Hace unos días tuve que pasar la noche en una clínica acompañando a mi madre. Pensé que un hospital es un recordatorio de varias cosas: por un lado, que somos frágiles, y por otro, que los seres humanos somos capaces de poner al servicio de los demás nuestro cuidado y nuestra inteligencia. Este cuidado en forma de atención hace que la vida humana, que no se escapa de la enfermedad y del deterioro, sea más ligera.
Precisamente, sobre esto último quisiera hablar, era un poco menos de la media noche. El frío era intenso. La aplicación del clima estimaba que la capital boyacense estaba a siete grados. Otro señor acompañaba a su esposa y se notaba que el frío lo tenía disminuido. Una enfermera se acercó y nos dio una cobija a cada uno. Nos aconsejó que nos cubriéramos para que no nos resfriáramos, también bromeó sobre los acompañantes que se quedan tan dormidos, que los enfermos resultan pendientes de ellos.
Pasaba la noche y las enfermeras iban y venían. Suministraban medicamentos, verificaban signos vitales y de más. Noté que cada vez que se acercaban a las pacientes, lo hacían con respeto, con cuidado y compasión.
Casi a las 5:00 de la mañana llegaron de nuevo para cambiar los tendidos de las camas y para motivar a las pacientes a que se bañaran. Yo le ayudé a mi madre a bañarse, sin embargo, mi torpeza fue tanta, que una de las enfermeras me ayudó. Trató a mi mamá con tanto afecto y con diligencia, aun cuando la tarea de bañar a un desconocido puede ser de las más extrañas y un símbolo de humildad extrema en esta sociedad estratificada y clasista.
Me sentí profundamente agradecido con la enfermera. Esta experiencia me hace reflexionar en lo fundamental que es el cuidado para que la existencia de las personas sea más humana. Sin embargo, se hace necesario que el sistema también cuide de quienes trabajan en la salud.
He escuchado a muchos trabajadores de la salud, hablar sobre las difíciles condiciones laborales que viven con el sistema actual. Los contratan por OPS o CPS cuando trabajan tiempo completo, no les pagan los sueldos, los tratan como máquinas al exigirles turnos inhumanos, y lo peor de todo, los ponen en conflicto con los pacientes, dado que son la cara visible de unas leyes que en muchos casos atentan contra su ética y contra sus saberes.
Ojalá que la reforma a la salud que se plantea hacer en este gobierno proponga condiciones dignas para los trabajadores de la salud. No puede ser que quienes cuidan sean los más maltratados.