La patria: vivir en un mundo de dominantes y sometidos – David Sáenz #Columnista7días

columnista David Saenz 1

Cuando era niño le escuchaba decir a los mayores con vehemencia que en los batallones convertían a los niños en hombres. Hubo incluso amigos de la escuela que narraban cómo sus padres les auguraban que al cumplir los dieciocho años los “regalarían” a un batallón para que prestaran servicio militar. Así mismo, al transitar por las calles de la adolescencia, era común ver camiones con soldados, todos con rostros de niños que al parecer ya habían perdido los escrúpulos. Pedían la libreta militar a todo el que aparentaba tener la edad para cargar un fúsil. 

Creo que para muchos de los que crecimos viendo ese escenario común en el que subían a niños a un camión para llevarlos a un batallón, supimos que este era un país violento que esperaba a que los niños crecieran, no para sembrar la vida, sino para cosechar la muerte. Cómo rehusarse a quienes ya habían sido adoctrinados con la obediencia ciega. 

En el último grado de bachillerato tuvimos que ir a un batallón para definir nuestra situación militar. Desde muy temprano en la mañana nos encontrábamos en filas bajo el sol. Todos nos sentíamos cansados y con sed. Aun así, callábamos. Uno de mis compañeros de fila se le acercó a uno de los soldados que nos cuidaba para preguntarle si nos podíamos ubicar debajo de una carpa, que bien sea dicho, estaba desocupada. El soldado respondió con arrogancia que no fuéramos “señoritas”, que teníamos que acostumbrarnos a estar en cualquier condición para servirle a la “madre patria”. 

El intrépido compañero del grado once le respondió una de las frases más críticas que escuché en mi época colegial: “¿Acaso la madre patria abrió las piernas para darme a luz? ¿Por qué madre?”

El soldado no supo qué responder con palabras. Su contestación se hizo con un acto cruel. Les pidió a todos que se pasaran debajo de la carpa y, al valiente compañero le ordenó quedarse bajo el sol. Nadie dijo nada. Todos sentimos miedo. Seguramente ahí empezaba el entrenamiento: a los “superiores” no se les contesta, sólo se les obedece. Pasaron las horas. Muchos nos fuimos más tarde. Sólo algunos repararon que el librepensador estaba todavía bajo el sol.

Hay un verso de un poeta español, Jesús Lizano, que ahora, después de muchos años, sintetiza lo vivido aquel día, así como lo que significaba ser hombre para muchos padres: “dejas de ser niño cuando te conviertes en dominante… A ser hombre llaman vivir en un mundo de dominantes y sometidos”. Pues bien, creo que esa patria a la que se refería el soldado era una en la que no hubiese pensamiento crítico, ni disenso, ni réplica, sólo obediencia, y por supuesto, dominantes y sometidos. 

Por estos días en que la celebración del 20 de julio exacerba sentimientos patrios, en donde hay desfiles alusivos a la guerra y al hombre obediente, al niño que dejó de ser niño para convertirse en hombre, es decir, arbitrario y autoritario, tenemos que relativizar esa idea de hombre. No sé si estamos tan ciegos, pero muchos de los hombres que se ven en los desfiles militares y de exaltación a la patria, son en muchos casos, seres sin piernas, sin brazos, sin dedos, sin manos y sin consciencia de pensar por sí mismos.  

-Publicidad-