La OCDE ha patrocinado estudios sobre el aprendizaje desde la neurociencia, en este contexto se han identificado algunos neuromitos en educación, es decir, ideas que se han generalizado a pesar de que no existe una base científica suficiente para soportarlas.
Uno de estos neuromitos es la idea de que sólo aprovechamos el 10% de nuestro cerebro, podría afirmarse que la mente humana tiene un potencial enorme que muchas veces desaprovechamos, pero no es tan fácil asegurar que sólo usamos un porcentaje ínfimo, especialmente cuando sabemos que hay muchas conexiones neuronales que se activan al mismo tiempo durante una ejecución humana, e incluso cuando dormimos la actividad neuronal es alta.
Otro neuromito tiene que ver con la propuesta de que los resultados en la educación son mejores si las actividades de enseñanza-aprendizaje tienen en cuenta los estilos de aprendizaje, por ejemplo: visual, auditivo o kinestésico; la realidad es que en el cerebro la información sensorial no se procesa de manera independiente, sino que existe interconexiones que generan una experiencia holística.
Sí es apropiado que los docentes diversifiquen sus estrategias pedagógicas de acuerdo con los diferentes ritmos de aprendizaje, pero no resulta sano limitar las experiencias educativas por una supuesta preferencia por parte de los estudiantes. Pensemos que si a un estudiante le gusta aprender viendo vídeos, esto no debería llevar al docente a suponer que dicho estudiante no necesita leer, evidentemente esto limitaría la experiencia educativa.
En el desarrollo de las campañas electorales, se busca generar comunicaciones estratégicas, las cuales muchas veces se centran en llegar a un nicho o segmento particular, y, en ocasiones por privilegiar el impacto del mensaje, su economía (es decir, que no sea extenso) y su intención, puede pasar que no se busque “la verdad” sino persuadir.
Para quienes se mueven en el campo de la educación y aprecian en todos los escenarios cotidianos oportunidades para aprender, podría resultar desafortunado que las campañas sean sucias y no permitan reflexiones democráticas sobre el papel de los estados y las organizaciones gubernamentales.
Aunque esto último puede sonar muy romántico, también es cierto que en el corto plazo las estrategias comunicativas que se alejan de la verdad pueden generar resultados favorables para algunos, pero en el largo plazo la verdad puede prevalecer a pesar de que la historia se escriba desde el poder y no desde el conocimiento.