Hay que ver ‘La primera vez’, de Dago García – David Sáenz #Columnista7días

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Durante la Semana Santa aproveché que tenía un poco de tiempo para ver una serie, llamada, La primera vez, es del director, Dago García. Decidí verla por recomendación de un amigo cinéfilo, quien me aconseja cuando siento que mi espíritu tiene el deseo de contemplar algún largometraje o cortometraje.

Cuando mi amigo me comentó acerca de la trama de la serie, dudé si quería verla o no. Incluso se me hizo un poco extraño que mi consejero en estos aspectos me recomendara una serie sobre adolescentes. Sin embargo, dada la confianza que he depositado en mi amigo para estos fines, la vi.

No sé si se deba a mi nula formación en cine y televisión, o si soy muy poco exigente, pero caí tendido frente al televisor y en dos días me devoré trece capítulos de un poco más de cuarenta minutos cada uno, es decir, más de nueve horas en total.

La primera vez, trabaja muchos problemas de la época en la que se encuentra ambientada, la vida capitalina de los años 70: el eco que empieza a hacer el narcotráfico en Colombia, el lavado de activos, el paro del 77, el estado de sitio, las protestas, la fragilidad de la economía, la brecha de oportunidades entre las clases sociales, los colegios masculinos y femeninos, entre otros.

Por otra parte, también aborda algunos temas que siguen siendo muy vigentes: el machismo, el lugar de la mujer en la sociedad, la amistad entre hombres y mujeres, la libertad de expresión y la educación que reciben las clases altas, versus la educación que reciben las clases más desfavorecidas y vulnerables.

Puesto que son muchos problemas, quisiera centrarme en uno, el último que he mencionado: la educación que reciben las clases más privilegiadas versus la educación que viven los más desfavorecidos.

Eva, el personaje principal, interpretado por Francisca Estévez, es una mujer cultivada, bien hablada, con un acervo cultural que le permite utilizar referentes literarios para comprender situaciones que vive con sus amigos. Por ejemplo, pensó en Romeo y Julieta de Shakespeare para analizar el amor arriesgado y no dubitativo. Propuso el Retrato del artista adolescente de James Joyce, para que sus nuevos amigos ponderaran las circunstancias de sus realidades. Además de ello, recurrió a Una habitación propia de Virginia Woolf para defender la necesidad que tienen las mujeres de tener un espacio para el cultivo de sí y para repensar su devenir histórico. En otro sentido, planteó que, en Siddhartha, de Hermann Hesse, hay una vocación de paz interior. Sumado a esto, habló de La dama de las camelias de Alexandre Dumas, como un espejo en el que ella se veía. Y en uno de los momentos más álgidos de la serie, recurrió a De profundis de Oscar Wilde para meditar sobre la homosexualidad. De cualquier modo, ¿sabía todo esto porque era tan bella y agraciada? No, en absoluto, la educación que ella recibió desde su infancia más temprana era más profunda y avanzada.

Por otra parte, Eva hablaba muy bien inglés, incluso cuando pronunciaba el nombre, Oscar Wilde, lo hacía con el acento y la seguridad que proporciona aprender la lengua en la niñez y vivir fuera del país. Así mismo, Eva, la primera mujer en el Colegio Distrital José María Root, es la demostración que enuncia que para aprender una lengua extranjera hay que conocer con detalle la lengua materna.

Ahora bien, Eva es una mujer encantadora, no obstante, no podemos creer que se trata solamente de su carácter y de su grandiosa inteligencia, se debe a que Eva tuvo una educación distinta a sus amigos, gozaba de una biblioteca propia y lo más probable es que haya asistido a colegios en donde por más que la expulsaran, sí le motivaron el espíritu humanista del pensamiento crítico y del libro como un referente para pensar los problemas.

En Eva, las preocupaciones intelectuales no tenían como fundamento aprender algún día una técnica para obtener un trabajo. Tampoco soñaba con empleos o profesiones futuras tan alejadas de sus posibilidades como sus compañeros. Ella podía decir con seguridad lo que deseaba ser, dado que sus necesidades básicas ya se encontraban resueltas. Sus problemas se parecían a los de la clase alta de este país: la tentación de hacer más dinero con la situación del narcotráfico.

En cambio, sus amigos del colegio distrital tenían obstáculos para sacar los libros de la biblioteca escolar, el profesor de inglés no sabía inglés, su relación más cercana con los libros era con las revistas pornográficas que encontraban en el mercado negro. Sus días se iban en el aburrimiento y a su profesora de literatura, la mejor de todas, no era admirada por su intelecto sino por sus piernas y sus atuendos provocativos.

Pues bien, después de ver la serie, considero que debe ser vista en los colegios, tal vez se podrían leer los libros propuestos allí y darle la importancia a la lectura, no solo porque nos puede ayudar a mejorar el rendimiento académico, sino porque nos pueden brindar compañía en los momentos de las preguntas más urgentes de la vida. Por otra parte, podría ser un referente para analizar aquella época y para profundizar en los temas políticos que estaban de fondo. Por último, ver la serie puede contribuir a pensar un debate que poco se tiene en Colombia:  la distinción que hay entre la educación que reciben las clases altas, y quienes van a los colegios estatales. Carolina Sanín en algún momento dijo que todos y todas deberíamos asistir a la escuela pública, en esa diversidad podríamos aprender a vivir juntos y a romper los prejuiciosos que tenemos sobre los otros en este país tan clasista.

Hoy, mucha gente hace esfuerzos muy grandes para que sus hijos asistan a la educación privada, sin embargo, no nos hemos dado cuenta de que el Estado nos metió un golazo al aprovecharse de nuestra superficialidad y nuestro clasismo, pues se valió de nuestro vicio privado para no hacer las inversiones necesarias en los colegios públicos.

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