Reflexiones desde el lodo – Carlos David Martínez Ramírez #Columnista7días

Columnistas 7 días Carlos David Martinez

Es común que se hagan campañas sucias, dos décadas atrás con volantes, hoy con las redes sociales; posiblemente los medios cambian, pero las estrategias comunicativas de atacar al oponente se siguen manteniendo.

Aunque se debería aprovechar el tiempo para hablar de propuestas y no limitar el discurso a las alusiones ad hóminem, son tan frecuentes los ataques que vale la pena reflexionar un poco sobre la funcionalidad y los riesgos de este tipo de estrategias de campaña sucia.

Empecemos con una hipótesis compasiva con la humanidad y pensemos que algunas personas se mueven por pasiones y sienten una genuina preocupación que los lleva a hablar mal de otros porque creen que efectivamente están cumpliendo con un deber cívico, ya sea porque se lo dicta su conciencia o lo que definen como una ideología. No caigamos, por ahora, en juzgar la emoción como errónea en comparación con la razón.

Pero también hay casos de personas que repiten y divulgan información sin sopesarla, ni con la razón, ni con la emoción; acá encontramos una suerte de inmadurez kantiana en el sentido que no hay un esfuerzo por pensar por cuenta propia.

Si queremos cambiar la cultura del odio y la violencia, podemos permitirnos pensar que es demasiado facilista suponer que los enemigos de nuestros enemigos son nuestros amigos.

Un error que están cometiendo algunos analistas y asesores políticos es el de no saber interpretar el funcionamiento de algoritmos para el análisis de la información en redes sociales, más precisamente un hecho irónico, o paradójico, y es que quien lanza el lodo también termina enlodado.

Si bien es “normal” que la gente hable mal de otros, es posible que las personas se cansen de las formas tradicionales de hacer política y empiecen también a sopesar las formas de comunicación y no solamente el contenido.

Un riesgo no calculado en la estrategia sucia de hablar mal de otros es que se abren los micrófonos para que el atacado se defienda, como dice el refrán, no hay publicidad mala, en este caso propaganda.

Aquellos que se están dedicando sólo a hablar mal de otros pueden terminar castigados en las urnas, pero no es algo tan fácil de pronosticar, ya que esto se ve en todos los espectros.

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