¿Qué nos dice la Avenida Universitaria de la ciudad de Tunja? – David Sáenz #ColumnistaInvitado

Columnistas 7 días David Sáenz docente universitario de humanidade

A menudo creemos que solamente se leen las letras. Aunque ellas son el recurso lingüístico por antonomasia, también leemos la realidad. La palabra leer, proviene del latín: legĕre, lo que significa, escoger o elegir. Por tanto, leer es hacer una elección, tomar una postura. Por consiguiente, leer implica no ser indiferente y así dejarse interpelar por lo leído para tomar una posición. Bien decía Gramsci: “Quien realmente vive no puede no ser ciudadano, no tomar partido. La indiferencia es apatía, es parasitismo, es cobardía, no es vida. Por eso odio a los indiferentes”.

Pues bien, la presente columna pretende hacer una lectura de lo que nos dice la Avenida Universitaria de la ciudad de Tunja. En primer lugar, podríamos decir que conecta a los barrios más costosos de la ciudad, así como a los centros comerciales y a las sedes universitarias de las instituciones privadas más caras de la urbe. Por otra parte, goza de restaurantes, cafés y supermercados que pertenecen a empresas grandes y poderosas. Algunos de los barrios que se vinculan con la ciudad a través de esta avenida tienen incluso mansiones.

Lo anterior implica que es seguramente uno de los sectores en donde los impuestos son más altos, no solo para quienes residen allí, también para quienes tienen negocios.

Para un lector que no conozca el sector, lo dicho le permitirá imaginar que, la Avenida Universitaria goza de amplios andenes, de perfecta iluminación, de paraderos de buses, de óptima pavimentación, de ductos eléctricos subterráneos, de colosales carriles y de un sistema de alcantarillado eficiente y ejemplar para el resto de la ciudad.

No obstante, la Avenida Universitaria adolece de todo lo mencionado en el párrafo anterior. En varios de sus tramos no hay aceras. Los transeúntes se ven obligados a usar los caminos de herradura que se hacen en los potreros. Algunos tienen que caminar a la orilla de la calle, lo que implica que sea muy peligroso caminar por allí.

Tampoco hay paraderos para tomar los buses. Si en la ciudad llueve, el usuario del transporte público se enfrenta a que el frío penetre en sus huesos debido a que se mojará. Seguro que todos saben lo que significa mojarse en una ciudad tan fría como Tunja. Los mismos paraderos, protegerían a los habitantes de la ciudad del sol; como bien se sabe, en algunas horas del día, no calienta sino quema.

Y ni hablar de la pavimentación. ¿Qué dirían los profesores de vías y pavimentos sobre los ingenieros que dirigieron las obras de las “restauración de la avenida hace solo unos meses”? Seguramente los docentes sentirían vergüenza de los que un día fueron sus pupilos. En este caso no se cumpliría lo pensado por el filósofo medieval más importante: “La gloria del maestro es la vida honesta del discípulo”.

Por otra parte, los postes parecen una telaraña que empezó a tejerse hace mil años. En algunos sectores se puede observar un desorden en el cableado que da incluso miedo que pueda ocurrir una catástrofe.

Los carriles son angostos, ya no hay hora valle para esta avenida. Los atascamientos son una regla. Esto genera estrés en la ciudadanía. No solo para quienes transitan la vía, también para quienes están en sus viviendas, pues tienen que escuchar durante todo el día el pito que manifiesta la impaciencia y la frustración de quienes conducen los automotores.

El sistema de alcantarillado no funciona óptimamente. Cuando llueve, el agua puede durar empozada días. Además de no ser estético, daña el pavimento y pone en peligro a ciclistas y a motociclistas, sin mencionar que, a quienes van caminando por el camino de herradura un golpe de agua sucia les caiga en la ropa, o en los trabajos, o las maquetas. Hay que recordar que esta es una zona universitaria.

La semana pasada, exactamente el día 10 de febrero, el cielo de Tunja se desbordó con un chubasco muy fuerte. Eso sí, nada en comparación con los aguaceros de otras regiones de Colombia, tales como, la Orinoquía o el Pacífico. No obstante, la lluvia, muy necesaria después de varios meses de verano, inundó las calles de esta avenida. No se inundaron porque haya llovido durante días y días, sino porque su alcantarillado es deficiente.

Ahora bien, la anterior lectura hace que nos preguntemos ciertas cosas. ¿Qué se hace con el dinero de los impuestos de este sector? Si esto pasa en la Avenida más “glamurosa” de la ciudad, ¿cómo están los otros sectores? ¿Qué hace la oficina de planeación de la ciudad para solucionar estos inconvenientes? ¿Quiénes piensan la ciudad? ¿Dónde están los urbanistas de la capital boyacense?

Ojalá que las autoridades no respondan sobre estos problemas como Claudia López, “si no le gusta la avenida, pues no vuelva”. Esperamos que, las autoridades cumplan su función. El embellecer y hacer viable esta avenida no es un regalo, no es caridad, es un trabajo que se puede hacer con el dinero que surge de los impuestos.

También plantea otros cuestionamientos, ¿por qué los centros comerciales, las universidades y los conjuntos sí funcionan debidamente y están embellecidos? ¿Por qué lo público es tan maltratado? ¿Por qué no es sagrado lo que es de todos?

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