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El Nuevo Circo Romano – Fabio José Saavedra Corredor – #Columnista7días

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Si algo caracterizaba a José Dolores era la constancia y la persistencia, al punto que a veces lo convertían en obsesivo, si una situación lo inquietaba por alguna razón, tenía por costumbre convertirla en algo personal y hasta no quedar satisfecho, no cejaba en su empeño por encontrar explicación a sus preguntas, más aún, cuando algo tenía relación con Mary y Lando, sus dos hijos, que transitaban la edad difícil de los años adolescentes.

Esa noche permanecía sumergido entre las páginas de un libro relacionado con el tema “La cultura en valores», cuando entraron al estudio los dos retoños, como si fueran una tromba incontenible, iban con los diminutos trajes que habían dado en usar para ver el programa de moda que los obsesionaba, «El desafío de las cajas».

Los dos tenían preferencias por diferente equipo, lo que originaba agrias discrepancias e incluso lágrimas, todo sucedía con la anuencia cariñosa de la madre que hacía las veces de juez, cuando las discusiones lo requerían. El padre había notado que los hijos asumían actitudes displicentes, que ya tocaban los límites desagradables de la descortesía y la vulgaridad. El programa ya había comenzado y las condiciones para una lectura plácida eran casi inexistentes, por eso resolvió cerrar el libro y sumarse a la masa de televidentes, sus años y visión objetiva lo habían llevado a informarse para hacer un juicio justo del programa, que había roto las costumbres de su hogar y alterado el comportamiento en los dos jóvenes.

José Dolores, por algún tiempo hizo suficiente acopio de información para analizar y evaluar los aspectos que lo incomodaban del programa. Lo primero que molestaba su conciencia ecológica, era la intervención de un paisaje ecológico natural, en el que se establecieron construcciones para desarrollar el reality, situación que solo dejó un impacto negativo en el medio natural, además de perturbar su equilibrio.

De igual manera, también le incomodaba la participación de competidores en condiciones heterogéneas en la parte física, o sea que estos no habían sido seleccionados de acuerdo a categorías específicas, quedando manifiesta la vulnerabilidad de aquellos participantes carentes de fuerza, estatura y peso, esto derivaba en que el poder, la fuerza, la habilidad y la destreza se impusieran, sobre los débiles  obnubilados por el sueño de la fama y un premio, para lo que exponían su integridad personal, incluso sometiéndose a pruebas denigrantes, revolcándose entre el barro, en una lucha angustiante para no quedar sin comida ni servicios.

Si la televisión es un medio educativo, ¿qué enseñanza positiva puede dejarle a un niño televidente este programa? En este sistema solo se puede ver el claro reflejo de nuestra sociedad, donde a los favorecidos por la vida y las circunstancias, se les protege para que avancen y surjan en la competencia, mientras que los débiles y sus esperanzas se reducen a desaparecer del espectáculo.

José Dolores pensaba que este era un modelo triste de referencia en un medio masivo de comunicación, que reforzaba en las nuevas generaciones el «todo vale» y su obsesión por el dinero, así tuvieran que aliarse con el que fuera para lograr sus intereses, exponiéndose a condiciones de máxima exigencia y alto riesgo.


En este momento José Dolores se preguntó, si serian prudentes estos programas, si las instancias de control de la televisión y los Ministerios correspondientes, realizaban seguimientos a los procesos o evaluarían los impactos en la población objeto.

Como padre de familia se sintió estremecido, cuando pensó que no era descabellado, ni muy lejano, comparar los gladiadores en el circo romano de Nerón con estos programas, «los que vamos a morir te saludan» por «los que nos vamos a exponer los saludamos». Entonces, en cambio de abrir el foso de los leones, la animadora de turno, con su voz de clarín anunciaría a los futuros competidores que irían a revolcarse en el barro, en tanto el barbado y corpulento jefe de combatientes, con el poder conferido por el dios dinero de la programadora, ordenaría abrir las compuertas y se lanzarían todos, Lazaros y Epulones, a dejar hasta su última gota de energía en beneficio de la empresa y el ciego fanatismo de los televidentes.

Además concluyó, que era inhumano someter a los participantes a castigos denigrantes, con medievales formas de penalización, solo aplicadas a delincuentes y esclavos, las que ya han sido abolidas en la historia de la humanidad. Incluso sintió un mal sabor en el alma, cuando recordó ese deprimente espectáculo, en el que un competidor se ganó el derecho a disfrutar una lujosa alcoba, a la que podía invitar a una competidora del equipo en contienda a compartir su premio, entonces el macho triunfador se prestó para satisfacer la malsana petición de sus coequiperas, para que a la mañana siguiente lanzara un grito salvaje en la terraza, como señal de haber alcanzado su objetivo mal intencionado, como cualquier gallo de campo en el caballete del tejado.

Pero lo que más indignaba al padre, eran esos primeros planos que agredían la privacidad y la dignidad de los cuerpos jóvenes, ante la televidencia de las nuevas generaciones, ávida de apropiar modelos de vida en esas pistas, hechas por conciencias despistadas que sólo desvirtúan «la cultura en valores».

Todo esto, sumado a sanos razonamientos a los que se adhirió su esposa, hicieron que toda la familia estuviera de acuerdo con el «viejo» y cambiaran de diversión.

Fabio José Saavedra Corredor

Miembro Academia Boyacense de la Lengua

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