Julio Flórez recibió la luz de la vida en Chiquinquirá y lo sorprendió la muerte en Usiacurí, distante, 48.6 kilómetros al sur de Barranquilla.
La gloria de Chiquinquirá es haber sido testigo del advenimiento del bardo. Solamente eso, porque muy pequeño fue llevado por sus padres a Vélez (Santander), luego, ad portas de la adultez, pasó a Bogotá, donde permaneció por muchos años y enriqueció su acervo poético, hizo parte de la gruta simbólica, viajó a Europa y su nombre se iluminó con las luces sempiternas de la fama que lo llevaría a la eternidad.
Chiquinquirá se enorgullece de ser la cuna del vate, pero es en Usiacurí donde conoce el verdadero amor, se casa, forma un hogar y se enfrenta a una enfermedad que lo llevaría a la muerte, el 07 de febrero de 1923, 55 años, 8 meses y 16 días después de haber iluminado el suelo patrio, Chiquinquirá.
Por el hecho de ser su cuna, Chiquinquirá prodiga a su bardo todos los honores que responden a la estatura de su grandeza. Se honra su memoria con el nombre que se le da al parque más importante de la ciudad, con la avenida ‘Julio Flórez’, mal llamada Avenida de las Palmas, que fue inaugurada por los gobiernos departamental y municipal, en el centenario del natalicio del poeta, el 22 de mayo de 1967. Además, el Instituto Industrial que lleva el nombre del poeta y la biblioteca pública municipal, que honra su nombre, entre otros.
Los concursos de declamación en el aniversario de su natalicio y de su muerte, las recurrentes referencias a su vida y su obra en textos y revistas y la veneración con que se pronuncia su nombre en la ciudad, hacen parte del orgullo chiquinquireño, por ser la patria chica del poeta del amor y de la muerte.
El escultor César Gustavo García Páez elaboró los bustos del Jetón Ferro, de Carlos Martínez, del escultor Rómulo Rozo, de Pío Alberto Ferro Peña y de Jorge Mateus. Tras un intento fallido para que estos bustos permanecieran en la ‘Avenida Paseo de los poetas’, la misma avenida Julio Salazar, desde la calle 9 hasta ‘Venta de Conejo’, salida a Bogotá, estos bustos fueron ‘Repatriados’ al parque Julio Flórez, donde hacen compañía al poeta de ‘La Araña’, ‘Todo nos llega tarde’ y tantos otros poemas que hoy son clásicos de nuestra literatura.
La presencia de los poetas en el parque de Flórez, motivó a la Fundación ‘Jetón Ferro’ a pedir al municipio que dichos bustos sean sacados de allí o, de lo contrario, que no se le llame Parque Julio Flórez sino ‘Parque de los Poetas’.
El alcalde Wilmar Triana ha mostrado su interés de trasladar los poetas o al parque del Barrio Sucre o al parque de la Estación del Ferrocarril o parque David Guarín, pero todo se ha ido en buenas intenciones y Julio Flórez sigue rodeado de los más destacados poetas pese a lo cual el parque más importante de la ciudad se denomina ‘Parque Julio Flórez’ y así se llamará siempre.
Usiacurí, adonde llegó el poeta seducido por la noticia de que las aguas termales que había en ese municipio podrían aliviar las dolencias de su cuerpo, terminó siendo el destino final de sus despojos.
Ahí, están, muy cerca de la casa de paja y madera, muy similar a los grandes bohíos de las tribus Amerindias, los pequeños pozos de agua azufrada donde el poeta bañaba su cuerpo y fraguaba su producción poética, gran parte de ella inspirada en el amor por su adorada Petrona Moreno, con quien se casaría y tendría varios hijos.
Estos sitios para el baño, llamados ‘Balmes o Balneum’, o ‘thermae o therma’, similares a los que surgieron en Roma, 200 años A.C, pero fue en el año 25 A.C cuando fueron diseñados y oficializados por el emperador Agripa.
En Chiquinquirá, Flórez recibió el agua fecunda de la vida, pero en Usiacurí encontró el amor, dio un vuelo inesperado y positivo a su poesía y dejó abiertas las puertas de su gloria porque “La muerte cierra las puertas de la envidia y abre las puertas de la fama”.
*Por: Raúl Ospina Ospina, periodista y escritor.