Sobre el temblor y la vida – David Sáenz

Ha temblado en Tunja y seguramente en muchas partes del país, tanto así que, los grupos de WhatsApp y las llamadas han estado activas. Mucha gente se preguntaba cómo estarían sus personas más cercanas. En el momento en que se escribe esta columna no ha sucedido nada, también se espera que nada terrible suceda.

Todas estas llamadas y estos mensajes nos recuerdan lo profundamente afectivos y necesitados que somos de los otros. Seguro que, para muchas personas en momentos de pánico, la preocupación esencial no es relativa a los objetos que se puedan dañar, sino a la vida de los otros, al deseo de que los semejantes se encuentren bien.

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En situaciones como estas recordamos lo esencial y lo importante en la vida.

Por otra parte, nos damos cuenta de lo frágiles que son los planes que hacemos y lo delicada que es la vida humana. A veces olvidamos todo esto, vivimos como si fuéramos a vivir eternamente, o como si las personas a quienes amamos se fueran a inmortalizar con nosotros. ¡Triste mentira!

Ahora bien, el recordatorio de esta fragilidad no ha de ser una razón para sobrecogernos, al contrario, ha de ser una manera de rememorar las prioridades, los afectos, los planes, el maravilloso presente, lo único que en verdad tenemos. Además de ello, es una oportunidad para asombrarnos de estar vivos, pues cada momento de la vida que podemos tomar por sentada, no es otra cosa que un verdadero prodigio.

La poesía, la sabia poesía siempre está para alentarnos y para encontrar en sus palabras y sus sonidos nuevas maneras de vivir. El poeta Eugenio Montejo nos puede ayudar con unas líneas que nos pueden despertar al milagro de estar vivos.

Estar aquí en la tierra: no más lejos

que un árbol, no más inexplicables;

livianos en otoño, henchidos en verano,

con lo que somos o no somos, con la sombra,

la memoria, el deseo.