Asuntos Tropicales
A ALGO DE PRINCIPIO
Marina la madrileña se quedó perdida en el camino real una noche de fiera tormenta y vio en el camino hacia Tunja, prendido en candela a un hombre, danzando una jota soriana como un judío converso.
Tuvo tanto temor a primera vista que el espanto la hizo transitar por un territorio extraño de los sueños.
El hombre encendido como una antorcha humana bajo la tormenta al descubrirla, transformó su acto de hechicería como prueba de magia negra.
Marina la madrileña y el hechicero se hicieron cómplices y muchas noches entregaron su vida a los pecados en medio de la tormenta, aunque temerosos cuando una columna de emisarios del santo oficio los buscaban y querían echarles el guante para castigar sus sacrilegios.
B VENGANZA A LA CARTA
El inquisidor trató de mover tierra y cielo en todo el reino para dar con Marina la madrileña y luego atrapar al hijo de Satán que fue dejado en libertad en una oportunidad por no resultar culpable de sus delitos. Pero pasó lo inevitable, aconteció que llegó el inquisidor como invitado a la casa cural de Santafé, donde al poco tiempo, un buscador de El Dorado le describió el paradero de Marina la madrileña y del desalmado hechicero. El inquisidor regresó a Cartagena de Indias, planeó la venganza; pudo ver con sus propios ojos a los pecadores desnudos en el mismo jardín de las delicias: no los llevó a la hoguera, pero hizo que mordieran la picota y el escarnio público.
C LA REVANCHA Y SU MISTERIO
El inquieto representante del Santo oficio de la Inquisición regresó a Madrid con un halo de santo, negó ante los prelados sus atrevimientos, castigos y tropelías, le dieron un monasterio por cárcel y tuvo que responder a los cargos impuestos por el Consejo de Indias. Marina la madrileña no salía de sus sueños más elementales.
Pronto el inquisidor comprendió que nunca podía dejar salir de su mente a la hermosa Marina la madrileña; por eso una noche de fiera tormenta la pasó gritando, con un cordón, trató de quitarse la vida, pero “el pecado no se consumó”, según contestó el confesor dominico; también informó a los del Consejo de Indias que el hechicero le había puesto secretamente un hechizo yoruba, y además condenado a una larga cadena en el silencio.
Paseo Del Judío
Antes de las primeras campanadas del día, alguien resolvió el dilema y trató de aclarar una serie de cosas.
Los pecados tienen la culpa. En el juicio contra el Mesías comenzó el asunto, o si se quiere, unos altercados inseparables, y en esa historia o leyenda hay numerosas versiones cuyo desenlace se recuerda por siglos o por siglos de siglos y en los que alguien ha sido testigo con pruebas sólidas. Se ignora cuántos caminos ha pasado en conjunto el hombre, pero se entiende que son infinitos y que algunos están abarrotados de desgracias y otros casi llenos de caos. Desde la condena emitida, “Yo terminaré y descansaré, pero tú continuarás”, a la manera de reproche, y la negación de un sorbo de agua. Cada camino se fue haciendo un poco mayor, tan largo que, desde la muerte en la cruz, Ahseverus, lo que ha visto es ciudad tras ciudad, continente tras continente. Los parajes fueron más peligrosos que sobrevivir en mil batallas y alcanzaron las rutas por los países visitados por los colonizadores españoles.
En Tunja se detuvo. Descubrió un universo totalmente distinto a la destruida Jerusalén y a su paso por España el panorama no pudo ser mejor. Chrysostomus Dudulaeus Westphalus sería el nombre que utilizó para tomar un buque para Cartagena de Indias, como se lo dijo a un alemán Paul von Eitzen, obispo de Sleswick. Lo primero fue tratar de pasar por otro y después volver a repetir la misma historia, el negar la ayuda y ceder un sorbo de agua donde sobra en el trópico. Después fue el encuentro con una imagen perfectamente hecha a su semejanza, y lo tercero fue aparecer frente al padre Luis. El padre miró al personaje cuan do hablaba con la estatua.
-¿Me conocéis? –preguntó el hombre con un largo cayado y un sombrero enorme de alas anchas.
-¡Ahseverus! –exclamó la estatua.
-El mismo soy –dijo el extraño viajero.
La sin igual conversación era acaso la curiosidad de aquel judío castigado y la sorpresa de un ser inanimado como la imagen de Santo Domingo. El hecho es que tal cual como sucedió cuando la crucifixión se desató una tormenta nunca vista en la ciudad. Mientras el padre Luis pensaba en lo que había dicho el extraño viajero: “Tenéis la estatua de uno de los judíos que tomaron parte del martirio de Jesús, martirio en que tu no crees”. Cualquier reproche estaba reflejado en la verdad de aquellas palabras.
No existía un momento de su existencia en que no escuchara las palabras de la estatua de la iglesia de Santo Domingo y la voz del hombre extraño.
No agotó sus pasos el sabor de la sorpresa y el azote de la naturaleza. Los pasos del hombre continuaron por el camino Real despejado de todo ser humano y siguió su marcha. Ni el ondular del tiempo pudo borrar los resultados de aquel inesperado encuentro por los siglos de los siglos.
Biografía:
GILBERTO ABRIL ROJAS. Tunja 1946. Narrador, poeta, ensayista y novelista. Ha obtenido: El Gran Premio Internacional de la Novela Histórica (1995), Fawskin, California, EEUU, por la obra La Segunda Sangre; Premio Nacional de Narrativa Ateneo de Carora “Guillermo Morón” (2006), por la novela Asuntos divinos, sobre la vida de Francisca Josefa del Castillo; Premio Literario de Investigación de la Cultura Bantú (2007), CICTE, Guinea Ecuatorial por su novela Señor de toda la tierra; Premio de la Secretaría de Cultura de Tunja (2021), por la novela Toda bella perpetua. Secretario de la Academia Boyacense de la Lengua y miembro correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua. Director de la revista Polimnia.
Los escritores interesados en participar en este espacio dominical, deben enviar sus trabajos a nombre del escritor, Fabio José Saavedra Corredor, al correo: cuentopoesiaboyaca@gmail.com.
La extensión del trabajo no debe exceder una cuartilla en fuente Arial 12. El tema es libre y se debe incluir adicionalmente una biografía básica (un párrafo) del autor.
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Todos los domingos serán de Cuento y poesía, porque siempre hay algo que contar.