El año 2020 inició con un panorama triste y desesperanzador para la mayor parte del mundo. Las ciudades dejaron de ser lugares de encuentro y alegría; pasaron a convertirse en verdaderas casas del terror. La pandemia no solamente amenazaba la vida biológica humana, también la vida cultural, que es la vida del encuentro. Mucho de lo que llamamos cultura ha surgido como un pretextopara estar juntos: la gastronomía, la música, el baile, los festivales, los carnavales, el teatro, etc.
El miedo al virus nos apartó del encuentro con el otro. Tanto así que, encontrarnos con otro de cerca era motivo de espanto debido al posible contagio. Los espacios de reuniones se redujeron y, gran parte de la humanidad sometió su vida a la virtualidad que, pese a sus facilidades, nunca logrará reemplazar el rostro del otro, los gestos, el abrazo, el apretón de manos, la sonrisa y el sonido particular que hacemos al reír.
El 2021 empezó en muchas partes del país con toques de queda y confinamientos obligatorios. A medida que pasaban los días se acrecentaba el cansancio y el tedio. Sin embargo, gracias a la vacuna y al hecho de aprender a convivir con el virus, volvimos poco a poco a encontrarnos con los demás. Los lugares en los que solíamos encontrarnos para el disfrute volvieron a tomar vida, los parques, los restaurantes, las iglesias, los bares, las discotecas, entre otros.
En el departamento de Boyacá, poco a poco se fue retomando la vida cultural y ésta que parecía muerta se revitalizó gracias al Festival Internacional de la Cultura en su versión número 48.
Durante los últimos días el Festival ha dinamizado la vida comunitaria y el encuentro. Nos hemos reunido en torno a la música, a la danza, al teatro, a la palabra escrita y hablada. Todas estas expresiones artísticas también se hubieran podido contemplar por medio de la virtualidad; desde la soledad e intimidad de nuestras casas. No obstante, queríamos encontrarnos con los demás, por eso habitamos los espacios destinados para el festival; las plazas principales, los teatros, los auditorios y las calles. Encontrarnos comunitariamente en torno al arte le da alegría y sentido a nuestradimensión antropológica de lo social.
La pandemia nos ha recordado que somos seres profundamente comunitarios y que disfrutamos del encuentro. Por tanto, se hace necesario seguir fortaleciendo los espacios culturales. Ellos nos permiten la reunión con los demás de una forma pacífica. Nosposibilitan el encuentro a través de mediaciones que nos ayuden a pensar, a contemplar y a construir historias que después le darán sentido a nuestras conversaciones y a nuestros anhelados encuentros.