La envidia en los niños – Ana Omaira Rincón de Olarte

La envidia es un sentimiento humano negativo pero muy natural, aparece en los niños desde que se comienzan a relacionar con otras personas.

Lo primero que aprende un niño, es a reconocer todo su entorno como propio: mi mamá, mi tetero, mi juguete, mis dulces mis cosas. Inicialmente todo es del bebe, hasta que crece y descubre que todo no es de él, sino de otro niño y que no puede disponer del objeto deseado libremente, y ahí comienza el conflicto, sufre, llora, hace pataleta.

Si se le da gusto siempre, va a crecer con la equivocada creencia de que todo lo puede conseguir.  Este es el momento de enseñarle que hay cosas de otras personas y que no le pertenecen. Que cada uno tiene lo suyo, y que no lo puede tener todo.

A muy corta edad, el niño entiende, y a los padres o cuidadores les corresponde también, enseñarle a superar la frustración, a controlar su impulsividad, el dolor y a calmar su angustia por no tener todo lo que quisiera.

Sin embargo, como los adultos de manera muy general íntimamente somos envidiosos, les enseñamos a los niños, a menospreciar o subvalorar a los otros niños, como forma de superar la envidia, o cada vez con más frecuencia les concedemos todo lo que piden. Así estamos enseñándolos a ser envidiosos y desmedidamente ambiciosos, formas y maneras que los hacen inconformes y frustrados.

Al llegar al colegio, los niños envidian la maleta más bonita, o cualquier objeto que tiene el compañero y que él no, y en ocasiones le hacen daño a las cosas, o a los propios compañeros, como una manifestación de envidia.

Luego descubren que hay otros niños con destrezas, cualidades y aptitudes más sobresalientes y comienzan a envidiar ya no las cosas materiales, sino ahora el mejor desempeño de los demás.

Y es así como ese sentimiento de envidia del niño, que no ha sido bien orientado por los padres, se aumenta por la motivación de los adultos a su hijo a ser el primero, el mejor ayudado por la competencia que le plantea el colegio, exigencia esta que, si no está acompañada de otros valores como el respeto por el otro, la ética, la honestidad, y la responsabilidad, convierten al menor en una persona, egoísta, y envidiosa.

Ya en la adolescencia, cuando la apariencia física, y las habilidades sociales, de conquista y de liderazgo son más necesarias en la construcción de su personalidad y autoestima, y el desempeño académico es más visible, la competencia es más fuerte y los envidiosos, tratan de opacar a quien tiene mejores condiciones o desempeño.

Aparece así el famoso bullying que ha causado tanto daño en la salud mental de quienes lo sufren, como de quienes lo provocan.

Pero no solo eso, la envidia entre hermanos es mucho más compleja y los padres deben ponerle mucha atención desde cuando los hijos son pequeños y jóvenes.

Hay que enseñarles a tolerar frustraciones, ofrecerle cariño extra, paciencia y mucho amor al hijo envidioso, y enseñarle a valorar sus propias cualidades y logros.  Además, evitar comportamientos y comentarios envidiosos contra cualquier persona.

Tengamos presente que el envidioso, aunque no lo reconozca tiene complejo de inferioridad, inseguridad, e insatisfacción con lo que es o posee.

*Por: Ana Omaira Rincón de Olarte.

Magister en Educación.