Ánthropos – Agustín Tamayo Hernández

Cuento y Poesia Agustin Tamayo Hernandez

En la montaña cercana a la ciudad agoniza la luna y con ella la noche, tu instinto de cazador lo sabe, en el horizonte la luz gana espacio a la oscuridad, es momento de regresar a la madriguera, sin embargo, algo lo impide, un extraño cansancio y dolores en cada uno de los músculos y articulaciones obligan a recostarte sobre el pasto en este claro del bosque, hay un extraño influjo, el sol ejerce su magia sobre tu cuerpo de lobo, la maldición, la maldición gitana. –Te convertirás en un monstruo, lo mismo que todos los machos de tu descendencia, te transformarás en lo que más desprecias-

Respiración que se dificulta, jadeas, convulsionas se hace patente la horrorosa metamorfosis, eres consciente de la transformación: pecho y abdomen se aplanan y en ellos empiezan a disponerse de forma distinta las extremidades. En tu rostro los ojos se hacen más frontales, el hocico desaparece dando lugar a un par de labios, los caninos se suavizan, pierden filo y consistencia. Tus patas delanteras se convierten en dos miembros laterales que terminan en manos donde se ausentan las garras y las traseras en piernas y pies inútiles para la cacería. Te sientes desprotegido, el pelo que cubría tu cuerpo desaparece dejando solo un incipiente bello sobre la piel.

Intentas quejarte, rebelarte, pero de tu antes hocico no brota un aullido, sino un quejido humano. Te encontraron así, desnudo y perplejo en un lote baldío de la orilla de la ciudad; basurero clandestino. Te vistieron, llamaron, designaron: eres rojo, dijeron.

Ya domingo, en el estadio de futbol suenan los tambores, en las gradas el canto -“Rojos”, rojos, siempre en la pelea…repite la muchedumbre de la barra brava; en armonía, brazo derecho amenazante, señala al cielo y a la porra contraria. en venas y arterias empieza a fermentar el odio, retumban los tambores “pam pa ra pam, pa ra pam, pam pam.” “pam pa ra pam, pa ra pam, pam    pam.” -Los vamos a reventar, los vamos a reventar- una señal, sobre ellos, este domingo es distinto. Exacerbado, golpeas, insultas, escupes, pateas. Enajenado, en trance, los quejidos, la sangre, las súplicas, los, por favor, solo te enardecen más, que no termine esta tarde que no termine, mientras corres repartiendo odio y golpes de un lugar a otro, de un caído a otro…

Esa noche vuelves al bosque, lobo de nuevo bajo el influjo de la luna llena, horrorizado miras hacia el horizonte, la luz anuncia en destellos la llegada de un nuevo día.

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