Participar del proyecto Patriotas es tal vez la mejor experiencia de mi vida empresarial. Invitado por el gobernador Miguel A. Bermúdez, a quien Boyacá le debe el reconocimiento eterno, nos montamos en esta gesta que fue llevar el equipo a la categoría A.
En Patriotas se conjugaban varios tópicos de mi vida, el primero poderle devolver a mi terruño algo de lo que tanto nos ha dado y el segundo, poder hacer de esta una empresa viable, más allá de los intereses politiqueros que tanto nos caracterizan.
Patriotas al final se terminó convirtiendo en una obsesión de vida, cada 15 días en Tunja y cada 15 en algún lugar del país donde jugara el equipo con el apoyo de G&J, lo que nos permitió conformarnos en una gran familia, junto a la pequeña afición que logramos atraer.
De Patriotas sobreviven buenos y malos recuerdos: el mejor, indudablemente el día que ascendimos, y el peor, la traición del gobernador Londoño cuando nos engañó aprobando que la Dimayor permitiera que el Chicó llegara a Tunja, para luego abandonarnos a nuestra suerte.
Lo más difícil, jugar contra el fútbol mafioso de la época, lo que significó un verdadero riesgo al denunciar las anomalías, como cuando el Pumas desarmó el equipo para darle el triunfo al Caucasia para que jugará la final con el Cúcuta.
Luego se logró el ascenso, que premió la propuesta que hicimos a la Dimayor de crear la Promoción, la cual inauguramos y la que premiamos con generosidad y el día de la celebración fue monumental, el paseo en la máquina de bomberos cual reinas de belleza no tiene precio, lo habíamos logrado.
Mi paso por la A como Presidente está lleno de sinsabores, la meta de llegar a los 8 se volvió un propósito de vida; qué duro fue comenzar perdiendo 0-3 con el Tolima de locales y recién inaugurados, creo que ha sido el peor día de mi vida. Luego recompusimos el camino para estar en los 8 por 12 segundos, que fue lo que se tardó en ganarle el Pasto al Cúcuta mientras nosotros esperábamos en Bogotá, luego de ganarle a Millonarios. Pasto fue siempre nuestro karma.
Entrar a los 8 era mi condición para continuar dirigiendo el equipo y lo entendí como una misión cumplida; para la época ya les había donado las acciones a los socios boyacenses y eran ellos los que debían marcar el derrotero, al final fueron 11 años en la primera categoría para tocar el descenso del que esperamos salga pronto.
Patriotas se convirtió en mi vida y lo peor fue dejar de ser Santafereño cuando los enfrentamos en Tunja, lo que significó que me quedara sin equipo y el fútbol muriera para mí por completo.
La mejor anécdota, cuando nos tomamos la rueda de prensa en Medellín luego del robo del Nacional, lo que se publicó por todos los noticieros; mi novia de la época me dijo: “Ramírez has pasado del anonimato al desprestigio”.