Vivencias – Fabio José Saavedra Corredor – #Columnista7días

Carrusel de vida. La vida navega en la cresta de una ola, 

llevando en su corazón el canto del tiempo sin tiempo, igual al suspiro del viento,

perdiéndose entre los pétalos de una rosa con los colores del atardecer. Así pasa la vida día a día dejando en los hijos la huella bondadosa de los viejos. 

Primero de enero

 

El día huele a familia y felicidad, 

el futuro abre sus pétalos en el calendario igual que una rosa de colores e ilusiones, mientras la naturaleza se despereza, 

las palmeras y los awacos elevan sus hojas al cielo, con la plegaria de la esperanza, el canto del alcaraván, la mirla y el turpial despiertan una sonrisa en el horizonte de Iguaque, alimentando la esencia de la alborada de Arcabuco.

 

Alas de familia

 

El mágico viaje a las nubes de algodón del recuerdo de mi Madre, es el alborozo de la vida recordando vida, entre musgos, guiches, chamizos de robles y buscando pajas para la cuna del Niño en el pesebre.

Vuelen, vuelen con las golondrinas trayendo las lluvias de invierno, o alzando el vuelo lejos para que el verano llegue.

Vuelen, vuelen a recoger la ropa porque empezó a goteriar y se vino el aguacero. Vuelen, vuelen, que la vida no da espera y ya nos volvimos viejos. Vuelen, vuelen y nunca dejen de volar con sus ilusiones y sueños.

Nunca pierdan sus alas, ni dejen que nadie se las arrebate. También se las dimos para que un día vuelen al cielo. 

 

Tarde de remembranzas 

 

Les comparto una lagrima que no pude contener cuando viajé a mi memoria y recordé las tardes frías de Tunja la encantadora, cuando llegábamos de la calle y el olor a carne asada nos llevaba de las narices en carrera y de dos brincos entrábamos en la cocina, ella de un pedazo de carne sacaba siete pedacitos, y decía, mis chinitos tomen un chilinguito y a todos nos ponía en la boca un pedacito de carne asada, entonces agregaba, ¡si hay para uno, hay para todos!

Yo sentía el pequeño bocado en mi boca como si fuera el mejor de los manjares, sabía a sal, a ternura, a gloria y jugoso le daba vueltas en la boca, disfrutándolo como los dioses, lo saboreaba hasta el final y entonces lo deleitaba entre sonrisas y agradecimientos del corazón.

¡Gracias, Madrecita linda!!

 

Fabio José Saavedra Corredor

Miembro de la Academia Boyacense de la Lengua