¡Se vive! ¡se siente!…  La envidia está presente – Víctor Manuel Legízamo

En un breve acercamiento a su descripción fenomenológica, la envidia ni se quiere, ni se conoce; solamente se siente. 

No es un acto de razón en su expresión especulativa, ni un hecho causante de la voluntad; es la materialización de un estado existencial llamado sentimiento. Un sentimiento, es un estado impreciso de agrado o desagrado. La envidia pertenece al grupo de los sentimientos penosos e intencionales puesto que es una desazón provocada por algo exterior. 

El envidioso siempre estará disgustado por el bien ajeno. El envidioso nunca sentirá un dolor físico en su interior, pero siempre tendrá un malestar general, creciente y duradero que le roba la paz interior. La envidia es uno de los sentimientosmortales de la autodestrucción de la persona humana. 

Cuando se enquista en el corazón de un individuo trasforma a la otra persona en sí mismo y en ese momento su vida se orienta contra él, con un solo objetivo: “Si va a ser esto, o va a ser aquello, yo también; si yo no lo tengo, si yo no puedo, él tampoco”. Y en ese momento viene la desgracia de desconocer la grandeza de otro como parte de mi complementariedad, pues más alegría causa en el envidioso el mal ajeno que su propio bien. 

La envidia, es considerada por el cristianismo como uno de los siete pecados capitales, porque es principio u origen de otros pecados; a ella se le unen sentimientos de inferioridad, oposición y antipatía resultantes de la toma de conciencia de que otra persona o grupo posee un atributo personalmente ambicionado.

El envidioso es de mente pequeña porque todo le queda grande. El libro de la Sabiduría nos dice que «por la envidia del Diablo entró el mal en el mundo, y la experimentan los que le pertenecen». (Sb 2, 24). 

La preocupación del envidioso es la felicidad del vecino. El envidioso echa de menos ese valor agregado de felicidad que disfruta el otro y el vacío relativo de la imposibilidad de colmarlo. El envidioso critica nuestra felicidad porque en el fondo él también la desea y es capaz de tomarse un veneno esperando que el envidiado se muera.

La envidia a diferencia del amor es la antítesis de la caridad, porque es presumida y engreída, es maleducada y egoísta, se irrita y lleva cuentas del bien, se alegra de la injusticia y goza de la mentira; la envidia odia sin límites, denigra sin límites, maltrata en redes sin límites, la envidia no pasarájamás.

Hay que curarse de la envidia para no enfermarse por culpa los de los demás. Una práctica saludable es la emulación que consiste en no dolerse de la felicidad ajena, sino en tratar de alcanzar la propia. 

Otra es estar en un proceso de mejora continua, sabiendo que somos proyectos inacabados y tenemos necesidad de completarnos sin compararnos con los demás; hay que compensar nuestros descontentos dando lo mejor de nosotros mismos y haciendo las cosas bien. Los valores no dejan de ser estimables por el hecho de pertenecer a otros; son valiosos siempre. 

Muchos hombres envidiados pueden ser más creativos, y toda creación humana es bien común porque enriquece el patrimonio de la humanidad. En la medida en que la envidia frena a unos, empobrece a todos. 

Un desafío frente a la envidia es convencernos que en la búsqueda del bien personal, social e institucional existe la necesidad de una imperante y real solidaridad de la especie humana, donde se sosiegan los egos y surge el bienestar.

*Por Víctor Manuel Legízamo Díaz, 

sacerdote

-Publicidad-