Así es como tu cerebro es manipulado en campañas electorales – Fabio Hurtado #Columnista7días

Las investigaciones neurocientíficas aplicadas a la política o neuropolítica, como también es popularmente conocida, busca entender si al momento de votar, tu cerebro es puramente racional o si las emociones influyen al momento de confiar en un presidente, alcalde, senador o concejal.

En un país como Colombia, donde la población está polarizada, donde el pueblo es capaz de agredirse física y psicológicamente por defender los ideales de algunos líderes, es importante entender por qué actuamos de cierta manera y qué estrategias respaldadas en la ciencia han utilizado algunos líderes políticos para alcanzar sus objetivos.

Como todos hemos podido observar, solo en épocas electorales los candidatos muestran un arduo interés por exhibir carisma y ganar la confianza de los electores.

Comenzando por las vallas publicitarias, algunos muestran poses de poder, con puños cerrados, brazos firmes o miradas hacia el horizonte intentando proyectar la figura de un líder fuerte que sabe qué hacer y cómo hacerlo. Otros prefieren mostrarse con los brazos y las manos abiertas: para nuestro cerebro esta imagen representa inconscientemente transparencia y sinceridad. Por supuesto, la gran sonrisa blanca que la mayoría luce hace que nuestro cerebro esté menos a la defensiva, pues primitiva y culturalmente nuestro cerebro asocia la sonrisa con amabilidad, cercanía y bienestar. Adicional a esto, hay quienes utilizan niños, adultos mayores o campesinos en sus fotos, lo que hace que de manera inconsciente nuestro cerebro social interprete a este candidato como un líder involucrado que hace parte del pueblo y que está al servicio del mismo.

Luego están los discursos de campaña. Es aquí donde los políticos hacen alusión a ser católicos, cristianos, buenos hijos, defensores de valores tradicionales, descendientes de familias campesinas y honestas, y prometen interés por recuperar valores, fe y prácticas que son relevantes para la comunidad en general.

Aunque parezca extraño que estos factores culturales influyan en nuestra simpatía o rechazo por un candidato político, para nuestro inconsciente es más fácil aceptar a una persona que se parece a mí, que aceptar a alguien cuando mi cerebro necesita esforzarse un poco más para entender su esencia.

Un claro ejemplo de esto es la alcaldesa de Bogotá, quien durante sus campañas tuvo que luchar contra prejuicios del pueblo por su orientación sexual. Algunos apuntaban que un líder político homosexual podría influir en la identidad sexual de la comunidad y atentar contra los valores tradicionales del pueblo.

Otro personaje que puede reflejar este principio basado en la ciencia, es el presidente Iván Duque, quien durante su campaña usaba la vestimenta típica de cada región que visitaba, se involucraba y promovía parrandas, conciertos, mostraba sus habilidades musicales y afición por el fútbol. En resumen, entre más un candidato pretenda reflejar la identidad del pueblo, más fácil será su aceptación, y entre más discrepe de mis valores e identidad, más esfuerzo tendrá que hacer por ser aceptado por la comunidad.

Hasta el momento, he mencionado principios básicos que la ciencia ha estudiado para entender por qué aceptamos o rechazamos a personas a primera vista. Luego, están los gatillos emocionales que involucran frases como: “somos la esperanza”, “somos el cambio”, “somos la voz del pueblo”, “el cambio es ahora”, “recuperemos el país o la ciudad”. Y algo que debo mencionar a esta altura es que, el cerebro acepta toda la información como verdad en un primer nivel, es decir, si te digo que 5 x 5 = 40, dentro de los primeros milisegundos tu cerebro lo acepta como verdad y después analiza qué tan real o falsa es la información que acaba de recibir.

Otro principio básico del cerebro es que siempre intenta economizar la mayor cantidad de energía posible: entre más fácil le sea la información más cómodo se sentirá, por consiguiente, muchas veces cuando un candidato ha pasado el primer filtro de aceptación y lo vemos como alguien cercano a nosotros, y además nos dice que es la esperanza o el cambio que necesitamos, es probable que nuestro cerebro ya no quiera gastar energía en analizar si esto que me dice es falso o verdadero, por consiguiente selectivamente escuchamos información de su campaña y excluimos otras que realmente son importantes al momento de ejecutar políticas en el país.

Por último, habrás notado que los medios de comunicación juegan un papel importante cada cuatro años: ellos exaltan las virtudes de algunos candidatos y proponen que se cuestionen propuestas o valores de otros candidatos, mencionan abiertamente quiénes son los candidatos con mayor intención de voto y de alguna manera influyen en la decisión de muchos ciudadanos.

Es seguro que habrás escuchado frases como: “iba a votar por este, pero para qué si él no va a pasar a la siguiente ronda. Entonces, mejor voto por este otro”, “pensaba votar por este, pero que pena que mi futuro presidente se termine bajando los pantalones en una cumbre internacional”, “en las noticias dicen que este va a ganar, entonces creo que voy a votar por él”.

En inglés, han llamado a este fenómeno FOMO (fear of missing out) en español traduce temor a quedarse por fuera y hace referencia al miedo a perder, a no hacer parte de la mayoría, a no pertenecer a una comunidad. Este principio lo aplican en marketing muchas empresas, y por eso, no queremos perdernos las superofertas que no se volverán a presentar. En el caso de la política, nuestro cerebro no quiere perder, no queremos lucir tontos y por eso queremos votar por el que nos dicen que va a ganar.

Es probable que te hayas sentido familiarizado con una o varias de las sensaciones expuestas a lo largo del artículo. Existen varias otras técnicas utilizadas en política y en marketing, como por ejemplo desprestigiar a la competencia. Sin embargo, mi intención con esta columna, más que explicar cada una de las estrategias, es brindar información de cómo nuestras decisiones pueden ser persuadidas o manipuladas por la naturaleza misma de nuestro cerebro y nuestra mente. Así que ahora que vas a votar, puedes preguntarte si en realidad estás tomando una decisión basada en la imagen creada por el candidato político, por lo que dicen los medios de él o si en realidad has estudiado el plan de gobierno propuesto y la viabilidad de que cumpla con lo prometido.

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