¿Tendremos vocación turística? – Mauricio Barón #ColumnistaInvitado

Columnistas 7 dias Mauricio Baron Granados

En términos simples, un turista es una persona que viaja a otro lugar, lejos de su entorno social habitual, por motivos de negocios, placer o sociales. Según la mayoría de las definiciones aceptadas, para ser clasificado como turista, una persona debe permanecer en ese lugar durante más de 24 horas, pero no más de un año.

El turismo ofrece una amplia gama de beneficios, incluidos los beneficios económicos para las ciudades que atraen a un gran número de visitantes, debido al dinero que gastan no solo en su estadía real, sino también en los negocios locales. También proporciona una gran cantidad de puestos de trabajo para las personas que trabajan en la industria del transporte y la hostelería, entre otros.

Esta actividad económica del sector terciario definitivamente es una oportunidad que tienen los pueblos para encontrar en ella nuevas vocaciones y formas de generación de riqueza; así, por ejemplo, es importante ver el caso de los españoles que encontraron en el turismo un importante reglón de la economía que les representa en la actualidad el 20 % de su PIB y más de 2,8 millones de empleos de calidad. 

En nuestro caso es evidente que la ciudad entró desde hace más de veinte años en crisis económica generada por la pérdida de competitividad de nuestra industria metalúrgica en el mundo y porque justamente el acero dejó de ser un elemento estratégico en el proceso de industrialización. Además de lo anterior, Sogamoso dejó de ser el mayor proveedor de bienes y servicios que se consumen en el Casanare, que nos convertía en una importante potencia comercial del oriente colombiano; esto obliga necesariamente a una reinvención de nuestras vocaciones, caso contrario seguiremos en una ciudad cuya estructura comercial se basa hoy en buena medida en los remates de mercancía llamada “todo a 1000”.

Es importante este asunto porque a más de la precaria infraestructura de la ciudad, los índices de corrupción, las dificultades de seguridad o de prestación de los servicios de salud, etcétera, un problema fundamental de nuestra ciudad es su precaria economía local que se traduce en falta de oportunidades, desempleo, informalidad y una baja capacidad de consumo, lo que nos pone cada día más en la cola de la fila de municipios prósperos de la región.

En el momento de escribir esta columna, supe que la ciudad no pasó el tamizaje de mercado que hizo una firma propietaria de un importante almacén catalogado como de grandes superficies, que vende materiales de construcción y decoración del hogar y el mismo comenzara su construcción en Duitama, mientras tanto Sogamoso se llena de tiendas D1.

Muchas personas ven cómo estamos rodeados de atractivos naturales, paisajísticos, gastronómicos y religiosos, que podrían ser utilizados para atraer turistas y encontrar en este reglón económico un escenario de recuperación económica, pero no es posible hacer turismo con una ciudad llena de polvo que no barre sus calles, con la malla vial en alto estado de deterioro o sin coordinar una agenda que ofrezca incentivos de diversión al turista, aprovechando nuestra posición de capital de un provincia supremamente atractiva.

Como seguir con el páramo de Ocetá cerrado, con playa blanca en obra por más de hace dos años, sin nunca haber entendido y menos promocionado nuestra riqueza histórica como capital religiosa del imperio chibcha; este último hecho de ser aprovechado en coordinación con los atractivos de la provincia nos convertiría en un destino sin igual, pero es que el turismo debe dejar de ser un discurso y pasar a la acción.

La ciudad debe entenderse en articulación con el Festival Vallenato de Nobsa, con los postres de Iza o la belleza arquitectónica de Tibasosa, sin dejar de lado la imponencia de nuestros páramos o lo sublime de nuestros templos religiosos, muchos de ellos herencia de las encomiendas asentadas en nuestros territorios, todo esto teniendo como epicentro la pila bautismal del imperio chibcha -el Templo del Sol-, podrían darle al viajero cientos de cosas por hacer y disfrutar; todo ello en línea de modernidad, esto es, ver el turismo como lo quiere ver el que quiere viajar y es que nuestros escenarios deben ser cuanto menos, como dicen los jóvenes, instagramiables, todo debe verse estético, limpio y agradable, no de otra forma podemos ser recomendables para descansar y disfrutar.

Al final del día, esta reflexión no es otra cosa que llamarnos la atención acerca de una potencialidad que tenemos sin explotar y que podría ser una de las salidas a la crisis que vivimos, pero tomada en serio. En estos días vi un titular que indicaba que a la ciudad  habrían llegado 30.000 viajeros en semana santa; haciendo cuentas en una servilleta, en Sogamoso no existen más de 150 camas de hotel, no sé dónde albergamos esa cantidad de viajeros de la que nos hablaron, pensaría que esos viajeros no son propiamente turistas, sino que esa cifra obedece a los tantos sogamoseños que a falta de oportunidades tuvimos que salir a buscar oportunidades fuera de la ciudad y que regresamos el Miércoles Santo en la noche para madrugar a comer en nuestras casas el generoso desayuno de Jueves Santo.

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