Hace unos días vi una película del año 1993: This Boy’s Life, del director Michael Caton-Jones. El filme está basado en un libro autobiográfico del escritor Tobías Wolff. El largometraje goza de un elenco que el tiempo todavía no ha olvidado: Leonardo DiCaprio (cuando era niño), Robert De Niro y Ellen Barkin.
La película narra la niñez del escritor Tobías Wolff, donde el maltrato a él y a su madre se repite constantemente, especialmente, por los hombres con los que la mamá ha tenido una relación, el padre de la criatura y el padrastro de Jack.
Al contemplar la película, además de pensar en el paso del tiempo sobre los actores y las actrices, pensé que el filme logra mostrar que el machismo y el patriarcado hacen de los hombres seres envidiosos, insensibles y carentes de ternura. Creemos con seguridad que el antónimo de la violencia es la paz, sin embargo, la ternura podría ser lo contrario a la brusquedad y la violencia.
Jack, quien representa a Tobías Wolff, por momentos logra ser carcomido por el machismo que le ha enseñado su padrastro, aun así, logra escapar del círculo del odio y de la violencia con la ternura. La ternura se traduce en el amor por su madre, en el deseo de estudiar y de ser diferente a sus agresores. La ternura lo hace darse cuenta de que no quiere convertirse en un monstro.
Por otra parte, la ternura le permite trabar amistad con Arthur Gayle, con quien antes se ha cogido a golpes debido a sus ideas machistas y homofóbicas. En este particular, podría entenderse la ternura como la posibilidad de la reconciliación, del afecto y del deseo racional de no convertirse en el verdugo infame que lo ha lastimado.
Después de ver la película, pienso que la ternura puede ser una nueva forma de habitar el mundo y de relacionarnos con los demás, especialmente cuando hemos sido hombres educados en contextos violentos y llenos de machismo.
Hoy en día muchos hombres nos preguntamos cómo podemos ser diferentes y escapar de la lógica de nuestra crianza. Pues bien, una forma de hacerlo es con el afecto y con la mirada depurada que no esclaviza, tortura, maltrata, agrede, violenta y martiriza a los demás, incluso a nosotros mismos; un monstro también sufre con su monstruosidad.