier lugar con conexión a internet, avanzando en la forma en que se realiza el trabajo y promoviendo nuevas conveniencias de colaboración.

Los celulares han alterado el método en que las personas consumen entretenimiento y medios, porque ahora es posible ver películas, escuchar música, retozar con videojuegos y leer libros desde dispositivos móviles, ya que los sofisticados aparatos han democratizado la fotografía y la videografía, concediendole a cualquier persona la posibilidad de capturar imágenes y videos de alta calidad y compartirlos fácilmente en línea.

Los móviles son una herramienta crucial en situaciones aciagas, por cuanto permiten llamar a servicios de emergencia, comunicarse con familiares y acceder a información vital. Los dispositivos móviles proporcionan capacidades de navegación GPS, lo que facilita la indagación y orientación en entornos desconocidos.

Los celulares han abierto nuevas oportunidades de aprendizaje a través de aplicaciones didácticas, tutoriales y acceso a recursos educativos; sin embargo, también es importante destacar que el uso excesivo de los teléfonos tiene impactos negativos en la salud mental y física de las personas, como la adicción a la tecnología y la reducción de la interacción social cara a cara.

Ya hablé del aparato útil y amigo, ahora permítanme referirme al celular enemigo, ese mismo que ha causado en las relaciones interpersonales de la raza un daño irreparable, ocasionando ensimismamiento a los miembros de la casa hasta encerrarlos por completo en un mundillo lejano de introspección asombrosa.

El celular acabó con el teléfono fijo y la televisión, está terminando con las computadoras, mandó al traste el reloj, las linternas, aminoró la importancia de las sofisticadas cámaras, desplazó los equipos de sonido y los radios emblemáticos de los hogares y los espejos que ya no prestan la misma utilidad de antes porque ahora tan solo es activar el aparato móvil y su rostro se verá reflejado en alta resolución e incluso pronosticando lo que será de su fisonomía a futuro.

Espejito, espejito, ¿quién es la más bella del reino?, preguntaba la malvada bruja en el cuento de Blancanieves; pues bien, ahora es más fácil porque la aplicación del celular permite cambiar la figura como se desee; más flaca, más alta, más gorda, más joven, mejor vestida, con maquillaje, sin maquillaje, el cutis más terso y en fin, si el celular hubiera existido en la época de Blancanieves, esa pregunta jamás se hubiera hecho.

El celular mató el periódico y las revistas escritas, aquellas que después de la pandemia pasaron a ser digitales en su gran mayoría, cohibiendo a los amantes del papel experimentar esa sensación irremplazable de percibir aquel aroma al pasar sus páginas o el gusto de sentarse al aroma de un buen café a leer con detenimiento los acontecimientos diarios.

Los productores de elementos en cuero que vendían un significativo número de billeteras ya casi no comercializan este producto porque ahora la billetera es una aplicación ubicada en amplio menú del móvil, al igual que el almanaque, la agenda, el cuaderno de notas, la grabadora, los recordatorios, las alarmas, los pronósticos del clima, la calculadora, el archivador, los programas de edición, los mapas de ubicación, la galería de fotos, el escáner, el banco, el kit de herramientas, la brújula, la discotienda, el termómetro, el evangelio narrado, el detector de metales y hasta las tarjetas crediticias que ya casi no se usan porque también están en forma de aplicación en el celular.

Y si hablamos de lo mortal, el celular también ha causado un daño irreparable en la relación de la pareja y ahora las yuntas no dialogan porque hasta en su propio lecho y a pocos milímetros de distancia, se mandan mensajes de WhatsApp para establecer comunicación y eso mismo sucede con padres, hermanos, hijos, y el núcleo en general que refundieron el abrazo caluroso de estrechos afectos y lo cambiaron por los mensajes de texto, corazones, picos virtuales, manitas arriba y caritas en todos los estados y colores.

Los teléfonos celulares distraen a las personas en situaciones importantes; mientras conducen y se van hacia el barranco por estar hablando o discutiendo por el móvil, lo mismo sucede durante reuniones donde ya no se comparte porque los convocados no hablan por estar cada quien pegado a su pantalla. ¿Cuántos accidentes a causa de este elemento, cuántos choques, estrelladas contra los postes, caídas al abismo y trastabilladas que han llegado hasta la muerte?

Qué decir de la escuela, el colegio o la universidad, donde este sistema ha producido perjuicios muy graves, logrando una disminución en la productividad y en la falta de atención en tareas y temas verdaderamente importantes, como sucede ahora en los lugares de acopio en donde ya no se rinde por la distracción permanente que originan los móviles.

El uso excesivo de los teléfonos celulares ha contribuido a problemas de salud mental muy delicados como la ansiedad, la depresión, o la constante exposición a las redes sociales y a la presión de mantenerse «conectados» que ha afectado negativamente el bienestar emocional.

La exposición a la luz azul de las pantallas de los teléfonos móviles antes de dormir, interfiere la calidad del sueño, ésto se debe a que la irradiación extirpa la producción de melatonina, la hormona que regula el ciclo del sueño.

La dependencia de los teléfonos móviles para la comunicación y el almacenamiento de información personal ha llevado a grandes preocupaciones e investigaciones sobre la privacidad y la seguridad de los datos, porque los incidentes de hackeo y robo de información se han vuelto parte del paisaje. El hurto ha sido, también, de la moral, la honra, la tranquilidad y hasta la pérdida definitiva de los hijos.

Hablando del deterioro del medio ambiente, es importante señalar que la producción, la moda y la disposición de los teléfonos móviles tienen un impacto ambiental significativo, ya que implica la extracción de recursos naturales y la generación de residuos electrónicos.

Si de menoscabos se trata, recordemos que el celular le ha causado un daño irreversible a la vista y qué decir de lo que ha hecho con la columna vertebral de los seres humanos, que ahora es curva porque permanecemos con la cabeza inclinada y la espalda jorobada al servicio de una pantalla que embelesa y atrapa cada segundo. «Los dedos índice y pulgar jamás pensaron que tendrían tanto trabajo»; ya no se mira hacia arriba donde está el enigma de los sueños, ahora se mira hacia abajo donde está el hueco oscuro de banales contenidos.

El celular mató los versos que construía el poeta, mató la creatividad, la capacidad de redacción y abucheó la palabra fina que poseían ilustres hombres y mujeres plasmadas en atesorados libros arrumados hoy en el cuarto de San Alejo, utilizados para estabilizar la pata lunanca de la mesa y reemplazados por un sofisticado aparato de pantalla ligera que cabe hasta en el bolsillo más diminuto del jean o la chaqueta.

Produce impotencia y desencanto asistir ahora a una conferencia, panel, reunión o disertación a donde invitan a grandes pensadores con aplaudidas hojas de vida para reflexionar sobre un tema en particular, y digo produce impotencia, porque desde el escenario se observa un panorama vergonzoso y aterrador; un aforo con la cabeza inclinada mirando su pantalla porque muy «pocas bolas le paran» a los versados oradores por estar buscando en las redes sociales el escándalo mediático del día.

Quitar o esconder el celular a un joven o a cualquier persona hoy día, es un verdadero delito y la reacción que causa es prácticamente demencial, toda vez que allí refugian su inseguridad y cobardía, esa misma que les impide mirar de frente y a los ojos o sostener un diálogo fluido y provechoso con quien está al otro lado de la ventanilla de su móvil.

Es importante reconocer, entonces, que los teléfonos celulares son herramientas poderosas que pueden mejorar la vida en muchos aspectos; sin embargo, es urgente utilizarlos con responsabilidad y conocer en profundidad los efectos negativos que están causando por el irracional uso que se le da a un minúsculo aparato de proporciones monstruosas.  

¿Pero qué podemos esperar si hasta los capos del mundo gobiernan hoy a través del Twitter y de los aparatos móviles, reemplazando el debate serio de ideologías discernidas y concretas por mensajes áridos con textos de doble filo, manipulados hábilmente por expertos cibernautas para confundir, dividir, envenenar y someter el alma de los pueblos?.

Los jóvenes de hoy se preguntan ¿y cómo hacían en tiempos pasados si no había celular ni redes sociales, entonces que usaban en esa época? La respuesta es simple, se usaba la cabeza.

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