La responsabilidad social empresarial (RSE), es el compromiso que tienen las empresas con el bienestar general y la reivindicación con la sociedad por el impacto que generan en las colectividades.
Según datos históricos, el concepto de RSE en Colombia surge como una intención de los empresarios que querían mejorar las condiciones laborales de sus trabajadores y el entorno de su comunidad, y fue precisamente de esta iniciativa que germinaron grandes avances en materia laboral, así como en la educación, la salud y el medio ambiente.
La responsabilidad social implica que las organizaciones asuman el compromiso de sus marcas y se esfuercen por contribuir al progreso llevadero, teniendo en cuenta el respeto a los derechos colectivos, la promoción de la igualdad, la equidad y el crecimiento de las personas, entre otros valores y principios.
Ahora bien, existe un abanico inmenso de acciones para que las compañías puedan invertir y retribuir por la intervención de su accionar en la sociedad, y mucho más aquellas que en el ejercicio de su producción, generan embudos negativos que aminoran las posibilidades del bienestar ciudadano.
Algunas áreas de acción en las que se puede manifestar la responsabilidad social incluyen, entre otras, la económica que refiere a generar empleo pagando salarios justos, contribuyendo al aumento económico y por supuesto a la cancelación de impuestos de manera justa y comprometida.
En la responsabilidad con el medio ambiente, se adoptan prácticas sostenibles para reducir la huella de carbono, conservando los recursos naturales y minimizando los vestigios ambientales.
Por su parte, la responsabilidad social interna insta a velar por el bienestar y la seguridad de los empleados, promoviendo la diversidad, la igualdad de oportunidades y fomentando su desarrollo profesional.
La responsabilidad social externa establece relaciones honestas con proveedores, clientes y asociaciones locales, apoyando iniciativas y proyectos benéficos, en tanto que la responsabilidad en la cadena de suministro, asegura que los involucrados en los mercados cumplan con estándares de calidad, evitando la explotación y el trabajo infantil.
La responsabilidad social está tras la pesquisa de un equilibrio entre los intereses económicos, sociales y ambientales, reconociendo que las empresas tienen un papel preponderante en el consorcio general y pueden auxiliar de manera positiva para lograr la mejora de las poblaciones.
El arte y la música, por ejemplo, desempeñan un papel significativo como formas de responsabilidad social, porque a través de las expresiones del espíritu se abordan diversas problemáticas, se fomenta la inclusión, se promueve la pluralidad cultural y se consigue sensibilizar a la sociedad sobre temas realmente relevantes.
Si los empresarios supieran el valor tan grande que tiene acercar a niños, jóvenes y comunidades al arte, entenderían que la inversión de cualquier recurso destinado a estas prácticas útiles, puede salvar vidas y entregar a los pueblos futuros esperanzadores.
El arte y la música son poderosas herramientas para generar conciencia sobre temas sociales como la igualdad de género, los derechos humanos, el medio ambiente, la pobreza, la discriminación, entre otros y mediante obras de arte, exposiciones, instalaciones, conciertos y textos compositivos de contenidos solidarios, se puede transmitir mensajes que inviten a la reflexión, propiciando un verdadero cambio.
El arte y la música brindan oportunidades para la participación de diversos grupos comunales, incluyendo a personas con discapacidad, minorías étnicas, jóvenes en riesgo, entre otros objetivos que se pueden alcanzar mediante el adelanto de programas de arte corporativo, talleres, festivales y procesos formativos, todos ellos encaminados a fomentar el empoderamiento de la identidad, la maximización del talento y la integración copartícipe.
El arte y la música ayudan a transformar espacios urbanos y colegiados desfavorecidos porque la revitalización de barrios a través de la enseñanza del folclor, la realización de murales, esculturas y eventos artísticos generan un sentido de pertenencia y mejoran la calidad de vida de los residentes, ya que las manifestaciones del espíritu son herramientas poderosas para promover la cohesión y el diálogo intercultural en asociaciones heterogéneas.
No alcanza el papel para exponer la multiplicidad de beneficios que ofrecen las disciplinas artísticas, avanzadas con responsabilidad a través de entidades y organizaciones, tanto públicas y no gubernamentales, como la función terapéutica que cumplen estas prácticas, porque ellas promueven el bienestar emocional y mental.
En resumen, el arte y la música son poderosas herramientas de responsabilidad social, ya que condesciende la expresión, la sensibilización, la inclusión y la transformación comunitaria. Estas formas de dicción creativa generan impactos positivos y contribuyen de manera cierta al progreso sostenible de las personas.
A lo largo de la historia se han desarrollado los llamados “Plan Padrino” que consisten en involucrar al sector empresarial para patrocinar programas y proyectos donde los protagonistas y actores principales son niños, jóvenes y gracias a este accionar hemos sido testigos del surgimiento de seres integrales que le hacen bien a la casta y se convierten luego en orgullo y sello de la consonancia patrimonial.
Pero no solo el arte es vehículo exacto de crecimiento, porque la ciencia, el deporte y las buenas prácticas han llevado a lo más alto de la cima a grandes referentes que hoy son sello inconfundible del engreimiento patrio.
Qué importante resulta invertir en la gente y llamar la atención de las grandes empresas y empresarios para destinar algunas de sus arcas y ganancias en proyectos que transforman sociedad y más cuando se sabe a ciencia cierta que al otro lado de la orilla hay miles de almas aguardando como centinelas en la noche por una oportunidad, aquella que hace honor a la frase del gran pensador Arquímedes: “dame un punto de apoyo y moveré el mundo”.
La verdadera responsabilidad social es entonces la que no le hace el esguince al pago de impuestos, sino que, por el contrario, asocia el adeudo con el estado a la transformación de hombres y mujeres cristianizados en seres rentables para un mundo hostigado por la violencia, el hambre y la descomposición.
Si se coliga el empresariado con los visionarios de ideas colosales, otro será el destino de nuestras generaciones, por cuanto los magnos sueños afincados en el corazón y la mente de osados idealistas requieren de recursos para alcanzar la plenitud de sus sanos propósitos, razón de más para convocar a las industrias a invertir y mancomunar una pequeña porción de sus lucros a la transformación social y el engrandecimiento individual y colectivo.
Ojalá al interior del empresariado nacional y global se estudie con más responsabilidad la destinación de recursos para el impulso de proyectos y programas de carne y hueso, donde los verdaderos indicadores no están en las cifras maquilladas por hábiles contadores, sino en un coro inmenso de acentos identitarios, en el trinar de tiples, violines y bandolas, en la puesta en escena de relatos y leyendas, en la paleta de colores de noveles pintores, en las coreografías reveladoras de cuitas y recónditos ancestrales y en todo aquello que honre el amor, la tolerancia, el respeto, la ética y el crecimiento intelectual y humano de nuestra raza.
Gracias a los empresarios que han entendido el verdadero sentido de la responsabilidad social y hoy hacen parte de un importante cuadro de honor como el caso de: Bancolombia, Grupo Nutresa, Alpina, Grupo EPM, Cementos Argos, Bavaria, Grupo Sura, Organización Corona, Grupo Éxito y Universidad Nacional de Colombia, entre otros, y un llamado respetuoso, a aquellos que aún, y teniendo enormes capitales, no han logrado atinar en la médula vivificante de la sociedad para contribuir a su proyección y ascenso a escenarios más reconfortantes, porque cada día se hace urgente una regulación contundente frente al tema para que deje de ser algo voluntario y suba a la palestra normativa de las prioridades nacionales.