Boyacá con tradición de libertad y paz

Boyacá posee jerarquía propia en la historia. Solo basta con repasar en el tiempo, acontecimientos preponderantes que la ubican en un sitial de honor en el concierto nacional e internacional, jerarquía refrendada en los versos de su himno que, a manera de sentencia, entre líneas, reza:

“Somos hombres primeros en el bien, en la guerra y la paz…

…A esculpir en el muro del tiempo, la esperanza de un mundo mejor”.

Fuimos primeros en la guerra, la guerra de Independencia, también somos primeros en la paz de Colombia, cuando se pudo apaciguar la furia de la violencia desatada, en el occidente del Departamento.

Cuando se dio la Campaña Libertadora, en 1819, realizada en gran parte, en nuestro territorio, fuimos epicentro del acontecimiento mas importante de nuestra civilización y nos constituimos en el faro que iluminó la libertad de Venezuela, Ecuador y Perú, en su momento, pero también, de Bolivia y Panamá, por consecuencia lógica.

En base a esta tradición, considero oportuno y conveniente, ratificar nuestra disposición para seguir explorando todas las opciones que nos conduzcan a una paz auténtica, concertada y merecida. Son más de cinco lustros que llevamos proponiendo mecanismos o instrumentos de paz, como el escudo de la Paz, la creación del Primer Batallón de Paz de Colombia. Es que todo confluye con fundamento histórico, aquí en nuestro departamento se encuentran la Primera Brigada del Ejército Nacional, aquí están los Batallones No. 1 de Infantería, Caballería, Artillería. Este es territorio primigenio de Libertad y Paz.

Cuando se retoma el tema de la paz, esta vez “La Paz Total de Colombia”, vuelvo a desempolvar la carpeta donde guardo con celo y cariño,  el hermoso escudo de la paz de Colombia, que por tantas ocasiones he tenido que reformar, acondicionar y perfeccionar, según las circunstancias, durante los últimos cinco lustros (25 años) cuando por lógicas razones, cada mandatario de los colombianos ha tenido una visión personal de lo que significa y representa la paz – llámese como se llame, pero al fin y al cabo, Paz.

No hay duda de que los colombianos anhelamos encontrar ese, tan esquivo estado de vida, en el que todos, sin distingos de razas, credos, estratos sociales o fundamentalismos ideológicos, disfrutemos en auténtica y verdadera convivencia, los excelsos frutos de esta maravillosa tierra llamada Colombia.

Parece la utopía irrealizable, ya que venimos de frustración en frustración, bajo lemas o consignas deslumbrantes y efectistas, pero ausentes de la realidad que vivimos a diario.

La paz es el resultado de procesos muy complejos en los que tenemos que participar cada uno de los colombianos, desde las más eminentes y encumbradas dignidades del gobierno y demás poderes, hasta los más elementales, humildes y modestos e inermes ciudadanos.

La paz no se negocia – Ni se compra, ni se vende – como ya se intentó en más de una ocasión, la paz tampoco se decreta y se declara. La Paz Autentica, Concertada y Merecida será la consecuencia de lograr, en la claridad de los conceptos, mediante una educación apropiada, un estado natural, franco y sincero, donde prime el respeto y la consideración, donde la tolerancia sea la consecuencia de saber escuchar y comprender las ideas, hasta de los propios adversarios. Que en la sinceridad y la tolerancia nos reconciliemos de verdad y todos, juntos; en unión de pensamientos y propósitos caminemos por senderos verdadera convivencia.

Tengo por cierto que insistir y persistir, y que cada intento sea un peldaño más para llegar a la cumbre del entendimiento, es la mejor manera de justificar esta nueva disposición de contribuir desde mi modesta pero orgullosa condición de Patriota, que aspira a que este nuevo intento sea el definitivo.

Debo confesar que desde que iniciamos esta noble misión con mi amigo Benjamín Ojeda Avellaneda, un revolucionario, libre pensador, como yo, que desde 1998 no me acompaña, porque partió a la eternidad, a pesar de las adversidades, desencuentros, y hasta desprecios, impopularidad o  infortunio, sigo firme en mi propósito que este escudo, sea el símbolo de la fortaleza de todos los espíritus que de manera responsables nos comprometemos a aportar en este excelso y noble proceso, que de una vez por todas se concluya en la Paz Total de Colombia.

Boyacá es el escenario donde humildes y modestos campesinos de Arauca, Casanare, Santanderes, Boyacá y de tantos otros lugares, que ofrendaron, hasta sus propias vidas por darnos Patria y Libertad, y hoy atendiendo los versos de nuestro Himno podremos exclamar a los cuatro vientos, que, si somos primeros en el bien, en la guerra y la Paz, y que estamos esculpiendo en el muro del tiempo, la esperanza de un mundo mejor, para todos los Colombianos.

*Por: Eduardo Malagón Bravo, Patriota Boyacensista

-Publicidad-