La verdadera lucha contra el aborto: lograr que las mujeres puedan vivir dignamente – David Sáenz #ColumnistaInvitado

Columnistas 7 días David Sáenz docente universitario de humanidade

En Colombia, la Corte Constitucional ha despenalizado el aborto en todas las circunstancias hasta las veinticuatro semanas de gestación. Lo anterior obedece a muchas variables, entre ellas: muchas mujeres han solicitado que no se tipifique esta práctica como un delito. Es necesario aclarar que, despenalizar no es un sinónimo de obligatoriedad. Despenalizar, de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española es: “dejar de tipificar como delito o falta una conducta anteriormente castigada por la legislación penal.”

La anterior decisión de la Corte ha generado diversas reacciones. No obstante, lo más sensato, es comprender esta realidad antes de juzgarla. Precisamente por ello, es ético pensar qué razones conducen a la mujer a tomar una decisión tan terrorífica como abortar. Seguramente, hay quienes piensen –desde la base del prejuicio– que, hay mujeres que abortan por placer, algo así como si se quedaran sin planes para un fin de semana y dijeran: “viernes de aborto”.

En primer lugar, es inexcusable reconocer que el aborto sí es una práctica invasiva y violenta que deja en muchos casos a las mujeres con secuelas dolorosas en el cuerpo y en el alma. Tal realidad conlleva a pensar que, si hay tantos abortos es debido a que muchas mujeres han escogido entre dos males y por duro que parezca, escogen el mal menor. De igual modo, si una mujer aborta es porque la sociedad en la que vive, es misógina y opresiva.

Para muchas mujeres en el mundo y en Colombia, ya es cruel tener que parir hijos para una guerra que ellas ni sus hijos han escogido. Así mismo, hay muchos hombres que ejercen violencia física y psicológica contra las mujeres y pueden utilizar a un hijo, que es un vínculo, como instrumento de manipulación para no permitir que la mujer abandone a su agresor. 

La estructura de la sociedad patriarcal en la que vivimos esclaviza a las mujeres en los oficios del hogar; en la crianza de los hijos y en el plano laboral. La mujer tiene que hacer todas estas actividades a como dé lugar. Además hay otra carga que la extenúa, en muchos casos, las mujeres sufren porque tienen que constantemente estar demostrando que no carecen de inteligencia ni de capacidades para la crianza y para la vida profesional. Sin mencionar que, en el cuidado de los hijos,  las mujeres se “atrasan” en términos académicos y laborales, lo cual hace que haya una brecha salarial muy inequitativa frente al hombre.

Las mujeres también se ven en estados de inequidad frente al hombre en el disfrute del cuerpo y de la sexualidad. Si una mujer disfruta de su sexualidad y queda embarazada, es tratada de puta y en muchas circunstancias discriminada por la sociedad. A un hombre no le sucede esta situación.

Ahora bien, como son múltiples las desigualdades en las que vive la mujer, penalizar el aborto sería ponerle una carga de más. Por tanto, esta práctica tan común era llevada a cabo en la clandestinidad y en la ilegalidad. Como bien sabemos, en la penumbra de la violación a la ley, muchas mujeres arriesgaban su vida, hay muchas que incluso han muerto o que, tal como se ha dicho, quedan con unas secuelas muy dolorosas en el cuerpo y en el alma.

Así que, la despenalización del aborto les permitirá no perder la vida. Así mismo, se espera que, el Estado haga un acompañamiento psicológico a las mujeres que deseen abortar. En la clandestinidad se trata a la mujer peor que a una cosa. Por otra parte, la legalidad permitirá que el Estado haga estadísticas de cuáles son los sectores de la población que más recurren a esta práctica. En la ilegalidad no hay datos, sin estos datos no se puede comprender un fenómeno y así contrarrestarlo.

Por último, quien escribe esta columna es un hombre, por tanto no puedo establecer ningún juicio contra las mujeres, cuando por ser hombre vivo en un sistema que me privilegia. Aun así, ¿Qué puedo hacer como hombre? ¿Qué depende de mí? No propiciar que ninguna mujer se vea por mi causa enfrentada a una decisión tan dolorosa. Si todos los hombres tuviéramos esa clara conciencia no habría tanta mujer pensando en que su mejor opción es abortar.

La responsabilidad sobre la procreación no recae solamente sobre la mujer, es más, si nos preguntamos, cuántas veces una mujer puede quedar embarazada en un año, la respuesta no es un número desorbitado. En cambio, si nos cuestionamos sobre cuántas veces un hombre puede sembrar su semilla en una mujer, la contestación sí puede ser alarmante.

Si los hombres cambiamos la mentalidad opresora y violenta que el patriarcado nos ha heredado y de la cual nosotros también somos víctimas, lucharemos contra el aborto. Si los hombres dejamos de concebir a la mujer como un pedazo de carne caminado, lucharemos contra el aborto. El día que los hombres veamos a la mujer como un fin en sí mismo, como un humano, lucharemos contra el aborto. Si la sociedad posibilita igualdad de oportunidades para los hombres y las mujeres, lucharemos contra el aborto. Si no se deja de concebir a una mujer solamente como una máquina sexual se luchará contra el aborto.

Cuando comprendamos el fenómeno del aborto y no queramos llevar a las mujeres a la hoguera, lucharemos contra el aborto.

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