¿Y qué le dejó las fiestas a la gente? Esa es una pregunta que muchos hacen por las redes y los cafetines con tono sarcástico y una calculada intención de propiciar controversia y desavenencia entre la opinión pública.
Sin embargo, para los que entienden el verdadero sentido de esas “pelas” que se dan los mandatarios locales, las festividades, propias de la agenda cultural y ancestral de la nación, son tan solo la manera de cumplir con varios objetivos, muchos de ellos formulados en los planes de desarrollo para su estricto cumplimiento.
En los territorios locales se tiene la creencia que un alcalde puede hacer carreteras, colegios, coliseos y tantas otras obras, pero si llega a fallar en la organización de las fiestas patronales su gestión se puede ir al suelo vertiginosamente porque, a decir de los entendidos, “el pueblo no se la perdona”.
Pero, así como evolucionan los procesos, las municipalidades y departamentos están en mora de hacer una verdadera articulación entre los sectores del aparato público y privado para entender que una celebración patrimonial es el punto de encuentro para el desarrollo de varios propósitos y que los eventos legendarios deben servir para la catalogación de planes y proyectos concertados con todos los matices de la sociedad.
En el turismo un evento es el insumo fundamental con el que se genera la reactivación en la economía, por eso ese suceso se debe “empaquetar”, como dicen los expertos de la industria sin chimeneas, para ocasionar movimiento en la hotelería, los restaurantes, el transporte, el comercio y en general en todos las áreas de la productividad; por eso, desde hace mucho tiempo se cambió el errado concepto del turismo de hotel, televisión y chancleta por aquel que permite experimentar nuevas sensaciones y vivencias.
Un turista que visita Barranquilla en pleno carnaval, Pasto en la fiesta de Blancos y Negros, el más reciente Aguinaldo Boyacense en Tunja o el de Paipa, por mencionar algunos, tiene la oportunidad de conocer de primera mano la radiografía de la cultura originaria; porque asistir y compartir en los desfiles, carrozas, comparsas, o de las exposiciones, conciertos, recitales y en general disfrutar de la programación cultural y festiva, le otorga el privilegio de indagar y aprender toda la temática ancestral que se encuentra inmersa en esta clase de actividades.
Por eso las parrillas de estos certámenes no pueden estar en disyuntiva con las partes de la dinámica social, ya que es la materia prima para la implementación de agendas homogéneas que le dan la oportunidad a propios y visitantes de gozar a plenitud de una jornada programática donde se satisfacen los gustos de unos y otros.
Ahora bien, aunque la mayoría de estos acontecimientos institucionales recaen en las áreas de cultura, turismo o deporte, según la modalidad del evento, es el aparato público en pleno el que debe velar por su desarrollo, porque allí confluyen todas las dependencias y cada una despliega tareas afines a su sector en busca de alcanzar el éxito en la celebración. Veamos:
La seguridad de un certamen donde se garantiza el bienestar de la ciudadanía es responsabilidad de la sectorial de gobierno articulado con la fuerza pública; los cierres de vías y la organización de la movilidad corresponde a la de tránsito y transporte; los organismos de socorro y los PMU son de resorte de las oficinas de planeación, junto también con los organismos de seguridad; las adecuaciones de espacios físicos a infraestructura y obras públicas; los recursos propios y los de gestión atañe al área financiera; la atención de emergencias médicas para artistas y espectadores incumbe a los estamentos de salud; las ferias y espacios de productividad a las direcciones de desarrollo económico; el suministro de vehículos y personal de vigilancia y servicios pertenece a las secretarias general y administrativa; en tanto que la disposición de los protocolos, invitaciones, convocatorias, difusión y cubrimiento de las jornadas concierne a las áreas de comunicaciones.
La creación de públicos sigue siendo el punto álgido de las organizaciones, tarea en la que tiene una gran responsabilidad las dependencias de educación, participación comunitaria, turismo y cultura y qué decir de la capacitación para la organización de eventos y la formación al personal de logística que cada vez se hace más necesario y apremiante para sacar avante los acontecimientos de la agenda anual.
Esto, por supuesto, en administraciones robustas de capitales y departamentos, porque en los municipios de menor rango, los funcionarios públicos deben multiplicarse y les toca asumir, no uno, sino dos y hasta cuatro roles de responsabilidad para conseguir que las festividades transcurran en normalidad y logren el positivo calificativo de la crítica comunal.
No se puede concebir, entonces, el adelanto de estos programas sin la articulación de los equipos de un gobierno y menos si tienen características patrimoniales que obligan, si o si, a la participación de todos, ya que hace parte del anecdotario colectivo que involucra a las partes de la dinámica administrativa.
En muchos casos se establece la creación de corporaciones, fundaciones o asociaciones para el manejo operativo de estas celebraciones y se entrega, bien sea a terceros o a organizaciones mixtas, la responsabilidad de planear y ejecutar estos icónicos espacios, pero siempre con el acompañamiento del ente territorial toda vez que las tareas misionales de lo público no se pueden endosar a otras esferas, y menos si hace parte de su accionar institucional.
Ahora bien, los eventos corporativos deben planearse y estructurarse con una anterioridad tal que le permita a cada dependencia del establecimiento público modular sus actividades con el certamen dejando proyectado, desde meses atrás, la aplicación de iniciativas que no solo beneficien y robustezcan los icónicos cronogramas, sino que sirva como vitrina y escenario para mostrar los resultados y el cumplimiento de metas e indicadores.
El sector privado juega también un papel preponderante y puede aprovechar estos espacios de manera positiva, no solo en el muestreo y mercadeo de sus productos, sino en el cumplimiento estricto de proyectos de responsabilidad social, lo que les compromete a destinar recursos que apalanquen estos propósitos a través de alianzas y estrategias donde se benefician unos y otros.
¿Qué es una fiesta patronal?
Una fiesta patronal es la que hace el pueblo en honor a su santo patrono y por eso, es el poblado en comunión, el llamado a desplegarla, sin que esa responsabilidad se tenga que endosar únicamente al estado, y muchos menos al área que, por su roll, debe liderarlo. Por el contrario estas actividades corresponden a todas las divisiones que hacen parte de la dinámica social, ya que es ésta la manera de retribuirle a la gente por las inversiones hechas, por el pago de los servicios, la seguridad social, los impuestos y aranceles que cada día hacen más pesada la carga del habitante de a pie quien tiene que “romperse las costillas” para cumplir con las políticas de estado que favorecen por supuesto a los sectores de la industria, el comercio y a las entidades, tanto públicas, como privadas.
Unos y otros están llamados a poner como en la pirinola, porque ellos, ellas, él y nosotros, hacemos parte de la cultura ancestral que mueven los objetivos de estos eventos y más los que ostentan las declaratorias de patrimonio, catalogados así porque hacen parte del acervo popular, esa palabra que viene del latín «populos» que significa el conjunto de todos los ciudadanos.
Cuando llega un certamen de grandes dimensiones todos quieren pasar cuenta de cobro; los empleados se vuelven irritables, los artistas elevan sus tarifas a cifras exorbitantes, y la tramitología no se hace esperar; en tanto que el tráfico de influencias se pone al rojo vivo porque cada quien quiere darse la importancia que no ha podido proveer a su cargo y se les olvida que el evento es institucional y les compete a los de aquí y los de allí: a la policía, al ejército, a los organismos de socorro, a las áreas del aparato administrativo, e incluso a las entidades recaudadoras de impuestos por derechos de autor que durante todo el año cobran abultadas sumas por cada cosa que se haga, así sea la musicalización de un trasteo.
Mas «coordinol» señores y más articulación entre los estamentos de la dinámica social para sacar adelante estas expediciones culturales que según se dice son del pueblo y para el pueblo, pero que solo con la ayuda, el compromiso y la transversalización de acciones es posible su adelanto, y más si se pretende que el ingreso a las zonas preferenciales de los espectáculos sea de manera gratuita, ya que a la hora de pagar las grandes producciones o los artistas que tanto pide la gente no hay bolsillo que aguante solo.
Un evento de afamada trayectoria es el mejor espacio para el accionar de los propósitos institucionales, es la mejor vitrina para mostrar a propios y visitantes el portafolio de servicios, el mejor momento para desarrollar el marketing, la oportunidad de acometer programas de responsabilidad social o de orientar recursos hacia lo colectivo, el instante propicio para descentralizar hacia las comunidades los beneficios y servicios y la atmósfera justa para invertir en la gente.
Muy oportuno que ahora que inicia una nueva vigencia los ordenadores del gasto planeen con tiempo actividades con destinación de importantes cuantías para apalancar sus propósitos corporativos en esos espectáculos que tanto añoran, exigen y esperan las comunidades.