El encuentro entre los docentes y los estudiantes es el espacio para debatir qué es el cuidado y la felicidad – David Sáenz #Columnista7días

Hace poco me preguntaron en un conversatorio si la tecnología y la inteligencia artificial reemplazaría a los profesores. Respondí que depende del paradigma, del modelo educativo y de la pretensión que se tiene de la educación. Si se sigue fomentando la idea, casi generalizada, que la finalidad de la educación es la formación de personas para el trabajo y para la explotación y la dominación de la naturaleza, lo más seguro es que sí se reemplace a los docentes por máquinas. En cambio, si se cree que la educación tiene que ver con la formación de seres humanos, libres, autónomos, cuidadores, dialogantes, soñadores, democráticos, críticos y aprendices de vivir en la incertidumbre, lo más seguro es que no nos reemplacen. 

Con lo anterior no pretendo decir que la tecnología o la inteligencia artificial tenga que ser sacada de las aulas de los colegios y las universidades, pretenderlo sería anacrónico. Lo que hay que hacer con ellas es ponerlas al servicio de la ciencia, de la formación del ser humano y de la escucha de la naturaleza. Por ejemplo, el Laboratorio de Aplicaciones Bioacústicas de la Universidad Politécnica de Cataluña está llevando a cabo un experimento pionero en la India: instalar sensores acústicos para evitar que los elefantes sean atropellados por las locomotoras.

Lo anterior lo conocí en Ecos, un podcast de Jorge Carrión. Lo cual me hizo pensar que de la ciencia y de la inteligencia artificial, tenemos que sacar lo mejor para los humanos y para la vida del planeta. En el caso anterior, para los paquidermos. Precisamente por ello, se hace necesario que los profesores y los estudiantes se encuentren a dialogar, a aprender, a conocer, a soñar. Aristóteles creía que la mejor manera de descubrir qué es lo que nos hace más felices o lo que más nos conviene, es descubierto en el espacio comunitario. Precisamente por ello, la educación que es una experiencia comunitaria y de encuentro, puede posibilitar que todo este devenir tecnológico no se convierta en un enemigo nuestro, sino en un reflejo de lo mejor que puede dar la humanidad. 

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