En la Villa de Santa María de Leyva todo se confabuló para los tiempos de la Fiesta de la Poesía, nadie sabía si la naturaleza se echaba al hombro a la humanidad o la humanidad cargaba a la naturaleza, lo cierto era que ninguno se hacía de rogar para sacar la fiesta adelante, ahí habían Ospinas, Robles, Castellanos, Paixaos, Pereas, Baenas, Saavedras, Cardenas, mejor dicho, las puertas estaban abiertas para los hombres y mujeres de buena voluntad, igual que en el pesebre del Convento de las Carmelitas en diciembre, con decirles sumercedes que hasta los vientos de Iguaque bajaron la noche anterior y barrieron las calles del pueblo y luego se soltó un aguacero de mi Amo y Señor mío, que dejo las piedras de la Plaza Mayor, pulidas como para estrenar.
Esa mañana, desde temprano se vieron venir por los caminos, a los cultores de las letras, transpiraban poesía, esperanzas e ilusiones por cada poro, mientras que las mirlas y toches parados en lo más alto de los sauces, robles y cerezos entonaban sus más bellos trinos, dando la bienvenida a los poetas.
La línea del horizonte de los cerros, se dibujaba limpia en el azul del cielo, sobre ella se fue pintando la alborada y el sol se asomó incontenible, desbordando la tibieza de sus rayos sobre el valle y los tejados coloniales, sobre los que se levantaban espigados buitrones, que a esa hora lanzaban columnas de humo, con las que jugaba a su antojo la brisa mañanera, mientras los lugareños y visitantes se acicalaban con sus mejores galas para ir a disfrutar la tan esperada fiesta literaria. Mientras tanto, los priostos se esmeraban preparando, hasta el más mínimo detalle, en el auditorio previsto en el mítico hotel, ‘El marqués de San Luis’.
Que las flores, que el sonido, la silletería, el estrado, los servicios, los recordatorios… todo debía estar impecable, bajo el ojo experto de Mabel, la Directora Ejecutiva de la fiesta, por los pasillos y el salón se veían señoras en pasos apresurados, mientras tanto Von Paixiao y Fernando Baena, dos hábiles anfitriones, ponían a punto lo relacionado con el programa y los audiovisuales, en tanto la sabiduría y la experiencia del Presidente Jaime Ospina, controlaban hasta el último detalle, cero imprevistos y cero errores había dicho en la última reunión y así debía ser.
Serian dos días con programación virtual y dos presenciales, el mundo abierto a la aldea global, permitía la cobertura universal, las distancias habían desaparecido y el uso del tiempo se hacía más eficaz.
Los protocolos ágiles y sencillos permitieron una impecable instalación de la fiesta por parte de las directivas, para luego pasar a disfrutar la más selecta poesía y profundas disertaciones sobre la misma, fluyeron enseñanzas creativas, experiencias mezcladas con el encanto sutil de versos cargados de sentimientos y sensaciones, que hicieron las delicias de la nutrida concurrencia.
Desde la lejana Berlín se oyeron las voces del Pacifico colombiano, en la obra de Sonia Solarte con la fuerza del oleaje del océano, trayéndonos el nostálgico canto de las ballenas, convertido en lamento de la naturaleza. A continuación, desde las orillas del río Sena, bajo la inmensa mole de acero de la mítica torre Eiffel, emergió la poesía de los Andes colombianos, rememorando la Sierra Nevada del Cocuy y el Cañón del Chicamocha, en el canto del agua cristalina saltando entre piedras, desde las alturas del reino de los frailejones, así nos fue llegando la obra poética de Luisa Ballesteros, mujer, academia y versos, con el aroma de dos continentes. Junto a estas dos grandes, oímos desde Madrid, la voz de Adelaida Porras Medrano, haciendo una nostálgica analogía en verso de su regreso al origen con la vuelta de Ulises a Ítaca. Así, a continuación se inundó el recinto con la obra de la Maestra Dora Castellanos, leídos por las voces de Mónica Perea y Von Paixiao.
Cada momento traía nuevas sorpresas, el auditorio se iluminó con la mágica presencia de Mercurio, un artista hecho música en el universo de los instrumentos, pentagramas y notas, un peregrino incansable, persiguiendo el conocimiento por los más recónditos rincones de las civilizaciones, su presencia en el escenario no dejó de generar admiración, interpretando, magistralmente, instrumento tras instrumento, acompañando cada uno con su melodía y su historia. Acto seguido los escritores Fernando Baena y Fabio Saavedra Corredor desarrollaron el conversatorio, “Se nos volvieron aves las palabras”.
Así fue desfilando por el escenario la obra de notables escritores y poetas boyacenses: Lucila Avella, la voz poética de Tibasosa, ternura materna desbordada en su obra. Aura Ines Barón, quien dejó oír el clamor de su alma, con palabras envueltas en sentimientos de vida y recuerdos. Elba Rosa Camargo que nos llevó en alas del viento, la ecología y la vida, dejando pedagogía y versos para futuras generaciones.
Alfonso Espinosa dejó oír sus melodías para los que no se atreven a dejar aflorar lo que piensan y ahogan en suspiros sus pensamientos. Darío Vargas, un filósofo en el camino de la vida, impregnado con el mensaje de la justicia social y el sentimiento por la mujer amada. Reynaldo Caballero, constructor de poesía futurista y luchador incansable por una vida, que alivie la carrera desenfrenada de esta humanidad irreflexiva, igualmente escuchamos la voz de Humberto Lizarazo, cantándole a su tierra, al abandono del campesino y a la naturaleza, finalmente la fiesta se matizó con la obra de Alcibíades Guerra, invitándonos a volar en el paisaje variado de su Boyacá del alma.
El tiempo se consumía sin que nadie se diera cuenta, cuando Laureano León, el Poeta del traje oscuro como noche de invierno, entró en escena y rompió el silencio de la audiencia, inundando con su sentida poesía el recinto.
La fiesta de la Poesía 2023 se entregó sin reservas, los egos quedaron afuera cuando se cerraron las puertas, allí todos compartimos poesía, sentimiento y emoción, urdiendo el tejido literario en cada verso, en el cálido abrazo de todos los cultores de las letras.
Gracias a Guiomar Cuesta, directora Académica del evento, y a la dulzura de la voz de Clara Ospina, entregando enseñanzas a la concurrencia. Gracias a Monica Perea y a todos los que hicieron posible la Fiesta de la Poesía de Villa de Leyva 2023, y como siempre desde los Cerros de Iguaque, los dioses Muiscas seguirán soplando vientos favorables para la Fiesta de la Poesía 2024.
*Por: Fabio José Saavedra Corredor