A tan solo tres días de la muerte de su hermano “Pachito”, un infarto apagó la vida del violinista Mauricio Cristancho Hernández.

Definitivamente, la muerte tocó a la puerta de la dinastía Cristancho, herederos de la brillante obra compositiva del maestro Francisco Cristancho Camargo, el autor de magnos clásicos como: “Pa’que me miró” “Tisquesusa, Bachue, Tequendama, Mi Chatica” entre tantos otros.
Primero fue el maestro “Pachito” Cristancho Hernández, quien luego de haber estado interno en la Clínica Country de Bogotá, perdió la batalla y se despidió de la esfera terrenal para emprender su éxodo sin retorno y reunirse en el “ensayadero” celestial con su padre.
Y a tan solo tres días de la partida de su hermano “Pachito”, un infarto fulminante acabó con la vida del violinista, pedagogo y gestor cultural Mauricio Cristancho Hernández, otro de los abanderados del inmenso relicario compositivo que brotó un 27 de septiembre de 1905 en una pintoresca parcela dibujada en el lienzo de un nido verde de la entraña boyacense.
Al parecer el patriarca mayor, llamó a sus hijos uno tras otro porque de seguro los necesita para entonar alguna enigmática melodía que requiere del toque mágico del chelo y el dulce sonido del violín y enlazarlos con el timbre agudo de una trompeta glorificada, progenitora de icónicos sonidos resguardados en las partituras perennes de nuestra bella música andina colombiana.
Quedan ahora los relevos generacionales de un apellido sonoro y grandioso, el que seguramente seguirá perdurando en los calderones del tiempo, porque para fortuna de nuestra música, la nueva sangre de la dinastía Cristancho está recorriendo el sendero marcado por su abuelo y sus padres como presagio omnipotente de una síncopa que jamás desaparecerá mientras siga su galopar fulgente de la mano de nuevas generaciones empotrada en el espíritu popular.
La tarea corresponde a los talentosos mozuelos como Andrés Francisco Cristancho quien parece haber heredado el corazón gemidor y dulce de su padre, el cálido trinar de la cadencia de su tío y el alma ensoñadora e impetuosa de su abuelo.
Buen viaje queridos y admirados maestros: Mauricio y “Pachito” Cristancho Hernández y un saludo de gratitud eterna al progenitor de los raizales colombianos, el gran e inmortal Francisco Cristancho Camargo.