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‘Zoo-ilógico’- la nefasta especie superior – Catalina Pulgarín #Columnista7días

La semana pasada se conoció que en el zoológico de Barranquilla murió Chucho, un oso de anteojos que hace 6 años había llegado a ese lugar.

Esta triste muerte nos recuerda una de las decisiones más importantes en el país sobre los derechos de los animales, la SU 016 del 2020, que surgió justamente tras un debate sobre la libertad reclamada para el oso Chucho y la oposición a la misma por parte del zoológico, y en la que la Corte Constitucional determinó que los animales no son sujetos de derecho, sino objetos de protección constitucional, y determinó para ese caso en específico que el mejor lugar para Chucho lo era en ese momento el zoológico, ya que, al haber vivido  gran parte de su vida en cautiverio, correría riesgo sin el cuidado humano.

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Se concluyó también en aquella decisión, tristemente, que en todo caso «la condición de la libertad no es predicable de quien no puede tener conciencia de lo que representa esa libertad». La egocéntrica superioridad humana puesta en su máxima expresión, que hace creer a las personas que pueden disponer de la libertad y la vida de otros seres.

Dentro de los informes rendidos al Alto Tribunal se encontraba el de Corpocaldas, donde se dijo que Chucho vivía en un encierro de malla de 2,20 m y no tenía historia clínica ni plan alimenticio.

Por su parte la Federación de Entidades Defensoras de Animales y el Ambiente en Colombia -Fedamco Consideró que el traslado del oso Chucho al Zoológico constituía maltrato porque se trataba de un animal de páramo andino y no de zonas cálidas como Barranquilla.

El profesor investigador Carlos Andrés Contreras López aportó su opinión manifestando que los animales están protegidos desde un rango constitucional y ello no depende de la positivización de instrumentos, sino del buen uso de aquellos que permitan alcanzar una efectiva materialización de la protección a los mismos.

Independientemente de lo que resultaba o no favorable para Chucho en aquel momento, lo cierto es que el debate profundizó sobre los límites de la protección constitucional a los animales no humanos.

Resulta en algo más que increíble la forma en que la especie humana, que se ha considerado superior, invadió el planeta, lo hizo suyo, lo dominó, sometió a las demás especies y ahora considera que quien no tiene conciencia de ser libre puede ser sometido al cautiverio.

Realmente ¿necesitamos que una norma reconozca los derechos de los animales? ¿Necesitamos que esté escrito que los animales tienen derecho a estar libres, en sus hábitats, en sus ecosistemas, para devolverles lo que por ley natural les corresponde?

Samuel Guerrero Azañedo, un docente y activista español, inventó el término “especismo antropocéntrico” para referirse a la cosmovisión dominante fundada sobre la supremacía del ser humano y planteó que el sentimiento de superioridad de esta especie sobre el resto de los animales lo ha llevado a explotarlos, oprimirlos y aceptar este comportamiento como algo «normal, justo y necesario». 

En una conferencia este Profesor expresó que “El ser humano debe poner en cuestionamiento todo aquello que aprendió desde su nacimiento, con base en un juicio crítico y principios éticos de no hacer a los demás aquello que no quiere que le hagan”

Y dijo también que “Luchar contra el ‘especismo antropocéntrico’, contra la ‘educación especista’ y por la conservación moral de los animales, nos hace más humanos” “Si el ser humano fuera la víctima no le gustaría que una especie que se considera superior decidiera sobre su vida y libertad”.

Asistir a zoológicos es de los espectáculos más deprimentes que se pueden presenciar: aves enjauladas, animales salvajes en pésimas réplicas de lo que serían sus hábitats, evidentemente deprimidos, sin posibilidad de relacionarse con seres de su misma especie ni de guiarse por  sus instintos, es la peor de las crueldades.

Exhibir como en vitrinas y por intereses económicos fauna salvaje y silvestre para que los curiosos animales humanos que nos ufanamos de la conciencia que tenemos, cometamos la peor de las inconciencias sometiendo a los no humanos, por el hecho de no serlo, a tan grave vulneración de sus derechos, que en mi concepto, me uno y me identifico plenamente con quienes consideran que los animales no humanos por supuesto que los tienen.

Derechos que deben ser protegidos y respetados y deben estar encaminados a proteger su bienestar y trato ético, resultando fundamental reconocer como mínimo los siguientes: el Derecho a la vida, a la libertad (esto es vivir en un ambiente adecuado y no ser sometidos a encierro injusto), a no ser sometidos a crueldad, no ser maltratados ni sufrir daño innecesario, a no ser explotados, entre muchos otros.

Los derechos de los animales no deberían ser tema de debate porque deberían darse por sentado, sin embargo, su reconocimiento varía según las leyes de los diferentes países del mundo. La tan nombrada consciencia que solo se da en nuestra especie debería servirnos para ser mejores humanos cada día, respetuosos de los derechos de los demás seres sintientes, mejorando las condiciones y protección de los animales en la sociedad.