
Hoy tenemos muchas facilidades para comunicarnos, pero hemos perdido capacidades para narrar y para pensar. Puede que vivamos en una época en la que abunda la información, pero no es lo mismo que una era de sabiduría. Así lo explica el filósofo Byung-Chul Han en su libro titulado La crisis de la narración.
En el contexto de la posmodernidad, donde, más recientemente, pulula la posverdad, las narrativas emocionales tienen más éxito que los argumentos y esto es algo en lo que trabajan los políticos “profesionales”.
Mientras la información es efímera, arbitraria y consumible, no da estabilidad a la vida, es la narración la que da sentido a la vida, orienta el pensamiento y la memoria; para Han vivimos una crisis de la narración, donde nada narra, y al carecer de narración, tenemos mucha información, pero no tenemos historia y contamos con muy poca orientación hacia un futuro con esperanzas.
En esta época posnarrativa, la comunicación en redes sociales es efímera, aunque abundante y acumulativa, un estado de WhatsApp dura 24 horas, las selfis capturan una imagen transitoria (evanescente), a diferencia de las fotos análogas impresas que tenían la pretensión de durar (recordar).
Para Han, ser e información se excluyen, la información carece de naturaleza ontológica. El poeta T.S. Elliot, ya en 1934, preguntaba “¿dónde está la sabiduría que hemos perdido en el conocimiento? ¿dónde está el conocimiento que hemos perdido en la información?” De esta manera, tenemos mucha información que no construye comunidad, ni sentido, sólo consumo, aislamiento y auto-referenciación.
Vivimos en una época en la que cazamos información, centrados en el presente, pero al no poder narrar (sin misterio, ni magia), nos comunicamos sin interioridad y sin la secuenciación que se liga con la naturaleza de la vida misma.
En la información y la comunicación hemos perdido el poder de narrar dando sentido a la vida u orientación, no pensamos políticamente sino por conveniencia, no construimos comunidades de aprendizaje sino communities de comercialización.
¿Cuáles son tus experiencias que merecen ser narradas? ¿Cómo podríamos crear espacios de narración donde contemos con la relajación suficiente para reflexionar y lograr ir más allá de la mera comunicación de informaciones aisladas? Son preguntas que valen la pena para confrontar la distorsión del tiempo que vivimos en esta era de crisis de la narración, donde paradójicamente se habla de la importancia de la información y pulula el storytelling como estrategia comunicativa.