Parece que algunas personas desconocen que la economía es una ciencia social; posiblemente por su asociación frecuente con las matemáticas, esa sí una ciencia exacta; es importante recordar que su esencia está en el estudio del comportamiento humano en función a la asignación de recursos escasos para satisfacer deseos y necesidades ilimitadas.
La economía no se limita a estudiar la maximización de las utilidades para una organización, sino que se preocupa por el bienestar de la sociedad en su conjunto.
Claro que hay ramas como la microeconomía y la macroeconomía, donde los campos de estudio varían; incluso hay interacciones con otras ciencias sociales como la psicología, de manera que se puede encontrar disciplinas “híbridas” como la economía conductual.
Por supuesto que también la política juega un papel clave al momento de delimitar el objeto de estudio de la economía, si planteo que se busca un bienestar global y no sólo uno individual, claramente se puede soslayar una postura política.
De cualquier manera, el amor puede erigirse como un sostén para orientar el camino correcto del bienestar común por encima del particular, más allá de las orientaciones políticas.
Desde el capitalismo, en el que prima la acumulación de capital, es posible pensar en un crecimiento con una distribución justa para que todas las partes interesadas mejoren su capacidad adquisitiva generando un crecimiento virtuoso. Aunque es claro que esa redistribución de la riqueza no siempre funciona adecuadamente.
Desde modelos socialdemócratas, dentro del capitalismo, se parte del supuesto de la necesidad de promover mayor equidad económica e igualdad social; aunque en Colombia este modelo para muchos es difícil de asimilar por relacionarse automáticamente con un intervencionismo extremo.
Si bien puede sonar ingenuo pretender que el amor nos pueda llevar a superar el egoísmo con altruismo, si nos puede dotar de realismo para entender la importancia de la justicia social, sin necesidad de llegar a validar modelos intervencionistas.
No se trataría de un amor caritativo, con valores verticales, sino de la promoción de valores horizontales como la solidaridad y la hermandad. Por otra parte, desde la economía conductual se suele definir el amor en términos de la maximización de probabilidades de éxito o reforzamiento en las relaciones; es viable aceptar esta idea, aunque queramos pensar que es mejor un ideal que vaya más allá. De cualquier manera, ambos escenarios son posibles concomitantemente: podemos aceptar que vivimos en relaciones de interdependencia, que podamos recibir y dar, que las relaciones en las que todas las partes ganan no son únicamente para mejorar la rentabilidad económica sino para lograr diferentes tipos de desarrollo equitativamente.