Agüeros y creencias para recibir el nuevo año – José Ricardo Bautista Pamplona #Columnista7días

ricardo bautista columnistaUn agüero es un presagio que algunos pueblos gentiles sacaban del canto y el vuelo de las aves, o de fenómenos meteorológicos como señal de cosa futura y pronóstico, favorable o adverso, formado supersticiosamente.

Y aunque Colombia es un pueblo católico en gran porcentaje, los agüeros han estado servidos a la mesa y mucho más en el último día de cada vigencia cuando todos echan mano de estas tradiciones para pronosticar los mejores augurios que les traiga dicha, bienestar y mucha prosperidad.

Por ejemplo, comerse 12 uvas a la media noche representa los 12 meses del siguiente año y por cada uva se pide un deseo; guardar monedas y billetes en los bolsillos, sin importar el monto, augura que el nuevo año llegue con dinero; usar ropa interior amarilla representa mucha prosperidad, amor y salud, por lo que si se quiere iniciar un buen año es clave no olvidar la ropa íntima del color de los pollitos.

Otra de las más usadas es tener espigas de trigo en la celebración, ya que según se señala, las espigas por lo general son para que la bonanza nunca desaparezca en el hogar y, además, para mantener alejadas las malas energías; en tanto que abrazar y/o besar a una persona del sexo opuesto es muy conveniente, más si se intenta que a la media noche se esté cerca de alguien, siendo esta la mejor forma para que el amor nunca falte.

Por otro lado, dicen los agüeristas que las papas se deben poner debajo de la cama a la 12:00 a.m. del 01 de enero, una sin pelar, una a medias y otra pelada. A la mañana siguiente, y sin mirar, se debe sacar una de éstas, la que determinará la situación económica en el nuevo año.

De la misma manera aseguran que tener lentejas en los bolsillos representa prosperidad para los próximos 360 días y quemar las cosas malas del año es una tradición que se puede realizar de manera individual o grupal y que decir de los que salen con la maleta a darle la vuelta al barrio para que en los próximos días, puedan viajar y conocer otros hemisferios.

La idea de escribir en un papel todo lo que se quiere dejar atrás del año anterior, meterlo en un recipiente que no sea inflamable y quemar esos papeles, es otra de las acostumbradas maneras de despedir el año viejo y recibir la nueva vigencia e incinerar el muñeco de año viejo es también una costumbre que por tradición se realiza para dejar atrás todo lo malo del anterior, y que no se repita en el que viene.

Estas prácticas al parecer estarían en contravía con la fe católica, toda vez que una persona creyente, según se dice, solo necesita estar aferrado a Dios y a la Virgen para profesar su futuro sin necesidad de acudir a semejantes maniobras para lograr sus anhelos y propósitos.

Las predicciones de la llamada Nueva Era, creada por grupos y corrientes en todo el mundo, le dan mucha validez a los agüeros y a estas manifestaciones sincretistas que tienden a desplazar la fe de los pueblos católicos y cristianos para reemplazar la oración por esta clase de ejercicios, propios de una cultura subjetiva y confusa de la cual se ha hecho una verdadera doctrina.

Sin embargo, son los propios católicos los que acogen con mucha regularidad estas actividades y otras cuantas, creadas por sectas y grupos fieles practicantes del esoterismo y las pseudoterapias espirituales enmarcadas en la adoración por el ocultismo.

Al respecto la Santa Sede publicó en el 2003 un documento al que denominó: “Jesucristo portador del agua de la vida”, donde lanza un juicio muy duro frente a estos ejercicios de la Nueva Era y hace un llamado vehemente a convertirnos en promotores eficaces de la verdadera espiritualidad cristiana ya que según se afirma en el escrito, no se trata de condenar por condenar, sino de recordar el verdadero fin de cualquier espacio que pertenezca a la Iglesia católica y, encima se titule de “espiritualidad”, ya que hay una enorme diferencia, según se afirma, entre la creencia en Dios y estas experiencias.

Muchas crónicas realizadas por los medios de comunicación, a propósito de estas pericias, han recreado el caso de las personas que cada fin de año y más exactamente el 31 de diciembre a la media noche encienden el sahumerio preparado en un recipiente durante la tarde y pasean la humeante mezcla por todas las habitaciones de la casa.

El sahumerio no tiene otro sentido que purificar su vivienda y alejar las malas influencias de su casa y aunque nadie ha podido comprobar su eficacia, son millones de personas las que acuden a esta clase de acciones y que decir de las veladoras, aromatizantes, esencias y amuletos, elementos a los que encomiendan sus sueños de progreso para que se haga realidad en el inmediato futuro.

De estos asentimientos se han creado en el mundo exitosos mercados y por eso existe un representativo número de almacenes y locales que hoy vemos en los centros comerciales y almacenes de cadena, dedicados a la comercialización de productos a los que muchos se acercan de manera soterrada pues consideran que estos usos contradicen su creencia en lo divino, y sin embargo acuden a ellos como una “ayudita extra”.

Otro sector de la sociedad prefiere no contradecir sus creencias religiosas y por eso utilizan incienso y mirra que fueron los presentes que, según las escrituras, llevaron los Tres Reyes Magos al Niño Jesús en su visita al establo de Belén, hecho que se celebra cada 6 de enero.

Bañarse con hierbas es una milenaria costumbre que se tiene cómo presagio de prosperidad en el nuevo año y los nacidos en la llanura, por ejemplo, frecuentan esta tarea y lo hacen con 7 yerbas dulces como la yerbabuena, manzanilla, toronjil, y limonaria, además de 7 limones de Castilla cortados en cruz, doctrina que siguen otros pueblos como el de los opitas y los santandereanos, pero esto últimos lo hacen con otras yerbas menos dulces como el ajenjo, eucalipto, anamú y el millón, con las que confían, les saque las enfermizas energías y los aleje de la mala suerte.

Si indagamos a fondo sobre esta clase de convicciones son infinitas las formas, métodos y maneras que se utilizan en todo el universo y qué decir de otros dogmas como aquella de no pasar el salero de una mano a otra, colocar los espejos de una u otra forma en la casa, la ubicación de la cama en el cuarto, no dejar la cartera en el suelo y, en fin, hay un verdadero catálogo de afirmaciones y cada quien va creando a su gusto e imaginación, las que le parece le son más convenientes para la buena suerte.

Cada persona tiene creado en su interior un altar para venerar lo que a su juicio le hace bien y le trae bienestar, abundancia, salud y prosperidad y por eso, la humanidad se debate entre creer y no creer, entre lo piadoso y lo diabólico o lo que se puede asociar con el camino del bien o el sendero turbio del mal, una compleja y enigmática manera de catalogar las cosas de la vida y en la que muchos prefieren guardar distancia para no controvertir, ni opinar respetando así las creencias de cada persona, como pasa también con la religión, la política o las inclinaciones sexuales.

Como dicen algunos: ”Allá cada quien con sus fantasmas” porque en esto de los agüeros es mejor que cada persona practique, haga y actúe como le dicte su corazón y su conciencia ya que, sea cual sea la costumbre, todos perseguimos lo mismo: prosperidad, salud, abundancia y bienestar y eso es lo que esperamos de este 2022 que apenas inicia y que según los abuelos y las usanzas de los españoles, estamos en los días de las cabañuelas, porque como afirman, los 12 primeros días del año representan los 12 meses de la vigencia y según el comportamiento climático de cada uno, así serán los 30 de cada estación del calendario.

Agüeros, creencias, acertijos, mitos y convicciones, serán siempre la constante en estos tiempos de fin e inicio de año cuando todos andamos en busca de la realización de sueños, anhelos y proyectos, tanto individuales como colectivos, pero que se cumplan o no, a mi juicio, solo depende de la disciplina, las ganas, la lógica, la responsabilidad, la constancia, la honestidad, la ética y la fe con la que asumamos cada día y con donaire los retos de la vida, porque, «el que trabaja, no come paja».

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