El trabajo no dignifica, esclaviza – David Sáenz #Columnista7días

Hay palabras que se vuelven habituales en nuestro horizonte mental y en nuestra cotidianidad, tanto así que, de tanto pronunciarlas o de tenerlas presentes, no les prestamos atención. Este es el caso de la palabra, estrés. Utilizamos este anglicismo para referirnos a las formas en que nuestras vidas se vuelven caóticas, agobiantes, y que tienen como resultado que nuestro equilibrio mental se descomponga, y que nuestro cuerpo se enferme.

Puede que aquello que nosotros podríamos tener con más salud, sea la mente y la vida del espíritu, dado que el cuerpo, per se, es tendiente a la enfermedad y al deterioro. Tal vez a través de la meditación, del tiempo en la naturaleza, del ocio, de la lectura, de la buena conversación con los amigos, lograríamos tener una vida más armónica, sin embargo, no hay tiempo para eso, y es justo ahí, en donde nuestra vida se llena de pesadumbre y sucumbimos ante el estrés.

He asistido a algunas terapias físicas y he tenido la posibilidad de conversar con algunos pacientes y con la fisioterapeuta, quienes me han contado que sus vidas están tan llenas de estrés y que, algunas de sus dolencias se deben a esta anomalía propia de nuestra época.

Un señor me relataba que tuvo una parálisis facial justo en el momento en que enfrentaba un alto nivel de estrés. Me decía que llegaba la noche y no podía conciliar el sueño y que se levantaba a trabajar, también me narraba cómo cuando descansaba se sentía culpable, pues pensaba que el tiempo que le dedicaba a darle una tregua al cuerpo era una total pérdida de tiempo.  

Por otra parte, y en un escenario distinto, conversé con un estudiante de medicina que me decía que en su internado pasa los días sin dormir y sin descanso alguno. Él es consciente de que el sistema es el que nos enferma y el que nos agobia la vida.

Podría seguir relatando historias relacionadas con el estrés narradas por personas que trabajan en distintos ámbitos, el de la salud, la educación, el bancario, el comercial, el periodístico, etc., y en todas hay un punto de encuentro: se encuentran extenuados al punto de sentir que la vida es una carga muy pesada que no quisieran seguir llevando.

Al pensar en estas cosas viene a mi mente el mundo distópico planteado por Orwell en 1984 y una de las consignas del lema del partido único y totalitario: La libertad es la esclavitud. Se supone que esta es una época de libertad, no obstante, de qué libertad hablamos, cuando ni siquiera tenemos tiempo para las actividades más humanas, por ejemplo, dormir, comer, hablar con los amigos, salir al campo. Somos en definitiva esclavos modernos y lo peor de todo, es que amamos a nuestro amo: el sistema. No hemos sido capaces de rebelarnos contra él.

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