Dejad que los niños vengan a mi…

Quiero advertir al iniciar está crónica que profeso la religión cristiana católica por herencia de mis padres. Yo soy creyente, pero era poco practicante, a decir verdad. Solo asistía a misa cuando me invitaban, a las que se hacen en el colegio en donde trabajo o a los entierros de conocidos y familiares. La verdad es que me aburrían, no sé si porque de niño mi papá me llevó a todas las misas que pudo, mientras pudo, y yo era muy niño para entenderlas. Y, por otra parte, no sé si era porque me tocaba con unos sacerdotes viejitos que hablan como susurrando y yo me dormía.

Cuando mi esposa dijo que mi hijo Juan Eduardo iba a preparase para la Primera Comunión, tomé la cosa con resignación y dije “será”. Y aquí empieza mi Crónica.

Para la primera sesión de preparación, yo pensé “eso es dejarlo allá, en clase de catequesis y me vengo para la casa”. Me empaqué unos pantalones de sudadera, una camiseta, medias, tenis, cachucha y listo a llevarlo. Cuan equivocado estaba. Resulta que cuando llegamos, nos hicieron seguir al aula múltiple de la sección Rafael Londoño Barajas, y qué creen: ¡hicieron misa! Luego, una reunión donde nos explicaron cómo era el proceso de preparación. Entonces recordé como fue mi propio proceso de preparación para ese sacramento y tomé conciencia de que mi hijo se estaba preparando para un momento muy importante en su vida.

Foto: Pablo Emilio Sanabria

Otro momento fue cuando Juan Eduardo, nos dijo, un día después de la jornada de preparación, que la tarea era ir a misa todos los domingos. No les miento, lo pensé dos veces, pero por nuestros hijos hacemos lo que sea y mi amor de padre me indicaba que debía ser consecuente, con la preparación de mi hijo al sacramento de la Primera Comunión. ¡A misa los domingos! Hoy, creo que las obras de Dios son perfectas, por lo que sucedió en ese regreso en familia a misa los domingos. Fue un encuentro nuevo con Jesús. Me animé a cantar viendo la emoción de todos los presentes, a escuchar el mensaje del sacerdote (y era un viejito), su mensaje llegó al corazón. Entendí que Dios siempre ha estado conmigo. Yo fui el que me alejé de él. Recordé cuando mi papá me llevaba a misa y comprendí por qué él lo hacía.

El recordar nuevamente las oraciones que debe saber todo católico para poder acompañar a mi hijo a que se las aprendiera, fue otro proceso que nos enriqueció, ya que teníamos con mi esposa que explicarle cuál era su sentido e intención.  A partir de esta experiencia, cuando oro todas las noches con mis hijos, siento que Dios me escucha más a través de sus inocentes voces y agradezco por todas las cosas maravillosas que he ido aprendiendo con el proceso de preparación de mi hijo.

Foto: Pablo Emilio Sanabria

Una experiencia que nos marcó a todos como familia, fue la jornada de servicio en el asilo San José con padres e hijos que organizaron las docentes catequistas. Teníamos tantas expectativas y el choque cuando llegamos fue duro al ver a las ancianitas. Saludamos y nos quedamos parados esperando qué pasaba. Gracias a Dios nos fueron indicando que debíamos hacer y comenzamos a repartir el desayuno a las abuelitas. Mi esposa me pasó una bandeja con caldos que fui repartiendo, mientras me daba cuenta de cuanto amor necesitaban esas hermosas ancianas. Fue emocionante ver cómo nuestros hijos asumieron esa labor de servicio. Se me aguaron los ojos viendo a mi hijo y a otros niños, colaborar con el lavado de loza con un empeño y dedicación que no le había visto. Colaboramos en diversas actividades como extendido y organización de ropa, en cantidades industriales, que me hicieron reflexionar en el enorme espíritu de entrega y servicio al prójimo de las personas que trabajan allí. Un momento emociónate fue participar en la jornada de recreación que organizaron algunos de los niños para las abuelitas. Verlos reír y disfrutar, nos llenó a todos el corazón de alegría y emoción. Creo que todos los que asistimos, salimos cambiados después de esa experiencia tan hermosa. Me emociono mucho ver un niño llorar cuando se despedía de las ancianitas y el comentario de otra niña que dijo que había recibido y dado muchos abrazos.  Entendimos la importancia de practicar las obras de misericordia. Sentimos que debíamos estar agradecidos con la vida que tenemos, lo maravilloso que es servir y con desinterés y dar amor a quien lo necesita.

Mi Juan Eduardo culminó su proceso de preparación en compañía de su familia, gracias a una actividad que organizó el colegio: un rally de refuerzo sobre lo que había aprendido, donde nos integramos con otros padres para resolver una serie de pistas relacionadas con la preparación que habían tenido nuestros hijos y donde, como padres, volvimos a recordar principios de la vida cristiana. Aprendimos también cómo cada parte de la misa tiene un sentido, es una fiesta en que Jesús nos invita a hacernos partícipes con la alegría y el entusiasmo de recibirlo en nuestras vidas, como el amigo que nunca falla.

Foto: Pablo Emilio Sanabria

Esta es una crónica muy corta del proceso de preparación que tuvimos todos con miras a la primera comunión de mi hijo, y digo todos porque el proceso nos integró como familia, nos hizo participes y transformó nuestra vida como familia cristiana. Quiero finalmente explicar el porqué del título: en alguna ocasión Jesús dijo “Dejad que los niños vengan a mí”, yo lo complemento, porque detrás vendrán sus padres a reencontrarse nuevamente con su iglesia, con Jesucristo.

 Oscar García Molano

 Padre de familia Colegio de Boyacá

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