Enfoque especial: poeta, Julio Flórez

Poeta romántico, hizo parte de una gran generación de poetas que empalmaron el siglo XIX con el siglo XX. Fue sin lugar a dudas, el más aguerrido y tal vez el único trovador innato de su época. Cada poeta en su trasegar por la vida pasa por diferentes facetas y estilos literarios, ya por sus experiencias personales, romances, estudios y viajes, por el toque de influencias y corrientes literarias de otros autores o por obediencia hacia su propio instinto de poeta. Este es el caso de Julio Flórez, fue fiel en su vivencia personal y literaria, a un estilo de vida apegada a un criterio original.

Su obra poética, seguramente tiene algunos condimentos de la receta de poetas europeos como Goethe, Schiller, Gautier, Verlaine, Baudelaire y Bequer. Pero simultáneamente en América como hijos de una misma escuela, surgen poetas románticos con diferente brillo y color. Rubén Darío, José Asunción Silva, Amado Nervo, Manuel Acuña, Salvador Diaz Mirón, y el más sutil de la lírica Guillermo Valencia.

Julio Flórez hizo parte de la gruta simbólica, sin ser simbolista. Fue un lírico y romántico, con todos sus ornamentos, para oficiar como poeta en los escenarios de su inspiración: El amor herido, la luna, la tumba, la muerte, el mar, donde nada con un símil: “Yo soy como las olas gigantescas/ que sobre el lomo enorme/ del monstruo azul, se agitan y retuercen/ y van rodando sin saber a dónde. En “La Araña” refleja sus sentimientos del amor frustrado, que en su obra fue una constante: “¿Es compasiva? ¿Es mala? / ¿Indiferente? Vela/ mi sueño, y, cuando escribo, / silenciosa me observa. / ¿Me compadece acaso? /¿De mi dolor se alegra? / ¡Dime quién eres, ¡monstruo! /…

Así continúa cantándole a: “Mis flores negras”, “Himno a la noche”, ¿En qué piensas?”,” Fuego y ceniza”, “Tus ojos”, “Idilio eterno”, “El cóndor viejo”, “Tú no sabes amar”, “Todo nos llega tarde…”

En mi experiencia personal, cuando caminaba por mis doce años, me encontré de frente con un librito de hojas rústicas y amarillentas en la vitrina de un viejo librero de obras de segunda: “Poesías de Julio Flórez”.

Desde que aprendí a leer en un antiguo librito llamado sistolegía de mi padre, encontré algunos poemas patrios y me enamoré de la poesía. Y empecé a declamar en el colegio en todas las actividades literarias, y compraba cuanto libro o folleto de poesía podía con mis escasos recursos.

Participe y gané varios concursos de declamación. Fundé con otros compañeros grupos de teatro, pero siempre la poesía estaba combinando estas presentaciones. Declamé y estudié la poesía gaucha, romántica y la poesía lírica de diferentes escritores españoles, mexicanos, colombianos, chilenos, épocas y estilos.

Al leer las obras de Julio Flórez, descubrí una poesía, fácil de comprender y declamar, con un léxico, sentimiento y aroma que nos llegaba a todos, como cuando de muchachos llegábamos a un huerto ajeno lleno de árboles frutales, simplemente cogíamos a escondidas las frutas que podíamos, y empezamos a comerlas con apetito, sin preguntar de quien son y de qué están hechas. Esa es la poesía de Julio Flórez.

Considero que existen, dos tipos de poesía, independiente de todos los estilos y retóricas: una es la poesía para leer en voz baja, muy personalizada y el otro género de poesía es para declamarla con todo el sentimiento y la mímica apropiada según corresponda al tema y mensaje.

Soy declamador y poeta, autor de ocho libros de poesía y hago parte de varias antologías nacionales e internacionales. Con más de 50 años declamando en muchos escenarios del país, puedo decir que hay muy buenos poetas para leerlos en voz baja, pero pocos para compartirlos en la declamación activa. La emoción y el sentimiento para el declamador es como la humedad al agua. Si el poema no las contine poco se puede hacer.

Julio Flórez, ante todo es un poeta popular lirico de todas las épocas, por dos razones. La primera, su mensaje está cargado de sentimiento y expresiones afines a las vivencias de cualquier mortal, y segundo, su poesía no es rebuscada, es fácil de asimilar, traducir y declamarla con los recursos de un buen interprete.