No muere quien vive en el recuerdo de las generaciones futuras, por eso la obra del poeta Julio Flórez es una cosecha de poesía, que seguirá germinando en el tiempo sin tiempo, y floreciendo en los sentimientos que hacen racionales y sensibles a los seres humanos, seguro de este semillero, vendrán nuevas y abundantes siembras, porque la obra del poeta es un libro abierto, con mensajes atemporales a los que nunca alcanzará la fatídica guadaña del olvido.
En su obra se perciben ansias de pensar, sentir y ser, es el canto inspirado en la vida de un corazón bueno, rebelde con la mezquindad, la injusticia e incluso con la muerte. Leer y degustar un poema de Flórez, alimenta el espíritu del niño o el viejo, en un lenguaje sencillo que a todos nos llega. El municipio de Usiacuri, es un lugar muy cercano al corazón del Poeta. Cuando el peregrino arriba a su paisaje, entiende por qué el cantor de la vida, el amor y la muerte decidió quedarse a vivir en el, allí se respira poesía en el tropical ambiente, en los vivaces y alegres hombres y mujeres de mirada y corazón sinceros, en el colorido del amanecer recibiendo a todo el que llega o el ocaso despidiendo el día en la hora de la entrega.
¡GRACIAS! Usiacurí por la hermandad de las regiones, unidos cuidando nuestros orígenes, nuestras raíces, nuestros valores, herencia de los abuelos, cada vez nuestro vínculo será más firme. Boyacá y Atlántico, Usiacurí y Chiquinquirá, dos regiones con diferentes gentes, en un fraterno abrazo que nos hace cada vez más fuertes.
Felicitaciones a este bello municipio, ‘rincón de la poesía colombiana’,
identificado en este bello verso del Poeta:
«Si supieras con que piedad os miro
Y como os compadezco en esta hora
en medio de la paz de mi retiro
Mi lira es más fecunda y más sonora»
Es indudable que este verso es hijo de su retiro en el paradisíaco Usiacurí.
Quiero invitarlos a viajar en el imaginario que vuela a través del tiempo, en el paisaje donde vivió sus últimos años el bardo Florez, para que percibamos cómo su espíritu influyó y sigue influyendo en su entorno, especialmente en la tesonera labor y constante empeño de Margarita Macías, por recuperar la casa, que amenzaba ruinas, donde finalizó sus días el poeta, hasta que logró los extraordinarios resultados que hoy se ven reflejados en el Museo Julio Florez, hecho que posesionó a Usiacurí, como un destino obligado para el turismo cultural y los amantes de la literatura.
Los invito a que abramos las alas y nos dejemos llevar por la brisa, que a diario acaricia el paisaje usiacureño, en el que todavía se siente deambular el espíritu del Poeta en la voz del viento.
Margarita, Mujer y Constancia
La paz del ocaso se arrebujaba en la hamaca del horizonte, las copas de los árboles se mecían en brazos del viento fresco, que se desbordaba por las cañadas entre las colinas, mientras tanto, la niña jugaba corriendo tras los remolinos de hojas secas, que levantaba la brisa bajo el centenario mango, allí, siempre observada por el ojo vigilante de la abuela, que permanecía sentada en la raíz jorobada del viejo árbol, escuchándola declamar los sentidos versos del poeta. Todo parecía una improvisada danza de la naturaleza, en la que la pequeña urdía sus ilusiones y sueños, alimentados por la sabiduría de la Nona.
El cansancio acumulado por las horas en el atardecer, adormilaba las alas de las aves, invitándolas a los nidos, igual que el conformismo y la monotonía habían anestesiado, con el tiempo la conciencia colectiva, así, cada día se eslabonaba a un nuevo día y nada sucedía en el reino de la rutina, incluso la ternura de la abuela le había dicho una tarde, que, de seguir así en su pueblo, llegaría el día en que el destello del relámpago se apagaría y el trueno llegaría a ser un susurro.
Esa tarde, la incansable niña seguía jugando con la brisa, mientras los lugareños regresaban de sus parcelas, y parados a la orilla del camino, saludaban a la sabia abuela y a la inquieta niña, que la noche ni la lluvia podían detener. Agunos ya le atribuían a la pequeña raros poderes, heredados de las flores, el viento y las nubes. Esa tarde habló la abuela, con el saber de los ancestros, mientras bañaba a la niña en la tina de los nietos, con el agua del aljibe que tiempo atrás curara al Poeta, y dijo » no hay mal que dure cien años ni pueblo que lo resista», entonces, después de mirar al cielo le confirió el poder de la persistencia y de ser una incansable luchadora, en beneficio de su pueblo adormilado en el conformismo.
El tiempo se encargó de llevar de la mano a la niña, para que cumpliera el sagrado encargo de la abuela, así tránsitó un sendero colmado de abrojos y dificultades, sin que estos la detuvieran, hasta que un día logró hacer realidad el sueño de su amada Nona, realidad reflejada en el Usiacurí de hoy, un pueblo digno de admirar y visitar por su cultura, sus gentes y su paisaje.
Usiacurí es un municipio encantador, con una propuesta de desarrollo atípica en nuestro país, crecimiento humano de la mano con la naturaleza, todo girando alrededor de la memoria del poeta Julio Flórez Roa, su vida y su obra, en un compromiso de la población con su región, de todos con todos en procura del bien común. En el corazón del pueblo y su proceso histórico, emergió la voz femenina con autoridad, germinada en el conocimiento, experiencia, asertividad y trabajo en equipo.
Así, incluso, proyectan a generar su propia propuesta pedagógica, para educar el niño de hoy como ciudadano del futuro, un modelo del que hay mucho que aprender, un municipio digno de conocer.
*Por: Fabio José Saavedra Corredor
Miembro Academia Boyacense de la Lengua