Tunja y la bicicleta como medio de transporte – David Sáenz #Columnista7días

Durante los últimos encuentros con estudiantes hemos conversado sobre los problemas que más afectan al mundo y al planeta en el presente. De igual modo, hemos traído a la conversación algunas situaciones que nublan la posibilidad de un futuro promisorio. Hay quienes hablan de las relaciones internacionales y de los conflictos geopolíticos, especialmente en lo relativo a Rusia y Ucrania. Así como la tensión actual entre China, Taiwán y Estados Unidos.  También se ha mencionado la inflación, el desempleo, la economía neoliberal y junto a ello, el cambio climático. 

Respecto al cambio climático, bien es cierto que podríamos decir que sin una mutación en el modelo económico imperante –el neoliberalismo exacerbado–, no será posible que haya un cuidado real del planeta y en efecto, una atención especial a la conservación de la especie humana. 

Con los estudiantes decíamos que, aunque la mitigación de las consecuencias del cambio climático es una responsabilidad global y que le compete en gran medida a quienes dominan los tentáculos del mundo, también es cierto que desde las ciudades podríamos hacer algo por lo que todavía está a nuestro alcance, por ejemplo, construir, planear y promover, ciudades sostenibles y en armonía con el ambiente. 

Una forma de hacerlo puede ser la utilización de medios de transporte alternativos, tales como la bicicleta. Sin embargo, las ciudades tienen que pensarse para ello y ese no es el caso de Tunja. Ojalá que, en su cumpleaños número 483, se le brinde a la ciudad: ciclorutas, parqueaderos propicios para los bici-usuarios y toda la promoción necesaria para que la ciudad colonial se actualice con el tercer milenio. Y si esto no se hace, por lo menos que la ciudadanía les exija a los futuros representantes de las próximas elecciones, que hagan propuestas viales y ambiciosas para hacer de Tunja una ciudad apta para montar movilizarse en este medio que ha sido catalogado por muchos como el mejor invento de la ingeniería mecánica.  

Quisiera narrar que el espíritu de la coherencia me motivó a usar la bicicleta para desplazarme desde el norte de la ciudad de Tunja a mi trabajo en el centro. He de decir que, ha sido difícil, la ciudad no goza de infraestructura, ni tampoco de la cultura ciudadana para respetar a los bici-usuarios. 

En el centro no he encontrado parqueaderos para bicicletas. Debería ser ley la habilitación de éstos en los lugares de trabajo, en los restaurantes y cafés. Por otra parte, debería haber rutas para quienes se arriesgan a tomar la iniciativa de hacer de Tunja una ciudad más sintonizada con las necesidades de esta época. 

Aparte de esto, he notado que, en algunas ocasiones, ciertos conductores pasan a una distancia muy cerca del chasis humano y como si no fuera poco, pitan, vociferan, insultan. Tienen complejo de superioridad, pues se creen con más derechos que el bici-usuario. Eso se hace evidente en el trato amenazante a quien se moviliza en las dos llantas. 

Otra cosa que he sentido con el uso de la bicicleta es cierto clasismo. Al parecer, está bien visto si se hace deporte en bicicleta, y más si ésta luce ostentosa. No obstante, para quienes la usan como medio de transporte, hay cierto aire de desdén en la mirada. Como si el uso de la bicicleta redujera a la persona de condición. En esta mirada desdeñosa, también vemos el reflejo de un modelo de desarrollo en el que se considera exitoso a quien llegue a su trabajo en vehículo. Así esto implique contaminar el aire de la ciudad, o llenarla de automotores que invaden todos los sentidos. 

Por último, hay quienes aseguran que en Tunja el uso de la bicicleta no es posible, debido a sus calles empinadas y a la “elegancia de sus habitantes”. Sin embargo, eso puede cambiar, se pueden adaptar estacionamientos estratégicos en la ciudad para hacer los trayectos más viables entre bicicleta y caminata. Por otra parte, la vestimenta puede amoldarse con unas nuevas necesidades y con un nuevo estilo de vida. 

Es necesario decir que, hay ciudades en Colombia que han empezado a ver la bicicleta como una opción real de sostenibilidad. Aunque sus apuestas no son perfectas, sí han trazado un camino. Tal es el caso de Bogotá, en donde, universidades, colegios, centros comerciales, cafés, bares, restaurantes, entre otros, tienen parqueaderos para bicicletas. La ciudad también ha hecho un esfuerzo en tener carriles solamente para los bici-usuarios, por ejemplo, la carrera séptima o de la carrera once. 

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