
Apreciado Jesús Evodio, en la vida el tiempo es tan subjetivo y circunstancial, que, en el peregrinaje diario del sendero, el mismo segundo puede ser eterno o efímero, dependiendo del corazón que lo vive, los sentimientos y las sensaciones son esencia de cada momento.
Por eso hoy quiero contarte querido acompañante del camino recorrido, que aquí, sentado bajo el árbol de la vida, me encuentro sombreando mis cansados pasos y aliviando mi cuerpo maltrecho por los avatares del destino, en tanto el viento se ha ido llevando mis días, como si fueran hojas de la vieja copa de mi árbol, entonces dejo que la brisa rebulla los recuerdos en mi memoria, para que a su paso les sacuda el polvo del olvido, así, como en sagrada comunión con la realidad de nuestra naturaleza, disfruto intensamente traer vivencias del pasado, al ocaso tranquilo de mi existencia, dibujándolas a mi antojo, en el lienzo de mi horizonte, con la magia que me permite verlos hoy, con los colores que yo hubiera querido que tuvieran.
Recuerdo el día que orgulloso terminé mis estudios, sentía que el éxito y la felicidad estaban en mí futuro, y pleno de orgullo deposité el título en las manos de mis padres, merecido reconocimiento a sus sacrificios y desvelos. A partir de entonces, los aconteceres se fueron sucediendo vertiginosamente, y me encontré jurando ante un ilustre desconocido, para cumplir mi deber como Dios y la ley mandan, en una carrera desbocada que me arrojó a la monotonía burocrática y a un entorno que atrapaba y limitaba.
En ese espacio, en el que solo se requería cumplir la norma y un horario para ser buen funcionario, permití que mis capacidades plenas fueran reprimidas, como si aparecer en una nómina fuera el único propósito de la vida de un empleado, ¿sabes qué amigo Evodio? el día que entendí eso, sentí que mi vida la tenía vendida a un sueldo y a una empresa, que no podía ver ni hacer más allá de lo que había jurado hacer desde el primer día, un trabajo, un horario, descansar en las noches, fines de semana y las vacaciones, todo mi tiempo y trabajo estaba previsto y yo no tenía en eso ni voz ni voto.
Desde entonces pensé, que mi libertad la recuperaría el día que firmara la resolución de retiro, que ese día sería nuevamente dueño de mi conocimiento, tiempo y decisiones. Por eso amigo, desde el primer día de pensionado, traté de ser mi propio empleado, produciendo de acuerdo a mis deseos, y como sé, que pronto te retiras, me permito hacerte algunas recomendaciones.
Corta el cordón umbilical de tu vida laboral, el que te ata a las rutinas aprendidas y adquiridas, olvida todo lo que convertía en tormento tu trabajo, y aprende a amarte y amar lo que va a ocupar tu tiempo, tampoco que tu opción sea estar desocupado, mirando amanecer y atardecer, sin producir ni hacer nada, eso es iniciar el camino a la tumba, empieza con la pereza, sigue el ocio y luego el tedio, esa enfermedad del alma que pronto acaba con la vida.
Si tienes cubierta la seguridad económica con una pensión, y tienes necesidades básicas resueltas, toma riesgos y genera nuevos ingresos sobre la experiencia, conocimiento y sabiduría adquiridos, así te sentirás útil para los demás, para ti mismo y lo más importante un ser humano digno.
Evodio, este es mi segundo consejo: procura en lo posible, no regresar a tu viejo sitio de trabajo, no dejará de haber sentimientos de rechazo que hacen daño, o también algún viejo amigo, cómplice de alguna travesura, que invitará a un tinto, pero al tercer sorbo te dejará por ir a responder algún llamado de la oficina, o sea que solo vales medio tinto.
Recuerdo el día que estampé mi firma aceptando mi retiro, miré de frente al jefe, respiré profundo y sentí mi vida libre, era dueño de mi tiempo y un nuevo horizonte se abría ante mí. Pero sin darme cuenta fueron colonizándolo, «mi amor, tu que no tienes nada que hacer» o también muy posible, «ayúdame con el perro, sácalo a orinar a las diez» y así, el nieto, el colegio, la pensión, hasta que te parasitan el tiempo con responsabilidades ajenas.
Bueno querido amigo y nuevo pensionado, sé que mañana firmas tu retiro; por eso, bienvenido al mundo de los pensionados, los bienaventurados felices y dueños de nuestro tiempo.
Ojalá sin mascota, para sacar a orinar al parque. Ah, se me olvidaba, dedícale tiempo a un poco de ejercicio, es importante oxigenar el cuerpo y no correr riesgos de ataques sorpresivos.
Fabio José Saavedra Corredor