¿Por qué leemos tan poco en Colombia? – David Sáenz #Columnista7días

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En este momento histórico la mayoría de los habitantes de Colombia sabemos leer y escribir. Por leer en este contexto me refiero a que sabemos cantar fonemas. Cuando hablo de escribir, aludo a que sabemos garabatear unas palabras en el chat.  Nuestros índices de lectura son muy bajos. Esto resulta paradójico, dado que hemos pasado una parte significativa de nuestra vida en centros educativos. La escritora española, Irene Vallejo, quien se declara a sí misma como una promotora de la lectura, ha acertado en decir que, nuestro fracaso en la educación es un fracaso lingüístico.

El planteamiento de Irene Vallejo nos interpela con una pregunta, ¿por qué no leemos? Desde mi perspectiva de profesor de humanidades, considero que, no leemos porque quienes tenían la responsabilidad de enseñarnos a leer, no leen. Me refiero específicamente a los docentes y a los padres que nos transmitieron la lengua y el amor por ella en la infancia.

La lengua y lo que tiene que ver con el lenguaje, en muchos casos no ha sido enseñado a través del ejemplo. Esto se podría comprobar si se hiciera un estudio en el que se le preguntara a los maestros de primaria y secundaria sobre las lecturas que alimentan sus vidas y sus prácticas educativas, así como si se indagara por éstas en el caso de los padres y madres de familia.

Con este texto no pretendo ofender a los maestros y maestras, ni mucho menos a los progenitores.  Es conocido que, para nuestro infortunio, muchos profesores a veces no pueden dedicarse óptimamente a enseñar porque no tienen las condiciones para ello. Igual que muchos padres, escasamente tienen tiempo para comer y para dormir, pasan la mayor parte de sus días inmersos en el trabajo. Por otra parte, vivimos en una sociedad que no valora el conocimiento, abundantes profesores son tratados como vigilantes de los críos mientras que sus acudientes salen a buscar el sustento. Este es un espiral que conduce a que haya un fracaso en términos de la adquisición de hábitos de lectura.

No tengo datos numéricos para asegurar nada de lo que digo acá, sólo observación y conversaciones con padres de familia, estudiantes y profesores. No obstante, considero importante decir que, este fenómeno que describo es propio de los colegios que no educan a las élites colombianas, por lo tanto, pareciera adrede que en la mayoría de las instituciones educativas no haya un gran nivel de lectura. Tal situación hace recordar lo dicho por Althusser, “la educación corresponde al aparato ideológico del Estado”. Por consiguiente, podríamos deducir que el Estado, en su estructura, no ha pretendido que su población sea leída y cultivada, en otras palabras, pensante, crítica e imaginativa, etc.

Ahora bien, puede que este sea un momento histórico nuevo para nuestro país. Ojalá que quienes no hemos recibido la educación de la élite, de ahora en adelante podamos recibir una formación que no sea solamente para el trabajo, sino que promueva el pensamiento crítico, la imaginación, la capacidad de decisión, el respeto por la vida, la creatividad y las herramientas para labrarnos un buen carácter.

El día que seamos testigos de que leer no es de una élite, sino que hace parte del reconocimiento de  la herencia que nos han dejado nuestros ancestros a través de los libros, seremos una sociedad menos violenta y más pensante.  El día que veamos a las personas con un libro en las manos mientras esperan a alguien, sabremos que estaremos viviendo en la Ilustración. El día en que los niños y las niñas le pidan libros a sus padres para el cumpleaños, nos daremos cuenta de que las escuelas dejarán de ser guarderías. El día en que los progenitores le lean a sus hijos antes de dormir, tendremos hogares más felices y menos violentos. El día en que en los encuentros de amistad haya una conversación en la que se referencien los clásicos, sabremos que el legado de lo mejor de la humanidad no está vedado para nosotros. El día en que los profesores lean asiduamente, ese día podremos decir que este es un país educado… También podremos asegurar que el Estado no pretende objetivamente que los ciudadanos sean seres humanos únicamente proyectados para el sometimiento.

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