Es común referirse a la capital boyacense como la “Ciudad de los tesoros escondidos”. El lema hace que uno se pregunte, ¿cuáles son?, ¿en dónde están?, ¿qué los hace que sean tesoros?
Dado que son tesoros escondidos, uno los va descubriendo poco a poco. Desde esta columna se cree que, lo que hace parte de los tesoros, son los templos católicos de la época colonial.
Hace unos días tuve la oportunidad de recorrer algunos de estos templos. Indudablemente son un tesoro. Albergan el encuentro de los dos mundos y embellecen la ciudad en medio de una maraña de edificios que no tienen nada que ver con el arte colonial. No obstante, encontré que algunos de estos templos están descuidados y en un deterioro lamentable, por ejemplo, la Iglesia de Santa Bárbara.
Otra de las cosas que noté –gracias a las palabras del historiador colombiano, Fernán González, – del Instituto CINEP, invitado a la ciudad de Tunja por la Fundación Entrelíneas y el Café Librería Umbral, para hablarle a la ciudadanía sobre su trabajo–, es que una de las cosas que está dañando los tesoros del Centro Histórico de la ciudad, es la intromisión de arte religioso que no pertenece a la época colonial y sí al modernismo.
Lo mismo piensa Zulay Morantes de la Fundación Entrelíneas. Con ellos hice el recorrido y concluimos que es un pesar el detrimento de los templos, así como la falta de voluntad para la preservación de estos lugares.
Por consiguiente, se hace necesario que, para resguardar los tesoros, la Arquidiócesis de Tunja, así como las entidades que velan por la protección del patrimonio, cuiden de los templos; no sólo en términos de su infraestructura, sino en la colocación de nuevos cuadros, o imágenes. Bien es cierto que, aunque los templos son lugares de culto, también son parte del legado histórico, arquitectónico y artístico de la ciudad y del país.