
Hace unos años llegué a Jerusalén; el propósito de mi viaje era el de empezar una estancia doctoral. Mi arribo fue a las 6:00 a.m., pero la acomodación estaba prevista para las horas de la tarde, así que busqué plan: mi primera experiencia en Ciudad Santa sería el mercado de Mahane Yehuda, es decir, la plaza de mercado, que es el mejor lugar de la ciudad donde comprar comida fresca.
Los más de 250 puestos del mercado venden, en su mayoría, fruta, carne y pescado del día. Gracias a las diferentes culturas de los vendedores del mercado, se puede comprar dulces iraquíes, pan yemení, delicias turcas, kibbe sirio… ¡Todo en una misma calle!
Callejeando por el mercado también es posible encontrar artículos para el hogar, sábanas, vino, calzado, flores y muchos otros objetos. El jueves y el viernes el Mercado Mahane Yehuda se llena de clientes judíos comprando provisiones para el shabat. Ciudad Santa tal vez podría ser la ciudad con más atractivos turísticos del mundo, les sobran las cosas para mostrar e historias para contar, sin embargo, su mercado de Yehuda es un sitio lleno de algarabías, olores, colores y mucha gente, convirtiéndose en un lugar obligado para visitar.
En el 2015 trabajé para la Contraloría General de la República, en aquella época recién ocurría la famosa pelea entre el fiscal general y la señora contralora; una de las disputas corría por cuenta del arrendamiento del edificio de la esfera en la zona del Salitre, en el occidente de Bogotá. En menos de tres meses, tras la llegada a la entidad del contralor Maya, se decidió desocupar el edificio y ubicar a los funcionarios en varias edificaciones no utilizadas por la Nación; en unos meses el Dr. Maya adquiriría para la entidad el moderno edificio de la calle 26. En los edificios provisionales mi oficina quedaría en un viejo callejón del centro de Bogotá, una callecita oscura, maloliente y llena de gente ‘rara’, con lo cual decidí que mientras estuviera allí debía llevar mi almuerzo de la casa y evitar salir de la oficina antes de terminada la jornada laboral.
Todo esto me obligó a visitar la plaza de mercado de Paloquemao, ubicada en la calle 19 con 25; todos los domingos durante más de dos años hice mercado en ese lugar, mi experiencia fue fabulosa; esa plaza de mercado es ordenada, limpia, segura y con precios asequibles, hasta flores podía llevar a casa cada 8 días, incluso mi plan de los domingos llegó a tener desayuno incluido en la plaza.
Años atrás, cuando era un niño, recuerdo que mi mamá no gustaba del plan de hacer mercado los días martes, siempre pensó que era mucho más cómodo hacerlo los domingos; en lo personal, ese plan, el de acompañar a mi madre los domingos a Sogabastos me parecía más que fascinante: para mí era apetitoso, ya que siempre incluía parada técnica en los puestos de fritanga y eso no tiene sustituto en la cadena alimenticia mundial. Hoy nuestra plaza de mercado sufre una de las peores crisis de los últimos años, su infraestructura pide a gritos una intervención pronta e integral. La pervivencia de nuestra central de abastos está en manos de una decisión judicial por cuenta de los reclamos que para el cumplimiento de las normas higiénico sanitarias hace la Procuraduría. En este drama los únicos que han perdido son los comerciantes, pues la gente al final y al cabo busca otros lugares para abastecerse de alimentos.
Es un hecho, la administración no ha hecho las inversiones que se necesitan y su presencia institucional ni siquiera podría calificarse como de paños de agua tibia, porque es evidente el estado de abandono del lugar y las consecuencias que esto traerá para la ciudad y para la gente que allí labora.
Es urgente tomarse esta problemática en serio, organizar a los comerciantes, diseñar el plan de obras, ponerle los recursos y empezar a ejecutar las obras que reclama la central de abastos, al mismo tiempo, se debe recuperar el espacio público sin ningún tipo de concesión o intervención política, erradicar el microtráfico y devolverles la plaza de mercado a los sogamoseños para su disfrute, al final se trata de darle orden y ejercer justicia.
En medio de la crisis económica que vive la ciudad, un equipamiento de abastecimiento en donde tengan cabida nuestros productores locales, en donde se ejerza el orden, se recupere la seguridad y se cumplan las normas sanitarias, le daría a la ciudadanía una oportunidad para mercar en condiciones económicas y a los comerciantes y campesinos un escenario adecuado para el ejercicio de su actividad comercial. ¿Por qué no pensar en nuestra plaza de mercado como un atractivo turístico más? No podemos acostumbrarnos a vivir en medio de la anarquía, el desorden y la inseguridad, la ciudad tiene mucho potencial y la central local de abastos es un tesoro económico escondido, debemos ponerlo a producir a toda máquina.