Intervenciones sin intervencionismo – Carlos David Martínez Ramírez #Columnista7días

Columnistas 7 días Carlos David Martinez

Es común que se afirme que en un gobierno de “derecha”, digamos de corte “neoliberal”, el estado no intervenga en economía, mientras en un gobierno de “izquierda”, podría decirse de tradición social-demócrata, se supone un alto nivel de intervención. La realidad es que esto varía mucho de acuerdo con el momento histórico y la región que se analice.

Sin ahondar en el concepto del neoliberalismo, en la tradición liberal se entiende que la intervención del estado es algo incómodo pero necesario para lograr unas garantías básicas.

En Colombia, donde la contrainsurgencia se inventó antes de la insurgencia, es decir, donde la izquierda se disminuyó tanto que en lugar de dar cabida al debate lo que muchos consideraron mejor fue un balazo en la cabeza y echar a un río, para muchos la intervención del estado se confunde con un intervencionismo indeseable.

La realidad es que en todos los países del mundo nunca se ha dado una absoluta falta de intervención del estado en la economía. Si se revisan las sanciones impuestas por la comunidad europea a empresas de tecnología por prácticas que promueven monopolios, podríamos inferir que hay un cuidado por garantizar dinámicas económicas justas. En el ámbito de Estados Unidos, en el 2008 llovieron burlas por la intervención “obligada” del estado para rescatar la economía, precisamente se señalaban esas intervenciones como traídas de la tradición marxista, tan desdeñada por la visión capitalista.

En nuestro país es difícil hablar de un intervencionismo asistencialista, ya que realmente eso nunca ha existido; al menos no con la cobertura y calidad con la que cuentan muchos países, como ejemplo podríamos analizar los subsidios por desempleo; a pesar de intentos como “familias en acción”, muchas veces usado con fines electorales más que con un espíritu de bienestar, por decirlo de una manera simple. 

Tampoco hemos gozado plenamente de las mieles del capitalismo, en el sentido en el que se supone que los ciudadanos deben “ganar” al tener ofertas competitivas, ya que la corrupción ha marcado la historia de muchas licitaciones y han existido “carteles” que fijan precio por conveniencia para unos pocos y no por la “competencia” “natural” del mercado.

Por esto hablar de intervencionismo y capitalismo en Colombia tiene tantos matices que cualquier comentario requiere comillas y explicaciones abundantes, debates que muy pocos están dispuestos a afrontar sin demagogias.

Con lo que esta pasando en Nariño se hace necesaria una intervención fuerte del estado para comprar productos a los campesinos, entre otras tantas acciones requeridas; además, esta es una oportunidad interesante para retar las capacidades estatales, para lograr intervenciones eficientes en beneficio de las comunidades necesitadas, sin necesidad de que los funcionarios sean tildados de intervencionistas.

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