La siguiente es una reflexión sobre emprendimiento y el software que muchos llevamos instalado.
El departamento de Boyacá dio un gran salto hacia el desarrollo en la década de los 50, cuando nacieron grandes industrias entre ellas la siderúrgica y la cementera. Con estas, la minería empezó a florecer y años siguientes una serie de actividades económicas derivadas, conformando una gran cadena, dinámica e imparable, que trajo consigo empleo y mas empleo.
Con ello, los diferentes servicios surgieron y en pocos años el departamento empezaba a mostrar indicadores positivos. Surgió la educación como una necesidad de tener técnicos formados y profesionales que apoyaran las labores geológica, minera e industrial. SENA Y UPTC nacieron de esta necesidad y hasta nuestros días, no han parado de apoyar el desarrollo del departamento.
Pero, detrás de todo esto, las empresas nacientes buscaban mano de obra barata y disponible. Y que mejor que jóvenes campesinos de fuerte contextura acostumbrados al trabajo duro del campo, al uso de herramientas básicas, al sol y al agua. Solo para dar un ejemplo, la Siderúrgica Nacional de Paz del Río llegó a tener más de 8.000 trabajadores directos. Por ello, las compañías industriales y mineras se convirtieron en la gran alternativa para ¨salir adelante¨ tener casa propia, acceder a un crédito, comprar un carro, educar a los hijos.
Los nacidos en los años 70 recordamos cómo a menudo escuchábamos la frase de nuestros padres, reforzada por nuestra abuela o abuelo: ¨tiene que ser juicioso y estudiar para que cuando sea grande pueda ENGANCHAR en una buena empresa ¨. Enganchar era una palabra muy usada para referirse al ingreso laboral por lo general a termino indefinido y en la cual el trabajador podía estar hasta pensionarse. Ya nuestra mente estaba condicionada a emplearse. Nunca escuchamos algo así como: ¨sea juicioso y estudie para que cuando sea grande tenga su propia empresa y emplee a muchas personas¨.
Para completar, cuando fuimos al colegio nos contaron que era prohibido realizar cualquier tipo de comercialización dentro de la institución educativa. La justificación era la generación de conflicto entre los alumnos. Nadie se percató de que el emprendimiento y el conflicto eran la mejor forma de enseñar con la práctica. Así fue como algunos fueron llamados a coordinación para explicar por qué vendían dulces o artículos escolares a sus compañeros. Duro golpe a los nacientes comerciantes y emprendedores infantiles. Lo más curioso es que los manuales de convivencia aún prohíben el emprendimiento y lo hacen con la misma justificación.
Pero crecimos y la universidad también nos preparó para ser empleados. La mayoría de carreras existen para ser mano de obra calificada para emplearse. No para crear empleo ni para crear empresa. Nuestras generaciones no fueron formadas para emprender, fueron formadas para hacer lo que hizo exitoso al vecino, al tío o al primo: ENGANCHAR EN UNA EMPRESA.
Si hablamos de Responsabilidad social empresarial, escuchamos a las industrias decir que la primera responsabilidad social es emplear. Cierto, pero corto en profundidad. Hay que ir más allá de emplear y pagar bien. Hay que pasar de los proyectos de huerta casera, autoconsumo y seguridad alimentaria que mantienen la presión social baja, pero anulan la oportunidad de ser parte de la dinámica económica que se genera alrededor de una empresa. ¿Qué tal si el medio es abrir la mente de sus vecinos alrededor de temas que generen valor económico, ambiental y social para ellos y para las compañías? De nuevo, nos conviene a todos.
Celebro e invito a mantener, patrocinar, copiar iniciativas como el FONDO EMPRENDER e instituciones comprometidas con incubación, creación y fortalecimiento de empresas así como los cambios en los currículos de las Universidades, conscientes del nuevo software en la mente de los jóvenes. Y como las palabras tienen poder e influencia, invito a los lectores a sembrar la curiosidad por el emprendimiento en sus hijos y nietos. Las empresas requieren profesionales, pero no todos pueden ser empleados.