¿Mejor provocarla que sentirla? – Gabriel Ángel Villa

La soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envida y la pereza, han sido catalogados por la Iglesia católica como pecados capitales. Y la denominación de “capitales” no hace referencia a la magnitud de dichos pecados, sino al hecho de que dan origen a muchos otros pecados, rompiendo con el amor al prójimo, proclamado por Jesús.

En el caso, nos ocupa la envidia, que ha sido definida, entre muchas acepciones, como un sentimiento o estado mental en el cual existe dolor, desdicha o tristeza por no poseer uno mismo lo que tiene el otro, ya se trate de bienes, cualidades superiores u otra clase de cosas tangibles (bienes materiales: dinero, propiedades) e intangibles (capacidades intelectuales, artísticas, deportivas…)​

Para Santo Tomás de Aquino, la envidia es «tristeza del bien de otro». Además, apunta el santo, que de entre los pecados capitales, la envidia, es el único que produce tristeza, pues los demás producen cierto gozo y placer; por ejemplo: en la gula, el comer; en la soberbia, el hecho de “desahogarse”; en la avaricia, el poseer sin límites, etc., en cambio en la envidia el sentimiento es de tristeza.

En el ámbito del psicoanálisis, la envidia es definida como un sentimiento experimentado por aquel que desea intensamente algo poseído por otro.  La envidia daña la capacidad de gozar y de apreciar lo que uno mismo posee.  La envidia es un sentimiento enojoso contra otra persona que posee o goza de algo deseado por el individuo envidioso, quien tiene el impulso de quitárselo o dañarlo. La persona envidiosa es insaciable, porque su envidia proviene de su interior y por eso nunca puede quedar satisfecha, ya que siempre encontrará otro en quien centrarse.

La envidia en la psicología, es el sentimiento de tristeza o pesar del bien ajeno. Lo que no le agrada al envidioso, no es tanto algún objeto en particular que un tercero pueda tener, sino el dolor por la felicidad que posee ese otro. Entendida de esta manera, es posible concluir que la envidia es la madre del resentimiento, un sentimiento que no busca que a uno le vaya mejor, sino que al otro le vaya peor.

Se ha dicho que la envidia nace de la falta de alegría de uno mismo y también se ha afirmado que la envidia es la venganza de los incapaces. Y que, si se habla en términos de equidad, la envidia es la mejor repartida en todo el mundo.

El Abad san Antonio dijo en una ocasión: “Los hombres se dividen en tres categorías: los envidiosos, los orgullosos y los otros. Casi nunca he logrado encontrar a los otros”. Se dice en ocasiones: “sentí una santa envidia”. Esa tal no existe. Si es envidia, no es santa. A lo mejor puede ser un deseo de emulación.

El reconocido ciclista Martín Emilio “Cochise” Rodríguez, dijo alguna vez que, en Colombia, la gente no se muere de cáncer, sino de envidia. Por algo lo habrá dicho.

*Por: monseñor Gabriel Ángel Villa Vahos,

arzobispo de Tunja

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