Han pasado algunas horas de cumplidas las “marchas de la mayoría o de la oposición”, como las identificaron en las “enriquecedoras redes sociales”, y al momento de escribir el pregón se cumplían con “normalidad” a sabiendas que el pasado 7 de junio se dieron las “oficiales del gobierno nacional o en apoyo a sus reformas”, donde volvió a salir a relucir que todo lo que se haga en este cuatrienio será contando con el “pueblo” y mediante la figura de las asambleas populares, que otrora y allende las fronteras trascendieron y marcaron, dejaron regímenes impositivos y poderes desmedidos…
En alguna ocasión, por esta tribuna, advertimos de la necesidad de que la figura de hablar sea la que se imponga, pero no a fuerza de presiones, intimidaciones, amenazas de salir de los cargos u otras, porque así no se funciona en democracia, con sociedades moderadas y muy cumplidoras de la ley.
Nadie ha sido contrario a que se acuda al dialogo social, pero no por fuera de la institucionalidad, de lo ya establecido, sino que soporte la misma, la enriquezca y la dinamice para llegar a más territorios, a más “pueblo” como gente del común, poblaciones en comunidad e identidad, con condiciones o características similares en prácticas sociales, económicas, culturales y éticas.
Retroalimentarnos a través de los canales tradicionales, de los medios de comunicación comerciales o privados, los oficiales, las nuevas tecnologías o con la necesidad de reforzar los medios de servicios públicos, comunitarios, que deben ser fuertes, financiados con presupuestos consecuentes, abiertos a estos ejercicios que permitan manifestar sus voces, y en temas como las cacareadas, tentadas, manipuladas reformas a punta de ponerle el consabido y muy fuerte sinónimo de pueblo.
En sesión de diplomado sobre “conflicto, memorias y paz” se ha venido conociendo de los procesos internos para escuchar -entrevistar- a todos los actores, individuos y grupos, que aportaron en la construcción del documento final de la Comisión de la Verdad; y es que ello debe superarse, mejorarse y conocerse, porque no por estigmatizaciones, sufrimientos, sangre, pérdida de vidas, la nación sigue fuerte, solidaria, buscando alternativas de soluciones o reparación, sino que se busca no revictimizar, no repetición y es con todos, para todos y por todos. Así lo dicen sus aportes.
Anhelando que todo se transcurra en paz, palabra que ya está desgastada, no en su contenido-esencia sino en su manida utilización de trinchera para que se nos muevan las fibras, cuando lo que se debe mover son las formas de utilizar la política (sana) para hacerla una golosina que empalaga, que algunos personajes se burlan de sus atrocidades para volver a sentarse a negociar un nada…
Si hay en el juego de retóricas ahí está el ministerio de la igualdad, donde deberán salir las acciones para las medidas a los más excluidos, el pueblo, los más violentados, el pueblo, los más señalados, el pueblo, los más sufridos, el pueblo, los campesinos, el pueblo, porque se aprovecha de sus necesidades para que se traduzcan en votos y luego al olvido, de ése valioso “pueblo”.
“La calle es de todos”, en su videopodcast de la libreta de apuntes, del periodista Ricardo Galán Osma, se enfatiza en que hay que darles dientes a los ciudadanos para que con sus portes, fortalecer sus derechos -entre ellos el de manifestarse- porque se deben “politizar” (darle contenido a cosas, acciones o pensamientos que normalmente se caracterizan por no tenerlo) y ahí la verdadera esencia de las asambleas populares, que bien llevadas no les servirán a pseudogamonales o llorones.
*por: Ricardo Gabriel Cipagauta Gómez. @ricardocipago